Pienso detenidamente mucho en lo que va a suceder en unas horas, miro por la ventana de mi habitación y ya los invitados están llegando.
—Ame, ya los invitados están llegando. — escucho a mi hermana decirme y volteo a verla. —Me imagino que por el nerviosismo no dormiste bien, porque tienes esa cara que asustaría hasta un fantasma. — sonrío un poco con sus palabras y camino hacia ella.
—Por eso he evitado mirarme en el espejo. — le respondo y ella sonríe.
—Ven, te voy a maquillar rápido para que te arregles, todos te van a estar esperando. — me empuja hacia el asiento de mi cómoda para empezar a maquillarme.
La miro muy concentrada en su trabajo, sin tan siquiera decirme una sola palabra.
—¿Por qué te niegas tanto a aceptar a Eduardo? —le pregunto y ella se detiene un momento para después seguir.
—Porque sé que no te ama tanco como dice. — es su simple respuesta.
La mira para intentar descifrar lo que ella vio, que yo no vi, algo que me advirtiera de los verdaderos sentimientos de Eduardo.
—Eduardo nunca ha tenido ese dominio sobre ti y ni hablo de un dominio de poder, hablo de ese dominio que una persona que te ama y amas, causa sobre ti. No sé si me explico bien. La cosa es que te he visto enamorada y aunque no todos los amores son iguales, el verdadero te ayuda a levantarte y él no estaba haciendo eso. Ustedes cuando hablaban era de trabajo o de inversiones futuras, y si cambiabas a algo que te atraía, él lo llevaba al ámbito del trabajo. Tal parecía que eran compañeros de trabajo, más que una pareja que se aman. Y lo más importante es que no sonreías mucho. — termina diciendo y yo volteo mis ojos al espejo.
Anabel tiene razón, esta relación se trataba de lo que yo quería o del trabajo, nunca me decía que no y era excesivamente condescendiente conmigo, aún en cosas que en su rostro se dejaba ver que para nada le agradaba.
—Pero entiendo que así se entiendan, solo es mi opinión Ame, solo tú tienes el poder de seguir adelante y si él te hace feliz, o eso sientes, entonces yo seguiré agarrándote de la mano. — me besa la mejilla y sigue con su trabajo.
Sonrío porque así somos, aunque estemos enfadadas la una con la otra, lo dejamos a tras cuando llega alguna ocasión importante aparece en nuestras vidas…
Minutos después ya todo estaba listo, yo, principalmente estaba decidida y hermosa para la ocasión. Mi hermana salió hace unos instantes y me dejó sola, para que terminara de acomodarme. Miro una vez más por la ventana y ya el lugar está completo de personas sonrientes. Sigo recorriendo el lugar y sonrío al ver a Draco molestando a Anabel, para al final abrazarla y darle un beso en la corona de su cabeza.
Suspiro y con fuerzas reunidas me dispongo a salir de la habitación para hacer la mayor locura que he cometido en mi vida….
Voy caminando poco a poco, con dirección a donde se encuentra el banquete y las personas, cuando me encuentro de frente con mi abuela.
—Estás, radiante. — me dice con una enorme sonrisa en sus labios y los ojos aguados.
—Gracias. — fue lo único que pudo salir de mi apretada garganta, porque a decir verdad solo quería gritarle y de una vez por toda, terminar con esta mentira. —Tengo que ir a la cocina por un vaso de agua, dile a Eduardo que en un momento estoy con él. — fuerzo una sonrisa antes de volver sobre mis pasos y dirigirme a la cocina.
Llego a la alacena y pongo mis palmas sobre la losa fría, el valor se ha drenado como agua por un agujero al vacío y solo quiero llorar.
—Dios mío, qué hago. — le pregunto a la nada y siento como mis lágrimas fuerzan su salida. — No puedo hacer esto, no cuando solo hay interés de por medio. — lucho conmigo misma, una parte quiere salir corriendo y otra solo quiere seguir adelante.
—No te estás casando, así que no deberías de tener nervios de novia. — dice su voz en forma de burla y me volteo rápidamente para encontrarme con la única persona que puede ser agitarme, pero a la misma vez darme paz.
