Al abrir la puerta pude sentir mi mundo caerse encima y como las cadenas que por tanto tiempo enredé en mi corazón para que se mantuviera encerrado fueron explotando eslabón por eslabón. Nunca pensé el volver a verlo y mucho menos el tenerlo en frente de la forma en la que en estos momentos está sucediendo.
—Draco. — su nombre sale de entre mis labios sin tan siquiera proponérmelo, todavía no puedo salir de mi sorpresa.
—Amelia. — es su simple respuesta, pero sus ojos, sus ojos cafés dejan ver la muestra de reconocimiento al verme.
—Me alegra que hallas venido Amelia, quería que fueras la primera en enterarte de mi decisión. — interrumpe mi padre con su actitud seria.
Al escucharlo me obligo a atenderlo y dejar de lado al hombre que rompió mi corazón y desapareció en el momento que más falta me hizo. El culpable de que odie la palabra amor y lo que ella representa.
Me adentro a la oficina y queda a su derecha, en todo el trayecto evito mirarlo y controlo los nervios que me produce el tenerlo cerca aún después de que ha pasado tanto tiempo.
—Por ciertos problemas que hay en una de nuestras adquisiciones en Europa estoy en la obligación de ir personalmente hasta allá. — lo escucho y frunzo mi cejo.
—No he escuchado nada de eso papá y sabes que me mantengo al tanto de todo lo que tenga que ver con nuestros contratos. — le digo contrariada porque si hay algo a lo que me dedico es a estar pendiente a todo lo relacionado con la empresa.
— Conozco perfectamente lo que me dices, pero fue todo muy repentino, todavía no ha llegado a ti esa información. — es su simple respuesta y aunque lo dudo no tengo razón alguna para pensar que mi padre me estaría mintiendo con respecto a esto.
Acepto sus palabras y las que de alguna forma prosiguieron a estas, no quise interrumpirle ya que por culpa de mi acompañante mi cerebro no procesaba muy bien lo que se estaba hablando en este momento. No voy a mentir, me siento sumamente incómoda y más que incómoda, adolorida porque todos los recuerdos que por tanto tiempo me esforcé por olvidar vuelven a salir una vez más.
—Entiendo lo que me quieres decir padre, solo quiero que me contestes una sola cosa. — y me arriesgo hacer la pregunta que tanto miedo me da hacer y que sé de sobra que no me gustará su respuesta. — ¿Qué hace Draco aquí? — al escucharme el nombrado hace un ligero movimiento con el pie y mira directamente a mi padre, dando a entender que no me gustará para nada la respuesta.
—De quería hablarte, necesito que vallas a al grupo empresarial en el que Draco es CEO y le des una mano con unos proyectos nuevos. — al escuchar las palabras de mi padre me quedo sin habla.
Draco trabaja para mi padre, pero desde cuándo, cómo es posible esto y que yo no me haya enterado.
—¿Y si me niego? — pregunto.
Mi padre me mira atentamente como analizándome y suspira de forma cansina.
—Draco, cuando salgas a tu mano derecha queda una puerta, esa es la oficina de Amelia, espérala allí, en un momento está contigo. — dice mi padre y quiero protestar porque en ningún momento quiero estar yo con ese hombre, no quiero ni tenerlo cerca.
—De acuerdo señor Rodriguez. — es su simple respuesta antes de levantarse e irse como mi padre le pidió.
—¿Es en serio papá? —le pregunto. —Después de todo lo que sufrí con él, me vas a poner a trabajar a su lado y para colmo, él como mi jefe. — le reclamo a mi padre y el me mira atentamente.
—¿Sientes algo por él todavía? — me pregunta y yo niego rotundamente. —Entonces no le veo el problema, eso pasó cuando eran niños, unos adolescentes que no sabían lo que querían. — lo escucho hablar y me muerdo la legua para no contradecirle y decirle que lo que sentía por Draco, más allá de un simple amorío de juventud era un amor puro y rea. — El primer amor siempre duele, pero mira, lo superaste, después de unos casi diez años.. — ocho años, desde que se fue y no supe nada más de él, pero no lo corregí y dejé que siguiera. — Te vas a comprometer con un buen hombre y que, según tú, quieres. —
—Yo quiero a Eduardo. — contesté rápidamente.
