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Amor Sufrido
Amor Sufrido
Por: RoseBlack
Capítulo #1: Regreso al pasado. 1ra parte

Amelia Rodriguez, ese es mi nombre. Me levanto de la cama, me estiro mis músculos y con una sonrisa me dirijo al baño, no sin antes mirarme en el espejo y detallar en cada curva de mi cuerpo.

Doy una vuelta y aguanto la respiración para disimular que no tengo un saliente abdomen, no una exageración, pero si algo notable. Miro la zona de mis caderas y glúteos y veo las mismas marcas que desde que tengo quince años me acompañan, las malditas estrías. Suspiro y dejo de mirarme para continuar con mi camino hacia el baño, ya que como quiera que sea es mi cuerpo y aunque imperfecto lo amo.

A mis veintisiete años, mi cuerpo se ha mantenido bastante bien y durante todo este tiempo los pretendientes no me han faltado, así que con todas mis fallas y todo sigo siendo hermosa.

Luego de mi baño mañanero y prepararme para el trabajo, bajo las escaleras y voy al comedor donde ya se encuentra mi querida hermana, mi abuela y mi padre.

—Buenos días. — saludo de forma alegre.

—Buenos días Ame. — me saluda mi hermana Anabel con una sonrisa y yo le sonrío sinceramente, ella es la única que logra ese efecto en mí.

Voy hacia ella y le dejo un beso en la mejilla, me sonríe y me mira con ese brillo en los ojos, brillo que hace muchos años yo perdí.

—Me imagino que ya tienes todo arreglado con referencia a tu compromiso. — dice mi padre una vez que me siento en la silla.

Lo miro atentamente y detallo ya en su rostro agotado, después de la muerte de nuestra madre, pasó de ser a un hombre jovial a uno completamente serio, y aunque no es un mal padre sé que, a Anabel, le afectó mucho ese cambio. Yo no lo culpo, no cambió porque quisiera, sino que de la única forma en la que podía enfrentar la muerte de mi madre era esa. Muchas veces la única forma de no morir de dolor es cerrar el corazón bajo llave y no permitirse sentir nada, ningún sentimiento más allá de lo necesario.

—Eduardo, ya lo tiene todo listo, dentro de dos días es la celebración. — le respondo y él me afirma con la cabeza y sigue comiendo su desayuno, lo que me hace interpretar que no hablará más del tema.

Pienso en mi inminente compromiso y sí, me siento algo emocionada, lo suficiente para ser consciente de lo que voy a hacer. Eduardo del Monte, un hombre de treinta años y que con mucho empeño logró el tener un lugar en mi vida. Es un hombre trigueño de pelo negro, mide alrededor de un metro con setenta y ocho centímetros, nueve centímetros más que yo. Mi abuela es amiga de su madre y sé que de alguna manera el que estemos juntos es el resultado de sus empeños porque estemos juntos, un sueño que tienen y bueno, que les hace felices.

—Amelia, ¿me puedes llevar a la universidad? — escucho a mi hermana preguntarme.

—Claro, no hay problema. — le respondo con una sonrisa.

—Yo voy con Estrella a ver los vestidos para el compromiso. — comenta mi abuela y yo le sonrío, creo que es la más emocionada con este acontecimiento. — Me alegra mucho que le hallas dado una nueva oportunidad al amor. — me sonríe y yo solo mantengo la misma expresión que tenía, no quiero decir algo que la saque de su error.

En lo que trascurre el tiempo lo que hacemos es desayunar en silencio, como casi siempre.

—Buenos días familia. — saluda un sonriente Eduardo, lo que hace que en la mesa hallan diferentes reacciones.

Mi abuela lo saluda de forma emocionada, mi padre solo lo mira y lo saluda con un asentamiento de cabeza. Mi hermana es la que no disimula lo mal que le cae Eduardo, en su rostro se deja ver claramente lo que piensa de él y ni que decir de mi decisión de comprometerme con él.

—Hola amor. — me saluda con un beso en la comisura del labio, desde un principio le pedí que evitara los besos en los labios en frente de otras personas, no me gustan.