—¿Qué haces aquí? — le pregunto intentando ocultar mi perturbación.
Me mira de arriba a abajo, detallando en mi vestido. —Tu padre me invitó. —
—Sabes a lo que me refiero. —
Da dos pasos atrás y se deja caer sobre el marco de la puerta, para cruzar sus pies y encogerse de hombros mientras los cruza también, dándole un aire despreocupado, pero a la vez algo potente debido a la ropa que trae puesta: un pulóver con una camisa negra desabrochada y unos pantalones de mezclilla negro, un atuendo algo salido a la etiqueta de un compromiso, cosa que me hace sonreír.
—Siempre en contra de las etiquetas, es bueno saber que eso no lo has cambiado. — le digo recordando las constantes luchas entre nosotros por la forma en la que se vestía para ir a una cena o a una fiesta.
—Y tú siempre tan honesta, lo único que no me agrada es que te hayas vuelto tan conformista. — me crítica y yo arrugo mi seño. — La Amelia que yo conocía no se conformaba con tan poco. — me tira y yo solo me ergo en mi postura.
—La Amelia que conocías murió cuando la abandonaste. — le acuso de regreso y el endurece su rostro.
—Te esperan afuera. — son sus últimas palabras antes de dar media vuelta y alejarse por la puerta que un minuto después estoy cruzando yo.
Las personas a mi alrededor tienen una sonrisa, son unos pocos los invitados, esa es la suerte, la mayoría son de la familia y algunas amistades.
Mantengo la misma sonrisa falsa en mi rostro para con todos, hasta que llego a mi traicionero prometido.
—Estás hermosa. — me dice antes de intentar besarme, pero yo le volteo la cara y me besa en la mejilla.
—No quiero que se me corra el labial. — uso la estúpida frase de cualquiera mujer que no quiere ser besada.
—Siempre tan al pendiente de tu estilo. — me dice y yo me obligo a sonreírle, ya no lo veo ni tan siquiera como un amigo, la visión que tenía de él, se desvaneció, para solo dejar un hombre que no me interesa en lo más mínimo.
El tiempo sigue pasando y cada vez queda menos para que se realice el anuncio de nuestro compromiso, todos a mi alrededor solo saben reír y felicitar, por mi parte solo quiero huir y esconderme. Siguiendo mis instintos trato de pasar sin que nadie me vea y vuelvo a entrar a la casa, voy directo al despacho de mi papá con la intención de tomarme un trago, algo que me de fuerzas y valor.
—Estás loca, cómo vas a estar aquí adentro y tomando, falta poco para que se realice el anuncio de tu compromiso. — entra mi hermana despavorida al despacho.
—No puedo. — es lo único que le digo al verla y dejo que mis lágrimas salgan de mis ojos. —No puedo comprometerme con él Anabel. — le digo y ella corre hacia mi con los brazos abiertos y una mirada de dolor, reflejo de la mía.
—Dios, Amelia. — es lo único que dice cuando me enreda entre sus brazos.
—No tengo el valor para renunciar, pero tampoco lo tengo para seguir adelante con esto. — le confieso y ella me mira de forma serie.
Da unos pasos lejos de mi y me mira a los ojos como buscando algo y creo que lo encontró, porque suspira y afirma con la cabeza.
—No sé qué pasó para que te echaras para atrás de tal forma, pero no te preocupes. Hoy no va ha ver compromiso Anabel, quédate aquí. — y sin más, da media vuelta y sale cerrando la puerta del despacho cerrada a su espalda.
Eso me dejó aún mucho más nerviosa de lo que yo pensaba y más indecisa, una parte me dice que debería de haber seguido adelante, mientras que la otra se encuentra aliviada.
Los nervios aumentaron y para calmarlos me sirvo otro trago, no sé qué tiempo pasa, solo sé que de un momento a otro se formó una gritería y la curiosidad pudo más que yo. Mis pies me llevaron a afuera de la casa y me encuentro con un círculo, Draco y Eduardo estaban en medio golpeándose.
