-Lo que hay entre ustedes dos es costumbre, monotonía. Y ella también lo cree. – dice con la mirada fría. – Liliana está encerrada contigo, se siente atrapada, que no controla nada de ella. Lo que siente por ti se ha ido desgastando con los años, y con eso tengo esperanzas. Lucharé por ella.
Mario se escuchaba obsesivo, incontrolable, y sé por la postura de su cuerpo que hará todo lo que dice. Luchará por ella. E, incluso con todos los sentimientos que tenía revueltos dentro de mí ser, sabía, con total seguridad, que yo también lucharía por ella. La amaba, y no estaba listo para dejarla ir, ni ahora, ni nunca.
- ¿Y dónde nos deja eso? – pregunté.
-No estoy dispuesto a que te quedes con ella. – Da un paso, pero
.Lina salió de hospital hace como dos semanas, y desde que llegó a casa hemos intentado que recupere la memoria. Ella ha estado yendo con un psiquiatra, intentando hacer terapia de retroalimentación para recordar, pero, simplemente los recuerdos de ese día están borrados de su cabeza. Lina no reconoce a su agresor, y no hay culpable que pague.No queda mucho de esa chica fuerte y carismática que conocí. Lina ahora era huraña, insegura y débil. Quería creer que el cambio tan radical fue por su agresión, y que muy pronto regresaría a ser ella. Ojalá.Y como los últimos días los he pasado con Lina, en su casa, cocinando, cuidando de ella, llevándola a las terapias, no he tenido mucho tiempo para Santiago. Pero él tampoco se queja, el trabajo y la constante acción de intentar buscar al agresor de Lina lo
Fernanda ha salido temprano del trabajo para acompañar a Lina a su terapia, y yo estoy en el estacionamiento de la empresa camino a mi auto. Ella no sabe aún del caso que armo contra Mario, y sí que me ha costado escondérselo. No he visitado tanto a Lima como quisiera, ni he podido darle el tiempo necesario para buscar a su agresor, pero cuando todo esto termine, cuando Mario esté en la cárcel, podré encontrar al bastardo que se atrevió a golpearla, y después de eso... Permanecer con Fernanda Recordé la noche pasada, que fue perfecta, ideal. Todos mis miedos e inseguridades habían quedado hecho polvo cuando le dije a Fernanda que la quería, y saber que ella tampoco quería irse de mi lado, lleno uno de los vacíos que tenía en el pecho. Fernanda, ella me ha aceptado con errores y mentiras, con pasado y culpa. Y no podría estar más feliz de tenerla conmigo, y de poder demostrarle cada día que la quiero más. Por eso, por el amor que le tenía, por el hecho de no querer perderla, me han
- ¡¿Qué mierda que te sucedido en el rostro?! – grito cuando Santiago cierra la puerta tras sus pies. Santiago tiene el rostro golpeado, un moretón el pómulo y debajo del rostro, muy cerca del músculo orbicular, y una rajadura en el labio que sangra. ¿Con quién diablos se ha peleado? O en el peor de los casos, ¿quién le había intentado hacer daño? - ¿No tendrías que estar con Lina ahora? – refuta desviándose del tema, de él. No le respondo y llego a su lado. Toco con suavidad el golpe, y Santiago cierra los ojos en muestra de dolor. El cardenal ya tiene un color verdoso, rodeado por pequeños puntitos morados, eso sí que le va a doler por una temporada. -No intentes cambiarme el tema. – le digo tomando su mano y viendo sus nudillos heridos. - ¿Con quién te has peleado? Estoy tan molesta con él por irse a los golpes, y si es con la persona que imagino, estaré aún más molesta. Pero Santiago solo sonríe e intenta inclinarse para besarme, lo esquivo y pongo cuerpo como jarra. -No te
Doce años atrás.Hay días que están marcados por la simpleza, días en lo que te quedas pegados a las sábanas, leyendo, tomando un café, viendo una serie, o contando las grietas de la pared. Simple, sin acción, o control. Y hoy era uno de esos días. Estaba acostado en la cama, con Liliana pegada en mi pecho, descansando de la primera semana de universidad. Los últimos siete días hemos estado recorriendo cada milímetro del campo universitario, y visitando infinitas tiendas para amueblar nuestro departamento. Porque sí, nos habíamos mudado juntos, con logan de añadido, en el mismo piso. -Tengo hambre, voy a la cocina por algo para picar. – dice levantándose y dejando un hueco en el colchón. Y cuando se levanta no puedo evitar posar mi mirada en todo su cuerpo, en especial cuando solo lleva bragas y una diminuta camisa. - ¡Deja de mirarme de ese modo! Alison se viste, y para mi mal gusto se pone un chándal de color azul. - ¿De qué modo? – pregunto juguetón. -Como un idiota. – se incl
