Ella tiene amanecía

El doctor terminó de examinar a Isabela, quien yacía en la cama del hospital, con el rostro pálido y una venda alrededor de su cabeza. Khalid estaba de pie junto a la puerta, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, observando cada movimiento del médico. Nadia, sentada al lado de la cama, sostenía la mano de Isabela, tratando de calmar sus propios nervios. Cuando el doctor le preguntó su nombre, Isabela frunció el ceño, confundida.

“¿Mi nombre?” repitió, como si fuera una pregunta extraña. Miró a su alrededor, buscando algo que le diera una pista, pero su mente estaba completamente en blanco. “No lo sé… no lo recuerdo.”

Nadia sintió un nudo en el estómago. “Isabela,” dijo suavemente, apretando su mano. “Te llamas Isabela Montoya.”

Isabela la miró, pero sus ojos estaban llenos de confusión. “¿Isabela?” repitió, como si la palabra no tuviera ningún significado para ella. Luego, su rostro cambió, y una expresión de pánico apareció en sus ojos. “El niño,” murmuró, su voz quebrándose. “
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