—Entonces no hay nada más de que hablar, solo serán unos meses, dos cuando mucho. Te conozco y sé que terminarás todo lo más rápido que puedas, así que no pongas más escusas. — me mira atentamente esperando una respuesta.
“Solo son dos meses Amalia, y si te mantienes ocupada, no tendrás ni que verle la cara. Vamos, si pude con l muerte de mi madre, puedo soportar el trabajar con el hombre que me abandonó en el peor momento de mi vida sin decir ni tan siquiera una sola palabra.”
—De acuerdo, dos meses, solo dos meses. — le digo a mi padre y me levanto de la silla para darle la espalda e ir para mi oficina.
Al llegar a la puerta de mi oficina, tomo tres respiraciones y con los nervios a mil abro la puerta. Él ya está sentado en uno de los muebles que quedan en frente de mi escritorio. No hay palabras para describir los impulsos que tengo en estos momentos, tengo ganas de irle arriba y golpearlo hasta que me duelan las manos, gritarle y reprocharle todo el tiempo que estuvo lejos, su desaparición, su abandono, lo deseo tanto, pero me controlo y me aguanto. Soy una mujer hecha y derecha, que dejó el pasado atrás y que está a punto de comprometerse.
—Trabajaremos solo dos meses juntos. — digo cuando en un impulso de valor cierro la puerta a mis espaldas, él no mueve ni un solo músculo, como si supiera que estaba ahí ya. — Moveré mis cosas lo antes posibles. — continúo y me siento en el asiento de mi escritorio.
—Ya tu oficina está preparada con todas las cosas que vas a necesitar. — me responde.
Su voz es mucho más gruesa que hace años atrás y su porte y figura mucho más definida y madura. Agito mi mente para dejar de hacer comparaciones de su antes y su después.
—Yo ya te diré si está todo lo que necesito cuando mañana comience. — le respondo, no quiero que crea que voy a hacer todo lo que él quiera.
Se le escapa una ligera sonrisa y afirma con la cabeza. —Así será entonces. — dice simplemente y todo se sumerge en un silencio bastante incómodo.
—Veo que te ha ido bien. — dice y yo niego con la cabeza.
—No lo hagas Draco, no intentes entablar una relación de amigos o de viejos conocidos. Yo haré mi trabajo, tú has el tuyo y listo, en estos dos meses solo hablaremos lo necesario con referente a la empresa, fuera de eso, no tenemos nada que hablar en lo absoluto.
El me mira de forma seria y se pone de pie.
—Te espero en la oficina entonces mañana a las ocho en punto. — dice acomodándose el saco.
—Hasta mañana. — es lo único que digo antes de ver su espalda desaparecer tras un ligero trak del cierre de la puerta.
Me dejo caer en la silla y una lágrima solitaria rueda por mi mejilla.
—Dios, dame fuerzas para poder soportar este dolor. — suplico en voz baja…
Especial
—Ya, no me molesten más. — les pido a los tres niños que me siguen diciendo cosas feas por mi vestido.
—Oigan, ustedes, basta. — les grita alguien y cuando abro los ojos los niños se marcharon. —¿Estás bien? — me pregunta un niño mayor que yo.
—Sí, gracias. — le respondo con una sonrisa, me alegra el que me halla ayudado.
—¿Por qué te molestaban? — pregunta y yo me agarro de mis coletas, una con cada mano.
—Porque se reían de mi peinado, decían que parezco una niña chiquita, pero eso a mi no me importa, a mi me gustan, aunque tenga doce años. — le digo y él me sonríe.
—Tienes razón, te quedan muy bonitas. — me dice y yo siento que mi cara se pone caliente por el alago.
Al verme se sonríe y me acaricia mis trenzas. — Si alguien te molesta me lo dices cuando me veas. — habla con voz seria y yo afirmo con la cabeza muy feliz.
—Amelia. — me llama mi mamá después de que pasaran unos minutos más hablando con el niño grande.