La escena me dejó petrificada, hasta que alguien los separó, ya que Draco toma ventaja y le da un derechazo a su contrincante, mi prometido, y lo deja fuera de combate.
—Lárgate de aquí, eres una bestia. — grita mi abuela en dirección a Draco mientras que algunos invitados ayudan a levantar a un inconsciente Eduardo del suelo.
Draco escupe a un lado y se acomoda su ropa antes de dar media vuelta para marcharse. Su mirada se une con la mía y pasa por mi lado.
—Disculpe los inconvenientes. — lanza una sonrisa y antes de poder decir nada, se marcha.
Yo me quedo quieta en el medio del rebullicio de personas, sin saber muy bien, qué fue lo que pasó. Alzo mi mirada hacia mi hermana y ella me mira con ojos algo abiertos por la sorpresa…
DracoTanto tiempo ha pasado desde la última vez que estuvimos juntos en un mismo espacio. Bastaba verla a ella, con su sonrisa, para que, hasta los días más turbios para mí, se aclararan. Ten alegre y positiva desde niña. Todos los días de mi vida doy gracias por verme entrometido cuando desde lejos vi a aquellos niños hacer llorar aquella niña con motonetas. Solo alejarlos e irme, pero cuando me miró con aquellos ojos grandes llenos de rebeldía algo dentro de mí se activó y fue como si algo me impulsara a prometerme que nadie la volvería a molestar; yo sería su protector. Pasó el tiempo y seguimos encontrándonos, ella, con su sonrisa, no le interesaba dónde o cómo o con quién estuviera, llegaba como dueña de todo y se apoderaba de mi atención…Sonrío de lado rememorando todos esos momentos, mientras camino a la sede central de la compañía con la cual haré negocios. No voy a mentirme, me encuentro nervioso porque después de siete años y de tantas veces mirarla a escondidas, la volver
Amelia.Me encuentro quieta en mi puesto, trato de no moverme y es que, aunque quisiera, no podría, solo veo a un Eduardo medio inconsciente en frente mío. Mi padre y hermana se disculpan por lo ocurrido y despiden a todos de la fiesta, así es, no hubo compromiso. Mi abuela lo único que sabe es preguntarle a mi novio si se encuentra bien.—Deberías denunciarlo. — escucho a mi abuela decirle a Eduardo, el pobre tiene el rostro todo golpeado. — Es un salvaje, siempre lo ha sido. No importa cómo se vea, un salvaje sin educación siempre será eso. — prosigue mi abuela quejándose y a mí solo se intensifica mi dolor de cabeza.Las copas de wisky o tequila que me tomé, ya ni recuerdo que era, empiezan a hacerme estragos a mi persona.—Valla, no pensé que de esta forma cancelarías el compromiso Anabel. — le hago saber a mi hermana que está a mi lado, mirando todo.Ya los invitados se fueron y solo quedamos nosotros cinco en la casa, mi padre contrario a lo que pensé, se encuentra muy calmado c
AmeliaEl resto del día solo había una cosa en mi cabeza y era el maldito beso, lo intenté con todas mis fuerzas pero caí en sus garras. Después de pensarlo y de cansarme de estar enojada conmigo misma por mi estupidez, me prometí no dejarme volver a caer en su trampa, no es un lujo que me pueda permitir darme.Luego de evitarlo por todos los medios, llegó la hora de marcharme a casa. Al llegar volví a caer en cuenta del problema que tenía encima. Tendría que hablar con mi padre respecto a lo ocurrido y por como lo dejé en la mañana, sé que no ha de estar para nada contento. Llego y voy directo al despacho, sé que ha esta hora ahí es donde se encontraría.Abro la puerta despacio y veo la imagen de mi padre de pie en la esquina de la ventana, apoyado de lado, como siempre. Eso me da nostalgia ya que siempre estaba así para dejarle espacio a mi madre para que se recostara contra él y de esa manera, abrazados, ver la puesta de sol. Mi garganta arde al ver desvanecerse la imagen de mi ma
