Los días pasaron rápido en la hermosa mansión Mendoza. Llegó el día del cumpleaños de Gabriel. Inés había puesto todo su empeño en hacer de esa una celebración muy especial, quería ver sonreír a su hijo, en su mente y en su corazón reinaba el convencimiento de que esa fiesta en particular tendría un efecto muy positivo en él, quizá porque seguía empeñada en la idea de que estar entre sus amigos y familiares le levantaría el ánimo. Ella corría de aquí para allá organizando los detalles, dando instrucciones y hasta ocupándose personalmente de hacer algunos trabajos manuales. Aquella pequeña reunión se había convertido en todo un evento social de más de ciento cincuenta invitados.
Gabriel y Alberto prefirieron alejarse y encerrarse en el estudio para hablar de sus temas favoritos cuando se quedaban a solas, negocios y barcos.—Ya verás que va a ser muy provechosa la sociedad con los astilleros de Rivera —dijo muy seguro Alberto a Gabriel sentado detrás de su gran escritorio.—Yo sigo pensando que debimos comprar el cien por ciento del astillero.—Claro, hijo… Pero si no hubo oferta que le interesara, ¿qué podíamos hacer? Yo tampoco hubiera vendido. Son los mejores astilleros de la zona. Hubiera sido un tonto si nos vendía, además, la sociedad, así como está será provechosa para ambas empresas.—Sí. Es verdad. Nada más queda esperar que cumpla con los tiempos y la calidad que prometió para el mantenimiento de los buques.—Gabriel... ¿Siempre tan desconfiado, hijo? Lo hará, no te preocupes. Tiene la infraestructura y la organización necesaria. Además, para eso tú estarás a cargo también de supervisar esa área apenas comiencen a entrar nuestros buques al astillero.—Sí. Así Será —afirmó Gabriel pensativo. No era que pensara que los astilleros carecían de lo necesario para cumplir con las necesidades que la empresa requería, era simplemente su naturaleza desconfiada, por eso era tan bueno con relación a los negocios, nunca dejaba cabos sueltos a su alrededor, exigía siempre al máximo dando de sí mismo el máximo también. Le gustaba controlar todo lo que estuviera en sus manos, así no era raro verlo en los muelles con la camisa remangada revisando el mismo amarras, vigilando la organización de los contenedores o de igual forma impecable en las juntas directivas donde su voz siempre era escuchada con atención por los demás ejecutivos haciendo sentir a su padre orgulloso y seguro de que al llegar el día de su retiro todo el fruto de su trabajo quedaría en las mejores manos.—Y hablando de Iván Rivera, hijo. ¿Sabes si vendrá esta noche? Debí llamarlo para preguntarle, pero la verdad se me pasó por alto.—Creo que sí. Mamá dijo algo de eso hace unos días. Por lo que le escuché decir me parece que confirmó su asistencia.—Ojalá traiga a su hija. Quiero conocerla, estoy casi seguro de que trabajará contigo y es bueno que se conozcan antes.—¿Hija o hijo?—Realmente no lo sé... —contestó pensativo—. Creo que tiene una hija, nunca la ha llevado a las reuniones que hemos tenido y habla poco del asunto. La verdad no lo sé. Pero es irrelevante, lo que importa es que trabajemos en armonía.—Así será —afirmó Gabriel dejando el tema de Iván Rivera a un lado.—¿Viste la pequeña reunión que planeó tu madre? —preguntó Alberto con una sonrisa divertida.—Sí —respondió Gabriel con una expresión igual de divertida que la de su padre—. Mamá no sabe hacer pequeñas reuniones.—Tu madre insiste en que no estás bien, Gabriel. Hijo, ¿qué hay de cierto en eso?—Estoy bien, papá —aseguró Gabriel a su padre en un acto reflejo de esconder la verdad de sus sentimientos.—Eso creo. Pero tu madre se preocupa.—Lo sé. Por eso no puse peros con respecto a esta fiesta. Ella se siente bien haciendo esto para mí y yo se lo agradezco, ¡además sabemos cuánto le gustan estas cosas!—Tu madre te adora, Gabriel. Y yo también me preocupo por tu felicidad —dijo levantándose de su sillón rodeando el magnífico escritorio de madera oscura para sentarse del otro lado frente a su hijo y tener una conversación más cercana—. Igual que tu madre creo que es hora de que sigas adelante con tu vida. Ya disfrutaste de unos meses para saborear de tu soltería y pasar el mal rato.Gabriel miraba seriamente a su padre, sabía lo que él le quería decir, pero lo dejó continuar.—Has disfrutado mucho de la vida, hijo, tu madre y yo te dimos libertad plena de experimentar y aprender lo que quisieras, volviste a casa por voluntad propia y para nosotros han sido unos meses maravillosos. Pero creo que a tu edad debes pensar en formar tu propia familia.—Papá, por favor —pidió Gabriel pacientemente—. Sé que quieren verme casado, con hijos. Pero para comenzar, no quiero. No tengo madera de esposo, menos aún de padre. Además, ahora no tengo intención de buscar nada serio con ninguna mujer.