Amelia
Es la hora de la cena y todos nos encontramos reunidos, Eduardo se encuentra muy emocionado, solo habla de que todo está listo para la fecha señalada, mi abuela, ni que decir, esa es otra que sueña con ver el vestido que escogí y que desea que combinara con los vestidos que hoy escogieron. Por mi parte, solo puedo decir que por mucho que lo intento, no puedo olvidar el que a partir de mañana estaré trabajando con Draco.
—¿Amor, te encuentras bien? — me pregunta Eduardo logrando así que salga del mar de pensamientos en los que me meto.
Volteo para mirarlo y con una sonrisa sumamente forzada me dispongo a contestarle.
—Si amor, todo bien. Solo estaba pensando en cosas de la empresa. — le contesto.
—Siempre tan responsable y pensando solamente en la empresa. — toma mi mano y la lleva a sus labios para besarla. — Sé que te preocupa la empresa, pero me gustaría que por lo menos en estos dos días le dedicaras más tiempo a nuestro compromiso. — concluye diciendo y yo afirmo con la cabeza.
Eduardo tiene razón, lo más importante en este momento debería ser para mí, nuestro compromiso y nada debería opacar esa felicidad, ni siquiera el regreso de un hombre que significó mi todo en un tiempo atrás. Es por ello por lo que me centro en lo que están hablando y participo en la conversación sobre mi futuro compromiso.
Así es, Draco es, como dijo mi padre, solo el pasado de un amor de juventud, Eduardo, es mi presente y mi futuro…
—Ya queda poco para el gran día. — me dice Eduardo una vez que estamos solo en la entrada de la casa.
—Así es. — le sonrío y lo abrazo para intentar fundirme en él, una forma de escapar de todo el tormento que tengo en mi cabeza.
—Nos vemos mañana. Te amo. —me dice antes de darme un beso que la verdad no me hace sentir muchas cosas.
—Ten cuidado al regresar. — le digo de vuelta cuando termina de besarme, quiero poder decirle que lo amo de regreso, pero la realidad es que no salen de mí esas palabras.
Nos despedimos con unas palabras más antes de verlo alejarse por el camino en su carro. Suspiro sintiéndome agotada por el día que he tenido y ya el estrés está haciendo estragos.
Entro en la casa y me voy soltando el pelo para ver si de alguna forma siento alivio en mi cabeza. Subo las escaleras hasta mi cuarto y antes de poder cerrar la puerta veo a Anabel caminando hacia mi.
—Entra. — es lo único que digo antes de darle la espalda y dejar que ella cierre la puerta, mientras yo me decido a desvestirme para ponerme el piyama.
—Papá me contó. — me dice y yo solo asiento con la cabeza. —Amelia, sabes que no me gusta discutir contigo, lo de esta mañana solo fue un impulso porque sé lo que en verdad sientes. —
—No puedes saber lo que yo siento Anabel, tienes que entender que entre Draco y yo no hay nada, solo es pasado, Eduardo es mi presente. — le respondo de forma seria.
—De acuerdo, respeto tu decisión. — volteo a verla y ella me mira con lástima, cosa que no me gusta.
—Entonces no me mires de esa forma. —
—Dije que respetaba tu decisión, no que esté de acuerdo con ella. Si quieres casarte con una persona que no te ama tanto como te dice y que menos lo amas tú, ese es tu problema. —
—Por supuesto. —
—Perfecte, como dije ese es tu problema, tu decisión y la respeto, a cambio respeta mi decisión de no aceptar a Eduardo como mi familia. — son sus últimas palabras antes de voltear e irse, para dejarme con un sabor amargo en la boca…
Me miro en el espejo por última vez, detallando que no tenga ninguna arruga o imperfección en mi vestimenta, aunque quiero evitarlo no puedo dejar de sentirme nerviosa. Miro mi rostro y con el maquillaje no dejé muestra alguna de las ojeras que tengo como resultado de la mala noche que pasé.
Bajo las escaleras y todavía no hay nadie en el comedor, es mejor así, de esa forma no tengo que darle explicaciones a nadie. Salgo despavorida en busca de mi auto, con la intención de que comeré algo por el camino o en la misma empresa.
