Desde el otro lado del salón, Khalid observaba la interacción con atención. Cuando vio a Diego abrazar a Isabela, algo dentro de él se agitó. No estaba acostumbrado a sentir celos, pero en ese momento, una sensación incómoda comenzó a crecer en su pecho. Decidido a intervenir, caminó hacia ellos con pasos firmes.“¿Todo está bien aquí?” preguntó Khalid, con un tono calmado pero firme, mientras se colocaba al lado de Isabela.Diego, que aún estaba procesando las palabras de Isabela, levantó la vista hacia Khalid. Sus ojos oscuros se encontraron con los de Khalid, y por un momento, el ambiente se volvió tenso. Diego, con su temperamento fuerte y su naturaleza protectora, no podía evitar sentir una oleada de celos al ver a otro hombre tan cerca de Isabela.“¿Y tú quién eres?” preguntó Diego, con un tono desafiante.Khalid, sin perder la calma, respondió: “Soy Khalid Al-Fassi, el anfitrión de este evento. Isabela trabaja conmigo.”Diego frunció el ceño, y su mandíbula se tensó aún más. “¿
El evento había terminado, pero en la mente de Isabela, todo seguía girando. Las palabras de Diego, el hombre que aseguraba ser su persona, resonaban en su cabeza. No podía entender cómo alguien que parecía conocerla tan profundamente podía provocarle tanta confusión. Había algo en sus ojos, en la manera en que la miraba, que la hacía sentir un vacío inexplicable. Y luego estaba Khalid, siempre cerca, protegiéndola de todo, incluso de sí misma. Era su refugio en medio de una tormenta de emociones que no lograba comprender.Esa noche, mientras paseaba por el jardín del palacio de Khalid, Samira la encontró sentada bajo un árbol, con la mirada perdida en las estrellas. Isabela había estado así durante horas, intentando poner en orden sus pensamientos.“¿Qué te preocupa, hija?” preguntó Samira, acercándose con la calidez maternal que siempre la caracterizaba.Isabela suspiró y miró a la mujer que se había convertido en una figura importante en su vida. “No lo sé, Samira. Todo esto… Diego
Mientras tanto, Isabela estaba con Margaret, quien había traído un álbum de fotos lleno de recuerdos. Margaret le mostraba imágenes de su vida en España, de los momentos felices que habían compartido juntas. Pero aunque Isabela miraba las fotos con atención, no lograba recordar nada.“Lo siento, Margaret,” dijo, con un tono triste. “Quiero recordar, pero… no puedo. Es como si todo eso le hubiera pasado a otra persona.”Margaret tomó su mano y la apretó con cariño. “No te preocupes, cariño. Lo importante es que estás aquí, con nosotros. Y aunque no recuerdes el pasado, siempre serás parte de nuestra familia.”Isabela sonrió débilmente, agradecida por el apoyo de Margaret. Pero en el fondo, no podía evitar sentirse perdida. Su corazón estaba dividido entre el deseo de recuperar su pasado y la incertidumbre de lo que eso podría significar para su presente.Esa noche, Khalid estaba en su estudio, reflexionando sobre lo que había sucedido. Sabía que Diego no se rendiría fácilmente, y eso l
Isabela lo miró con incredulidad. “¿Casados? Si eso fuera verdad, ¿dónde está el anillo? ¿Por qué no recuerdo ni un solo fragmento de ti? Esto parece más una mentira que otra cosa.”Diego sintió que el mundo se le venía abajo. No podía soportar que Isabela lo negara de esa manera, que rechazara todo lo que habían compartido. En un impulso desesperado, la tomó de la mano, pero ella se apartó rápidamente, como si su contacto le quemara.“¡No te acerques!” exclamó Isabela, su voz cargada de temor y confusión.Pero Diego, en su desesperación, no pudo detenerse. La sujetó por los hombros y, antes de que ella pudiera resistirse, la besó. Fue un beso lleno de angustia, de amor, de desesperación. Sin embargo, para Isabela, fue como un golpe. Su corazón comenzó a acelerarse, y una sensación de pánico la invadió. Se apartó con fuerza, empujándolo mientras su respiración se volvía errática.“¡No vuelvas a hacer eso!” gritó, su voz temblando. “No tienes derecho a tocarme. No sé quién eres ni qué