—Hola. — le digo y le hago espacio en una de las sillas a mi lado. — ¿Quieres café? — le pregunto y el me afirma.

Mientras me dedico a prepararle una tasa con café, él intenta sacarle conversación a mi padre, cosa que es difícil pero que por educación mi padre le responde, la que si no da su brazo a torcer es mi hermana.

—¿Cómo te va con la universidad Anabel? — le pregunta.

—Bien. — responde a secas. — Ya es hora de irnos Amelia, voy por mis cosas, te espero en el carro. — continúa diciendo, interrumpiendo así la conversación que Esteban quería empezar con ella.

La veo levantarse y desaparecer por el corredor, yo solo suspiro y niego con la cabeza.

—Disculpa a Amelia, está en exámenes y anda algo tensa. — la disculpo con Eduardo y el solo niega con una sonrisa, es un muy buen hombre. — Yo me voy, quedé con llevarla a la Universidad. — le explico mientras me levanto y le doy un beso.

Salgo decidida a hablar con Anabel, esto no puede continuar así. Al llagar al carro, ella ya está en el asiento del acompañante viendo algo en unos papeles. Mi hermana es una muy buena estudiante y ahora que ya está terminando su carrera de intérprete se mete de lleno en esto.

—Anabel, esto no puede continuar así. — le digo, cuando ya hay un tramo recorrido.

—No sé a qué te refieres. — dice simplemente y la miro un instante antes de volver la mirada al camino.

—Sabes a lo que me refiero, no hay que ser muy inteligente para concluir que te hablo de la forma en la que tratas a Eduardo. — le recrimino.

—No voy a hablar de eso contigo Amelia, sabes lo que pienso, así que no me vas a hacer cambiar de parecer. Con tu prometido solo hablo lo necesario, no me pidas más. — me contesta y vuelve su atención a sus papeles, pero yo no voy a dejar que esto se quede así.

—Eduardo será parte de la familia, no vas a estar ignorándolo siempre. —

—Ya veremos. — es su simple respuesta.

Detengo el carro porque ya llegamos a la entrada de su escuela y me volteo hacia ella.

—No entiendo que tienes en contra de Eduardo. —

—En contra de Eduardo, que creo que no te ama de verdad. En contra del compromiso, lo tengo todo y más cuando se perfectamente que no lo amas. Es más hasta doy mi mano derecha para que me la corten a cambio de que ese compromiso no se llegue a dar. — me dice enojada, y escuchar eso hace que me enoja.

—¿Cómo puedes desear eso? —le pregunto herida.

—Siempre voy a desear lo mejor para ti, y sé que este compromiso no lo es. Él no es sincero cien por ciento con lo que siente por ti, y tú no sientes nada por él no como con …—

—Ni se te ocurra decirlo Anabel. — la detengo y le advierto con un dedo. — Ni se te ocurra mencionar su nombre Anabel. — le advierto y ella solo me mira a los ojos con pena.

—Y así te atreves a decirme que amas a Eduardo. Si lo amaras, su nombre o su recuerdo no causara esa agitación en ti. — me acusa antes de tomar sus cosas y bajar del auto para dejarme con un remolino de imágenes que luchan por salir de lo más recóndito de mi mente.

—Respira Amelia, respira. Todo está bien y va a seguir estándolo. — me trato de tranquilizar antes de tomar mi camino hacia la empresa.

Al llegar saludo a todos los empleados y subo al elevador para marcar el último piso, que es donde trabajo, en el mismo piso que el presidente, o sea, mi propio padre. El dueño de University Company, una compañía que se dedica a adquisiciones de empresas en ruinas para renovarlas o convertirlas en hoteles, dependiendo el lugar en el que se encuentren las construcciones.

Al llegar a mi oficina, dejo las cosas y me encamino a la de mi padre que estoy segura de que ya está aquí. Toco su puerta y espero a que escucho un delante de su parte, cuando decidí entrar con una sonrisa en el rostro lo menos que me imaginaba era que mi pasado estaría de regreso y que estaría de frente a él en este mismo instante…

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