—Mamá, hoy conocí a un niño grande, me defendió cuando unos niños empezaron a molestarme. — le cuento a mi mamá y ella me sonríe.
—¿Era guapo? — me pregunta con una sonrisa de lado y yo siento una vez más mi cara arder.
—Mamá. — le recrimino y ella solo ríe en voz alta.
—Bueno, bueno, y cómo se llama nuestro héroe. —
—Draco, se llama Draco mamá. — le respondo feliz.
—Draco, un muy bonito nombre, pero dime lo más importante. — me mira seriamente. —¿Te gustó? —
—Mamá ya. — me quejo y ella solo se ríe de mí y del color rojo que seguro tiene mi cara.
AmeliaEs la hora de la cena y todos nos encontramos reunidos, Eduardo se encuentra muy emocionado, solo habla de que todo está listo para la fecha señalada, mi abuela, ni que decir, esa es otra que sueña con ver el vestido que escogí y que desea que combinara con los vestidos que hoy escogieron. Por mi parte, solo puedo decir que por mucho que lo intento, no puedo olvidar el que a partir de mañana estaré trabajando con Draco.—¿Amor, te encuentras bien? — me pregunta Eduardo logrando así que salga del mar de pensamientos en los que me meto.Volteo para mirarlo y con una sonrisa sumamente forzada me dispongo a contestarle.—Si amor, todo bien. Solo estaba pensando en cosas de la empresa. — le contesto.—Siempre tan responsable y pensando solamente en la empresa. — toma mi mano y la lleva a sus labios para besarla. — Sé que te preocupa la empresa, pero me gustaría que por lo menos en estos dos días le dedicaras más tiempo a nuestro compromiso. — concluye diciendo y yo afirmo con la cab
Pienso detenidamente mucho en lo que va a suceder en unas horas, miro por la ventana de mi habitación y ya los invitados están llegando.—Ame, ya los invitados están llegando. — escucho a mi hermana decirme y volteo a verla. —Me imagino que por el nerviosismo no dormiste bien, porque tienes esa cara que asustaría hasta un fantasma. — sonrío un poco con sus palabras y camino hacia ella.—Por eso he evitado mirarme en el espejo. — le respondo y ella sonríe.—Ven, te voy a maquillar rápido para que te arregles, todos te van a estar esperando. — me empuja hacia el asiento de mi cómoda para empezar a maquillarme.La miro muy concentrada en su trabajo, sin tan siquiera decirme una sola palabra.—¿Por qué te niegas tanto a aceptar a Eduardo? —le pregunto y ella se detiene un momento para después seguir.—Porque sé que no te ama tanco como dice. — es su simple respuesta.La mira para intentar descifrar lo que ella vio, que yo no vi, algo que me advirtiera de los verdaderos sentimientos de Edu
DracoTanto tiempo ha pasado desde la última vez que estuvimos juntos en un mismo espacio. Bastaba verla a ella, con su sonrisa, para que, hasta los días más turbios para mí, se aclararan. Ten alegre y positiva desde niña. Todos los días de mi vida doy gracias por verme entrometido cuando desde lejos vi a aquellos niños hacer llorar aquella niña con motonetas. Solo alejarlos e irme, pero cuando me miró con aquellos ojos grandes llenos de rebeldía algo dentro de mí se activó y fue como si algo me impulsara a prometerme que nadie la volvería a molestar; yo sería su protector. Pasó el tiempo y seguimos encontrándonos, ella, con su sonrisa, no le interesaba dónde o cómo o con quién estuviera, llegaba como dueña de todo y se apoderaba de mi atención…Sonrío de lado rememorando todos esos momentos, mientras camino a la sede central de la compañía con la cual haré negocios. No voy a mentirme, me encuentro nervioso porque después de siete años y de tantas veces mirarla a escondidas, la volver