Llego al edificio que será mi nuevo lugar de trabajo, parqueo y me dirijo a la entrada, observo todo a mi alrededor y el lugar es sumamente elegante y bonito, con un aire de tranquilidad enorme. Voy a la recepcionista y sin tan siquiera decir mi nombre ya la muchacha sabía quién era yo, por lo que me da las indicaciones para que fuera hasta la oficina de Draco.
Llego hasta la puerta y en todo el camino no pude no darme cuenta por la cantidad de personas que me miraban de forma extraña y con curiosidad. Quitando eso de un lado, toco la puerta de forma ligera pero firme y no tardo en escuchar un “pase” desde adentro. Respiro profundamente y entro con una postura erguida.
—Buenos días. — me dice nada más ve.
Lo miro y no puedo negar que el verlo me hace sentir algo en mi estómago. Tan guapo como siempre, o más que antes. Tiene el cabello más largo que antes y una barba que lo hace ver mucho más varonil que antes.
—Buenos días. — le contesto al cerrar la puerta y caminar para sentarme en uno de los muebles que hay en frente de su escritorio.
—Te esperaba más tarde. — me confiesa.
—Tengo que adelantar lo que más pueda hoy, mañana no vengo y quiero estar lo más actualizada que pueda con respecto a esto. —
—Por lo del compromiso. — comenta con voz tensa y yo me le quedo mirando. —Tu parde me lo dijo, de paso me invitó. — se explica y yo asiento con la cabeza.
Por Dios cómo es posible que me esté pasando esto.
—Eres bienvenido. — le miento de forma amable. —Bueno, comencemos con el trabajo. — le apuro porque de alguna forma su mirada hacia mí me hace sentir algo incómoda.
Todo el día se resumió en Draco enseñándome mi nueva oficina, la cual decoró a mi gusto y lo relacionado con lo que la empresa hace, llegando a la cuestión de lo que vine hacer, el problema con los contratos y los negocios que han salido de buenas a primeras.
Estoy agotada, física y mentalmente, nunca he tenido tantos problemas para concentrarme en algo como lo fue hoy en compañía de Draco y sus miradas.
—Ya me marcho. — le hago saber y el levanta su mirada seria, la cual cambia cuando me ve.
—De acuerdo, que descanses. — se despide y de alguna forma veo la nostalgia en sus palabras.
—Igualmente. — nunca quise herirlo, pero así es la vida, cada uno sigue su camino.
Llego a casa antes de lo normal y veo el carro de Eduardo, lo que me deja saber que está en la casa. Entro en mi hogar y se encuentra en completo silencio, excepto unas voces que salen de la oficina de mi papá. Sigo tras ellas y me doy cuenta de que es Eduardo con mi abuela, los que están hablando.
—Todo ha sido con gran sacrificio, pero casi, casi cumplimos nuestra meta. — escucho a mi prometido decir, lo que me hace lo que me hace fruncir el ceño.
—Muchos años estuve detrás de ella para que sentara cabeza y de una vez por todas se casará, pero una vez tras vez me decía que no, que dejara de buscarle pretendientes, que nunca se casaría con alguien de forma impuesta, y ya vez, le encontré el novio que tanto quería. —
—Es que tiene buen ojo Doña. — ambos ríen y yo me quedo algo aturdida. —Pronto su deseo será concebido y yo, yo obtendré lo que tanto he querido. Ambos ganaremos, su nieta obtendrá un marido y yo obtendré una esposa y el capital para la empresa de mi familia. — le responde Eduardo.
—Espero que trates bien a mi nieta, es dura, pero tiene un corazón de oro. Esperemos que nunca se entere de esto porque de lo contrario, ni pensar en lo que podría hacer. —dice mi abuela y yo siento mis lágrimas correr por mis mejillas.
—Por mi parte, nunca se enterará. —
—Perfecto, ahora solo queda esperar porque pronto pueda ver a mis bisnietos. — ríe mi abuela.
—Así será Doña, no se preocupe. — le responde su cómplice para dar paso a la risa de celebración de ambos.
Doy media vuelta y me voy sin que me vean, subo a mi cuarto y cuando cierro la puerta me permito llorar más libremente.