Draco Luego de aquel beso, Anabel se dedicó a evitar hablar conmigo más de lo necesario, cosa que yo detestaba. Ese beso solo reafirmó mi propósito de estar a su lado y de quererla solo para mí. Jamás voy a poder olvidar el contacto de sus labios y lo caliente de su respiración contra mi rostro. Flash Back —Vamos Draco, todos los demás vamos a ir. — dice de forma sugerente Cata. —No puedo Cata, ya quedé con Amelia de que la llevaría a la playa. — le digo por duodécima vez creo. Hace más de veinte minutos que está detrás de mí para que valla con el grupo a la fiesta en la piscina que nos invitaron. —Esa niña de nuevo. — dice de forma asqueada, trato de ignorarla mientras sigo mirando a lo lejos esperando a que aparezca mi fierecilla. —Sabes que es menor de edad ¿cierto? — me dice y yo la miro serio. En todo el tiempo que la conozco, nunca he tenido o sentido deseo sexual por esa niña, que me atrae a sentir cariño y puede que, hasta amor, pero nunca, nunca, la he visto con los oj
Amelia Rodriguez, ese es mi nombre. Me levanto de la cama, me estiro mis músculos y con una sonrisa me dirijo al baño, no sin antes mirarme en el espejo y detallar en cada curva de mi cuerpo.Doy una vuelta y aguanto la respiración para disimular que no tengo un saliente abdomen, no una exageración, pero si algo notable. Miro la zona de mis caderas y glúteos y veo las mismas marcas que desde que tengo quince años me acompañan, las malditas estrías. Suspiro y dejo de mirarme para continuar con mi camino hacia el baño, ya que como quiera que sea es mi cuerpo y aunque imperfecto lo amo.A mis veintisiete años, mi cuerpo se ha mantenido bastante bien y durante todo este tiempo los pretendientes no me han faltado, así que con todas mis fallas y todo sigo siendo hermosa.Luego de mi baño mañanero y prepararme para el trabajo, bajo las escaleras y voy al comedor donde ya se encuentra mi querida hermana, mi abuela y mi padre.—Buenos días. — saludo de forma alegre.—Buenos días Ame. — me salu
Al abrir la puerta pude sentir mi mundo caerse encima y como las cadenas que por tanto tiempo enredé en mi corazón para que se mantuviera encerrado fueron explotando eslabón por eslabón. Nunca pensé el volver a verlo y mucho menos el tenerlo en frente de la forma en la que en estos momentos está sucediendo.—Draco. — su nombre sale de entre mis labios sin tan siquiera proponérmelo, todavía no puedo salir de mi sorpresa.—Amelia. — es su simple respuesta, pero sus ojos, sus ojos cafés dejan ver la muestra de reconocimiento al verme.—Me alegra que hallas venido Amelia, quería que fueras la primera en enterarte de mi decisión. — interrumpe mi padre con su actitud seria.Al escucharlo me obligo a atenderlo y dejar de lado al hombre que rompió mi corazón y desapareció en el momento que más falta me hizo. El culpable de que odie la palabra amor y lo que ella representa.Me adentro a la oficina y queda a su derecha, en todo el trayecto evito mirarlo y controlo los nervios que me produce el
AmeliaEs la hora de la cena y todos nos encontramos reunidos, Eduardo se encuentra muy emocionado, solo habla de que todo está listo para la fecha señalada, mi abuela, ni que decir, esa es otra que sueña con ver el vestido que escogí y que desea que combinara con los vestidos que hoy escogieron. Por mi parte, solo puedo decir que por mucho que lo intento, no puedo olvidar el que a partir de mañana estaré trabajando con Draco.—¿Amor, te encuentras bien? — me pregunta Eduardo logrando así que salga del mar de pensamientos en los que me meto.Volteo para mirarlo y con una sonrisa sumamente forzada me dispongo a contestarle.—Si amor, todo bien. Solo estaba pensando en cosas de la empresa. — le contesto.—Siempre tan responsable y pensando solamente en la empresa. — toma mi mano y la lleva a sus labios para besarla. — Sé que te preocupa la empresa, pero me gustaría que por lo menos en estos dos días le dedicaras más tiempo a nuestro compromiso. — concluye diciendo y yo afirmo con la cab