—Lo sé, Gabriel. Pero ya me hago viejo... ¡Quiero conocer a mis nietos! Y siendo tú mi único hijo solamente puedo esperarlos de ti. Hijo, a tu edad creo que ya pasó el tiempo de las aventuras, de los amoríos de fin de semana, tú los has prolongado bastante, ¡y hasta me dan celos tengo que confesar! pero debes pensar que no todo es trabajo y fiestas.—Sé a lo que te refieres —afirmó con un deje de tristeza en la mirada que no pasó desapercibida para Alberto—. Pero dejaré que el destino decida, confiar de nuevo en una mujer será difícil para mí, pero si llegara la indicada puedes estar seguro de que pensaré en tu consejo —añadió para tranquilizar a su padre mientras en su adentro sabía que ninguna mujer sería apropiada, solo quería calmar la preocupación de Alberto.—Entiendo tus sentimientos —dijo inclinándose hacia adelante—. Pero quiero que comprendas que el matrimonio puede ser una bendición o una maldición, yo con tu madre fui muy bendecido, es una mujer maravillosa y me ha hecho feliz durante muchos años, me dio al mejor de los hijos y me hubiera dado más si se hubiera podido. En cambio, hay quiénes se casan con las personas equivocadas y logran hacer de sus vidas un verdadero infierno como casi te pasa a ti. Lo que te quiero decir con esto, es que tarde o temprano deberás rehacer tu vida, casarte y tener tus propios hijos. Para eso tienes buscar a la mujer indicada, que sepa hacerte feliz.—Sé a lo que te refieres, siempre me lo advirtieron mamá y tú. No volveré a equivocarme como lo hice con María Teresa. Aprendí la lección.Gabriel trataba por todos los medios de tranquilizar a su padre, pero en el fondo nunca había estado tan reacio a pensar en el matrimonio, no creía que existiera la mujer que pudiera suplir a su Marite y que cumpliera con los requisitos que sus padres le aconsejaban que debía tener una esposa adecuada.Hacía ya varios días que Iván Rivera había recibido de manos de su secretaria la invitación al cumpleaños del hijo de su nuevo socio, Gabriel Mendoza. Había aceptado de inmediato confirmando su asistencia, estaba realmente deseoso de conocer más íntimamente a la familia de Alberto con quien además de entenderse muy bien en el plano laboral se estaba formando una sincera amistad, aparte que estaba realmente interesado en estrechar lazos con su familia, quería que su única hija Elena tuviera contacto directo con todo aquello que tuviera relación con los astilleros, además, de que estaba empeñado en hacer que se codeara con la mejor gente de la ciudad, sabía que en ese tipo de fiestas conocería muchas personas y él creía que le haría falta amistades nuevas.Desde que había vuelto de Londres después de culminar sus estudios estuvo trabajando para él en una pequeña empresa de publicidad que poseía para ganar experiencia. Apenas había vuelto poco más de un año atrás y en este momento se ded
Los invitados ya habían comenzado a llegar a la mansión Mendoza, la fiesta se iba a celebrar en los inmensos jardines que rodeaban la piscina, Inés había transformado el lugar en una selva tropical, con flores exóticas, velas y antorchas que hacían del ambiente cálido relajado y sensual.Gabriel saludaba a cada invitado como la etiqueta lo manda, se detenía el tiempo justo para recibir las felicitaciones de cada uno que llegaba poniendo su mejor sonrisa hasta que llegaba otra persona y como era su deber de festejado iba a recibirla, sus padres lo asistían en esta tarea de forma magnifica haciendo que entre los tres todos se sintieran como en casa, Gabriel parecía particularmente alegre, se esforzaba por parecerlo y que nadie se diera cuenta de que realmente no quería esa dichosa fiesta, ese, más que en otros días sentía la falta de María Teresa, de su compañía. Era con ella que quería compartir ese momento y lo peor era que se odiaba a sí mismo por necesitarla aún después de todo el d
El día siguiente en casa de la familia Mendoza reinaba la paz y el silencio excepto por las voces en el comedor familiar donde almorzaban Alberto, Inés y Gabriel que comentaban alegremente los hechos de la noche anterior.—Te felicito, Inés —dijo Alberto a su esposa— la fiesta fue perfecta como siempre.—¡Gracias! —repuso con falsa modestia—, la verdad es que estoy muy contenta con los resultados, quedó como yo lo había planeado. Gabriel hijo —llamó tratando de ganar su atención— No has dicho nada, ¿te gustó la fiesta de tu cumpleaños? Ayer te veías muy contento —agregó con la mirada fija en su hijo estudiando su reacción.—Claro que sí. Lo disfruté mucho. Comparto la opinión de papá.—¡Siempre tan elocuente, Gabriel! Por cierto, ¿qué tal la hija del señor Rivera, Elena? —curioseó Inés con evidente admiración—. Me quedé sorprendida, es una niña espectacular, e inteligente —puntualizó.—Sí —contestó Alberto—. Iván me lo contó todo anoche, ella trabaja con su padre, lo ha hecho desde qu