En tres días será la cita con el juez, y ahí se decidirá la fecha en la que comenzará el proceso judicial. Y espero que eso deje a Santiago con más tranquilidad, y me pueda soltar un poco la cuerda con Simón. Emma también tiene guardaespaldas, pero a ella no le molesta tanto como a mí. Emma y yo, estábamos en la casa de Lina, ordenando su armario. Y es que ordenar ese armario era como ser Alicia cayendo al país de las maravillas, era más fácil decir que no había de lo que había. Y, por otra parte, se siente bien ver como Lina vuelve a ser Lina, y superando su agresión poco a poco, aunque aún no recordaba a su agresor. No me imaginaba la cantidad de problemas que cargaba Lina detrás de ella, como el desapego con su madre, y desconciertos con su hermano, y yo simplemente no entendía como esas tres personas tan diferente podían ser familia. Lina parecía más hermano de Santiago, e hija de Laura y Gabriel, que de su verdadera familia. -Estoy escribiendo una novela. – dijo Lina cuando
Salgo y cierro con llave la puerta de la habitación donde tengo encerrada a Fernanda Detrás de la puerta escucho sus sollozos, y sin pensar una sonrisa se instala en mi rostro. Me gusta jugar con Santiago, con su desesperación y su amor perdido, el hecho de que él se vuelva loco buscándola, es como una inyección de adrenalina que me activa a seguir. Ya es hora de que él pague por lo que me arrancó de mi lado, no es justo que dos los perdiéramos a Liliana por su obsesión. Santiago sentiría lo mismo que yo sentí cuando la perdí, solo que esta vez él sabría que ella está viva y fuera de su alcance. Olvido los planes de mi venganza y me concentro en Pablo, el hombre que cuida la puerta de Fernanda. - ¿Por qué me llamas? – pregunté bajando las escaleras al primer piso con Pablo tras mis pies. -Han telefoneado diciendo que incautaron la casa de Oregón, se llevaron toda la mercancía. ¡Mierda! La policía no dejaba de perseguirme, y con Santiago presionando por tener secuestrada a F
Ocho años atrás. No debo estar parada aquí, al menos no frente a la puerta de Mario. Retrocedo uno pasos de camino a la escalera, tengo que regresar al autor y salir de prisa. No puedo hacer esto, no pudo romperle el corazón a Mario. Mi relación con Santiago depende de un hilo, un fino hilo que no deja de tambalearse, y yo... Ya no sé a dónde voy ni lo que quiero. Cuando estoy por bajar al primer escalón escucho que una puerta se abre a mis espaldas, y una voz que me congela por completo. Es Mario. - Liliana – dice en una entonación alegre, tan distante de mi ánimo. Suspiro, y pienso en que si Mario me encontró cuando huía, era señal de lo que debía hacer. Que él y yo terminemos con nuestra extraña relación, que nunca nos volviéramos a ver, era lo mejor que podía ocurrir entre nosotros, ya habíamos dañado mucho a Santiago. Giro sobre mis pies, y aún me sigo preguntando qué hago aquí. - ¿Qué haces aquí? – evito mirarlo a los ojos. – Espera, te estabas yendo sin tocar. –
Faltaba poco, solo tres días, y Mario y yo nos veríamos en los tribunales. Esta vez mi primo estaría encerrado entre rejas, y nunca volvería a hacer daño a alguien más. Pienso en Fernanda como siempre, y su recuerdo es vivo y palpable. Ella es hermosa, leal, cálida, de las que te roban el alma con una sonrisa, y Fernanda no paraba de acumular cargos. Yo simplemente la quiero. Cavilo en los últimos ocho años, viviendo en lo que creía mi infierno personal, si saber que era lo que esperaba, hasta que Fernanda llegó. Supongo que así es la felicidad, momentos e instantes que uno no espera y te llenan de vida. Fueron años en los que estuve oculto, reprimiendo mis emociones, sintiendo una culpa que no me pertenece, creyendo que pude haber hecho algo diferente y ella aún seguiría aquí. Pero no. Quizás sí. Eso no puedo saberlo, y no me voy a comer la cabeza, ni negarme la felicidad, por algo que no fue mi decisión. Nunca olvidaré a Liliana, no obstante, eso no significaba que no siguiera