Frustrada por el fracaso de la cena, Samira decidió cambiar de estrategia. Esta vez, intentaría sembrar dudas sobre la moralidad de Isabela. Contrató a un investigador privado para que indagara en el pasado de la joven, con la esperanza de encontrar algo que pudiera usar en su contra. Durante días, el investigador recopiló información sobre Isabela, revisando su vida en España, sus relaciones familiares y su historial laboral.

Cuando el informe llegó a manos de Samira, lo leyó con avidez, esperando encontrar algo escandaloso. Sin embargo, el documento no contenía nada comprometedor. Isabela había llevado una vida sencilla y honesta, trabajando como profesora de arte y dedicando gran parte de su tiempo a actividades benéficas. Su familia, aunque modesta, era respetable, y no había ningún indicio de comportamiento cuestionable.

Samira, furiosa por haber gastado tiempo y dinero en vano, decidió inventar un rumor. Comenzó a contarle a algunas de sus amigas más cercanas que