Se acercaba el mes de diciembre, el ambiente en las oficinas de los astilleros era alegre por la proximidad de las fiestas, ese día en especial se sentía en el aire una algarabía especial, quizá no solo por la cercanía de las navidades, también porque todos sabían lo provechosa y próspera que había resultado la fusión entre las dos empresas, eso lo evidenció los jugosos bonos que todos los empleados estaban seguros de que recibirían.Caía la tarde, había pasado la hora habitual en que los empleados se retiraban, a través de los cristales de la oficina de Gabriel se podía ver un maravilloso atardecer que en realidad nadie disfrutaba, las personas que estaban allí Gabriel, Elena y otros compañeros de trabajo como el administrador, el gerente comercial, la subgerente y varias secretarias decidieron quedarse y aceptar la invitación que su jefe les hiciera de quedarse a compartir con él algunas botellas de vino que guardaba para alguna ocasión especial, entre todos colaboraron para pedir
El club estaba atestado de gente esa noche, era nuevo así que eran muchos los lugareños que querían entrar, Elena y Claudia hacían un esfuerzo en escuchar sus voces por encima de la música y el ruido típico de esos clubes nocturnos. Claudia trataba de comprender según el relato de Elena lo que había pasado con Gabriel esa misma tarde.—¡Pero dime algo! —explotó Elena después de unos segundos de silencio de su amiga.—Pero ¿qué te puedo decir, Ele? —dijo exasperada Claudia—. Si no me puedo ni imaginar lo que debiste sentir... Sí algo es seguro es que le gustas, de otra forma, no te hubiera besado. ¡Dios, es el hombre más espectacular del mundo!—Claudia... No me refiero a eso —indicó con expresión de cansancio, levantando la voz un poco más para que su amiga la escuchara por encima de la música con claridad.—Ah, bueno, si es por lo de su reacción después del beso, la verdad no sé que decirte. Quizá sea así de sencillo como él lo dijo, en eso debes estar segura, es mucho mayor que tú.
La madre de Gabriel llegó puntual a buscar a Elena, ella prefirió dejar su coche en la oficina e irse con ella, ya lo buscaría el día siguiente o esa misma tarde al terminar. Al subirse al auto se saludaron con un beso en la mejilla y un cálido abrazo, ambas se habían encariñado mucho la una con la otra, hasta ese momento habían tenido muchas oportunidades de conocerse mejor, se habían encontrado en el club un par de veces, Inés la había acercado a su círculo social invitándola a varias reuniones para presentarla con sus amistades —por lo que dice tu padre no tienes muchas amigas, me propuse cambiar eso—, le dijo en una oportunidad a Elena, —hubiera sido perfecto si yo hubiera tenido una hija como tú—, le confesó en otra oportunidad ganándose el cariño sincero de Elena que a su vez sentía que Inés estaba cada vez más cerca de parecerse a lo que ella recordaba de su relación con su madre.Pasaron el día finiquitando detalles para la fiesta, se reunieron en primer lugar con el decorad
Tras finalizar la fiesta de navidad todo había estado muy tranquilo, los días pasaron desapercibidos como en una burbuja que aislaba los pensamientos de todos y solo quedaba esperar el gran evento del año.Esa mañana se encontraban los tres miembros de la familia Mendoza desayunando en la terraza, el clima era agradable y fresco, Alberto escuchaba embelesado a su esposa hablar sobre la fiesta de esa noche, se esmeraba tanto para que todo quedara bien... El reconocía su labor y todo lo que le había ayudado en sus negocios con aquellas fiestas y "pequeñas reuniones sociales" como les decía ella, en las que había consolidado productivas sociedades en varias oportunidades, Gabriel no le prestaba tanta atención puesto que no tenía el mayor interés.—Ah... Por cierto —dijo Inés—. Tengo que reconocer que Elena me ayudó mucho este año, ¡es una niña maravillosa!—Sí —agregó Alberto—. Maravillosa y hermosa, aparte inteligente y hábil en su trabajo, su padre tiene muchos planes para ella creo que
Elena y su padre iban en el asiento trasero del coche. El chofer de Iván los llevaba al salón donde se celebraría la fiesta de fin de año, para Elena era difícil disimular su incomodidad ante la situación, aunque creía estar haciéndolo muy bien, se sentía insegura de como debía comportarse con Gabriel delante de su padre. En la oficina no había problemas todos se fijaban en ella de una manera impersonal, pero delante de Iván sería distinto, él se daría cuenta de inmediato que algo no andaba bien. ¿Cómo justificaría la sequedad con la que ella procediera con Gabriel? Y, por otra parte, si lo trataba con simpatía, él creería que todo el asunto del beso había quedado olvidado. Y no era así, o peor, creería que le estaría coqueteando.Perdida en sus pensamientos y sus inquietudes se sobresaltó al oír la voz de su padre que le sacó de su burbuja haciéndola espabilar con evidente sorpresa.—¿Qué te pasa, Elena? —pregunto Iván casi seguro de su respuesta.—Nada, Papá..., ¿por qué preguntas?