Ella lo miró, sus ojos llenos de angustia. “¿Por qué no puedo recordarlo todo? ¿Por qué solo siento este dolor? ¡Es como si algo dentro de mí estuviera roto!”En ese momento, la puerta se abrió bruscamente, y Diego entró en la habitación. Su rostro estaba marcado por la culpa y la preocupación, pero también por una determinación que Khalid reconoció de inmediato. Diego había venido a buscar respuestas, pero su presencia solo parecía intensificar el caos emocional de Isabela.“¿Qué haces aquí?” preguntó Khalid, levantándose de inmediato. Su voz era baja, pero había una amenaza implícita en su tono.Diego levantó las manos en un gesto de rendición, pero su mirada estaba fija en Isabela. “Solo quiero saber cómo está. No puedo quedarme sin hacer nada mientras ella sufre.”Isabela, al escuchar su voz, giró la cabeza hacia él. Pero su mirada no era de alivio ni de reconocimiento; era de confusión y miedo. “¿Por qué estás aquí? ¿Qué quieres de mí?”Diego dio un paso hacia ella, pero Khalid s
En su mente, Isabela estaba atrapada en un lugar oscuro. No había luz, no había salida. Sus manos temblaban mientras intentaba orientarse en la penumbra, pero todo lo que tocaba era frío y áspero. Sentía el suelo bajo sus pies, duro y helado, y un eco distante resonaba con cada paso que daba.“¿Dónde estoy?” murmuró, su voz temblorosa. Pero no hubo respuesta.De repente, sintió algo en su mano: un objeto frío y ligeramente cortante. Miró hacia abajo y vio que sostenía un tazón roto. La cerámica tenía bordes afilados, y al apretarlo, un pequeño hilo de sangre comenzó a correr por su palma. No entendía por qué lo tenía ni qué significaba, pero lo sostuvo con fuerza, como si fuera lo único que la conectara con la realidad.Caminó hacia adelante, tropezando en la oscuridad. A lo lejos, vio una puerta. Su corazón se aceleró al verla, como si representara la esperanza de escapar de aquel lugar. Corrió hacia ella, pero cuando llegó, la puerta estaba cerrada. Golpeó con fuerza, sus puños reso
La noche había caído hacía horas, y el aire pesado parecía reflejar la tensión que se avecinaba. Khalid estaba de pie junto a la ventana, observando la oscuridad exterior con el ceño fruncido. Su mandíbula estaba apretada, y sus manos se cerraban en puños a los costados. Había enviado a buscar a Diego, y ahora esperaba. No porque quisiera hablar con él, sino porque sabía que debía hacerlo.Desde que Isabela había despertado gritando, clamando por un bebé perdido, Khalid no había podido encontrar paz. Había algo en esas palabras, en el dolor desgarrador de su voz, que lo había marcado profundamente. Y aunque odiaba admitirlo, sabía que Diego tenía respuestas. Respuestas que él necesitaba, no solo para entender lo que Isabela estaba enfrentando, sino para protegerla.La puerta del despacho se abrió, y Diego entró. Su figura alta y erguida irradiaba confianza, pero había algo en su mirada que revelaba un cansancio interno, una lucha constante que lo seguía como una sombra. Sus ojos se en
Khalid se quedó en silencio por un momento, dejando que las palabras de Diego se asentaran. Finalmente, habló, su voz baja pero cargada de intensidad. “¿Y ahora qué? ¿Esperas que simplemente te la entregue? ¿Después de todo lo que ha pasado?”Diego lo miró fijamente, sus ojos llenos de determinación. “Isabela me pertenece. Ella es mi esposa, y haré lo que sea necesario para recuperarla.”Khalid dio un paso hacia él, su mirada tan afilada como una daga. “Isabela no pertenece a nadie. Es una mujer, no un objeto. Y mientras esté bajo mi cuidado, no voy a permitir que nadie, ni siquiera tú, le haga daño.”“¿Y qué pasa contigo?” replicó Diego, con una sonrisa amarga. “¿Acaso no la ves como tuya también? ¿No estás haciendo lo mismo que yo?”Khalid lo miró fijamente, su mandíbula apretándose. “La diferencia es que yo estoy dispuesto a dejarla ir si eso es lo que ella quiere. Mi único objetivo es protegerla, incluso de sí misma si es necesario.”Los dos hombres se miraron fijamente, la tensió