Amelia.Me encuentro quieta en mi puesto, trato de no moverme y es que, aunque quisiera, no podría, solo veo a un Eduardo medio inconsciente en frente mío. Mi padre y hermana se disculpan por lo ocurrido y despiden a todos de la fiesta, así es, no hubo compromiso. Mi abuela lo único que sabe es preguntarle a mi novio si se encuentra bien.—Deberías denunciarlo. — escucho a mi abuela decirle a Eduardo, el pobre tiene el rostro todo golpeado. — Es un salvaje, siempre lo ha sido. No importa cómo se vea, un salvaje sin educación siempre será eso. — prosigue mi abuela quejándose y a mí solo se intensifica mi dolor de cabeza.Las copas de wisky o tequila que me tomé, ya ni recuerdo que era, empiezan a hacerme estragos a mi persona.—Valla, no pensé que de esta forma cancelarías el compromiso Anabel. — le hago saber a mi hermana que está a mi lado, mirando todo.Ya los invitados se fueron y solo quedamos nosotros cinco en la casa, mi padre contrario a lo que pensé, se encuentra muy calmado c
AmeliaEl resto del día solo había una cosa en mi cabeza y era el maldito beso, lo intenté con todas mis fuerzas pero caí en sus garras. Después de pensarlo y de cansarme de estar enojada conmigo misma por mi estupidez, me prometí no dejarme volver a caer en su trampa, no es un lujo que me pueda permitir darme.Luego de evitarlo por todos los medios, llegó la hora de marcharme a casa. Al llegar volví a caer en cuenta del problema que tenía encima. Tendría que hablar con mi padre respecto a lo ocurrido y por como lo dejé en la mañana, sé que no ha de estar para nada contento. Llego y voy directo al despacho, sé que ha esta hora ahí es donde se encontraría.Abro la puerta despacio y veo la imagen de mi padre de pie en la esquina de la ventana, apoyado de lado, como siempre. Eso me da nostalgia ya que siempre estaba así para dejarle espacio a mi madre para que se recostara contra él y de esa manera, abrazados, ver la puesta de sol. Mi garganta arde al ver desvanecerse la imagen de mi ma
Draco Luego de aquel beso, Anabel se dedicó a evitar hablar conmigo más de lo necesario, cosa que yo detestaba. Ese beso solo reafirmó mi propósito de estar a su lado y de quererla solo para mí. Jamás voy a poder olvidar el contacto de sus labios y lo caliente de su respiración contra mi rostro. Flash Back —Vamos Draco, todos los demás vamos a ir. — dice de forma sugerente Cata. —No puedo Cata, ya quedé con Amelia de que la llevaría a la playa. — le digo por duodécima vez creo. Hace más de veinte minutos que está detrás de mí para que valla con el grupo a la fiesta en la piscina que nos invitaron. —Esa niña de nuevo. — dice de forma asqueada, trato de ignorarla mientras sigo mirando a lo lejos esperando a que aparezca mi fierecilla. —Sabes que es menor de edad ¿cierto? — me dice y yo la miro serio. En todo el tiempo que la conozco, nunca he tenido o sentido deseo sexual por esa niña, que me atrae a sentir cariño y puede que, hasta amor, pero nunca, nunca, la he visto con los oj
Amelia Rodriguez, ese es mi nombre. Me levanto de la cama, me estiro mis músculos y con una sonrisa me dirijo al baño, no sin antes mirarme en el espejo y detallar en cada curva de mi cuerpo.Doy una vuelta y aguanto la respiración para disimular que no tengo un saliente abdomen, no una exageración, pero si algo notable. Miro la zona de mis caderas y glúteos y veo las mismas marcas que desde que tengo quince años me acompañan, las malditas estrías. Suspiro y dejo de mirarme para continuar con mi camino hacia el baño, ya que como quiera que sea es mi cuerpo y aunque imperfecto lo amo.A mis veintisiete años, mi cuerpo se ha mantenido bastante bien y durante todo este tiempo los pretendientes no me han faltado, así que con todas mis fallas y todo sigo siendo hermosa.Luego de mi baño mañanero y prepararme para el trabajo, bajo las escaleras y voy al comedor donde ya se encuentra mi querida hermana, mi abuela y mi padre.—Buenos días. — saludo de forma alegre.—Buenos días Ame. — me salu