—¿Por qué me hacen esto? — pregunto a la nada en busca de respuestas. —¿Cómo es posible que mi propia abuela me esté haciendo esto a mí? — lloro y me lanzo a la cama para taparme la cara con una almohada y gritar hasta que la garganta me arde, hasta que me duele de tanto gritar.
No sé qué tiempo transcurre desde que estoy arriba de la cama, mirando al techo, sin tener un solo pensamiento coherente.
—Ame. — me llama mi hermana y yo solo cierro los ojos. —¿Estás bien? — me pregunta y siento como la cama se hunde con su peso. —No bajaste a comer, Eduardo quería subir, pero yo no lo dejé. — me acaricia mi cabello.
—Está bien, gracias. — le dije.
—Sabes que puedes contar cuando quieras conmigo. Te cubriré, les diré que estás dormida. — me besa y la escucho marcharse.
Mañana será un nuevo día, solo tengo que respirar y dejar que llegue la salida del Sol. Mañana pondré fin a toda esta falsa que me rodea.
Pienso detenidamente mucho en lo que va a suceder en unas horas, miro por la ventana de mi habitación y ya los invitados están llegando.—Ame, ya los invitados están llegando. — escucho a mi hermana decirme y volteo a verla. —Me imagino que por el nerviosismo no dormiste bien, porque tienes esa cara que asustaría hasta un fantasma. — sonrío un poco con sus palabras y camino hacia ella.—Por eso he evitado mirarme en el espejo. — le respondo y ella sonríe.—Ven, te voy a maquillar rápido para que te arregles, todos te van a estar esperando. — me empuja hacia el asiento de mi cómoda para empezar a maquillarme.La miro muy concentrada en su trabajo, sin tan siquiera decirme una sola palabra.—¿Por qué te niegas tanto a aceptar a Eduardo? —le pregunto y ella se detiene un momento para después seguir.—Porque sé que no te ama tanco como dice. — es su simple respuesta.La mira para intentar descifrar lo que ella vio, que yo no vi, algo que me advirtiera de los verdaderos sentimientos de Edu
DracoTanto tiempo ha pasado desde la última vez que estuvimos juntos en un mismo espacio. Bastaba verla a ella, con su sonrisa, para que, hasta los días más turbios para mí, se aclararan. Ten alegre y positiva desde niña. Todos los días de mi vida doy gracias por verme entrometido cuando desde lejos vi a aquellos niños hacer llorar aquella niña con motonetas. Solo alejarlos e irme, pero cuando me miró con aquellos ojos grandes llenos de rebeldía algo dentro de mí se activó y fue como si algo me impulsara a prometerme que nadie la volvería a molestar; yo sería su protector. Pasó el tiempo y seguimos encontrándonos, ella, con su sonrisa, no le interesaba dónde o cómo o con quién estuviera, llegaba como dueña de todo y se apoderaba de mi atención…Sonrío de lado rememorando todos esos momentos, mientras camino a la sede central de la compañía con la cual haré negocios. No voy a mentirme, me encuentro nervioso porque después de siete años y de tantas veces mirarla a escondidas, la volver
Amelia.Me encuentro quieta en mi puesto, trato de no moverme y es que, aunque quisiera, no podría, solo veo a un Eduardo medio inconsciente en frente mío. Mi padre y hermana se disculpan por lo ocurrido y despiden a todos de la fiesta, así es, no hubo compromiso. Mi abuela lo único que sabe es preguntarle a mi novio si se encuentra bien.—Deberías denunciarlo. — escucho a mi abuela decirle a Eduardo, el pobre tiene el rostro todo golpeado. — Es un salvaje, siempre lo ha sido. No importa cómo se vea, un salvaje sin educación siempre será eso. — prosigue mi abuela quejándose y a mí solo se intensifica mi dolor de cabeza.Las copas de wisky o tequila que me tomé, ya ni recuerdo que era, empiezan a hacerme estragos a mi persona.—Valla, no pensé que de esta forma cancelarías el compromiso Anabel. — le hago saber a mi hermana que está a mi lado, mirando todo.Ya los invitados se fueron y solo quedamos nosotros cinco en la casa, mi padre contrario a lo que pensé, se encuentra muy calmado c
AmeliaEl resto del día solo había una cosa en mi cabeza y era el maldito beso, lo intenté con todas mis fuerzas pero caí en sus garras. Después de pensarlo y de cansarme de estar enojada conmigo misma por mi estupidez, me prometí no dejarme volver a caer en su trampa, no es un lujo que me pueda permitir darme.Luego de evitarlo por todos los medios, llegó la hora de marcharme a casa. Al llegar volví a caer en cuenta del problema que tenía encima. Tendría que hablar con mi padre respecto a lo ocurrido y por como lo dejé en la mañana, sé que no ha de estar para nada contento. Llego y voy directo al despacho, sé que ha esta hora ahí es donde se encontraría.Abro la puerta despacio y veo la imagen de mi padre de pie en la esquina de la ventana, apoyado de lado, como siempre. Eso me da nostalgia ya que siempre estaba así para dejarle espacio a mi madre para que se recostara contra él y de esa manera, abrazados, ver la puesta de sol. Mi garganta arde al ver desvanecerse la imagen de mi ma
Draco Luego de aquel beso, Anabel se dedicó a evitar hablar conmigo más de lo necesario, cosa que yo detestaba. Ese beso solo reafirmó mi propósito de estar a su lado y de quererla solo para mí. Jamás voy a poder olvidar el contacto de sus labios y lo caliente de su respiración contra mi rostro. Flash Back —Vamos Draco, todos los demás vamos a ir. — dice de forma sugerente Cata. —No puedo Cata, ya quedé con Amelia de que la llevaría a la playa. — le digo por duodécima vez creo. Hace más de veinte minutos que está detrás de mí para que valla con el grupo a la fiesta en la piscina que nos invitaron. —Esa niña de nuevo. — dice de forma asqueada, trato de ignorarla mientras sigo mirando a lo lejos esperando a que aparezca mi fierecilla. —Sabes que es menor de edad ¿cierto? — me dice y yo la miro serio. En todo el tiempo que la conozco, nunca he tenido o sentido deseo sexual por esa niña, que me atrae a sentir cariño y puede que, hasta amor, pero nunca, nunca, la he visto con los oj
Amelia Rodriguez, ese es mi nombre. Me levanto de la cama, me estiro mis músculos y con una sonrisa me dirijo al baño, no sin antes mirarme en el espejo y detallar en cada curva de mi cuerpo.Doy una vuelta y aguanto la respiración para disimular que no tengo un saliente abdomen, no una exageración, pero si algo notable. Miro la zona de mis caderas y glúteos y veo las mismas marcas que desde que tengo quince años me acompañan, las malditas estrías. Suspiro y dejo de mirarme para continuar con mi camino hacia el baño, ya que como quiera que sea es mi cuerpo y aunque imperfecto lo amo.A mis veintisiete años, mi cuerpo se ha mantenido bastante bien y durante todo este tiempo los pretendientes no me han faltado, así que con todas mis fallas y todo sigo siendo hermosa.Luego de mi baño mañanero y prepararme para el trabajo, bajo las escaleras y voy al comedor donde ya se encuentra mi querida hermana, mi abuela y mi padre.—Buenos días. — saludo de forma alegre.—Buenos días Ame. — me salu
Al abrir la puerta pude sentir mi mundo caerse encima y como las cadenas que por tanto tiempo enredé en mi corazón para que se mantuviera encerrado fueron explotando eslabón por eslabón. Nunca pensé el volver a verlo y mucho menos el tenerlo en frente de la forma en la que en estos momentos está sucediendo.—Draco. — su nombre sale de entre mis labios sin tan siquiera proponérmelo, todavía no puedo salir de mi sorpresa.—Amelia. — es su simple respuesta, pero sus ojos, sus ojos cafés dejan ver la muestra de reconocimiento al verme.—Me alegra que hallas venido Amelia, quería que fueras la primera en enterarte de mi decisión. — interrumpe mi padre con su actitud seria.Al escucharlo me obligo a atenderlo y dejar de lado al hombre que rompió mi corazón y desapareció en el momento que más falta me hizo. El culpable de que odie la palabra amor y lo que ella representa.Me adentro a la oficina y queda a su derecha, en todo el trayecto evito mirarlo y controlo los nervios que me produce el