Saravi.
¿Qué es lo que acabo de leer?
Llevo la palma de la mano a mi boca, no sé si estoy temblando porque estoy leyendo esta carta sin permiso del rey, o si estoy temblando por lo que acabo de leer. Realmente no sé qué pensar.
¿El rey está enamorado? ¿Abandonó su relación por cumplir con su nación?
Muchas conjeturas se hacen en mi mente, ahora puedo entender muchas cosas de las que me habló, ahora puedo creer la verdadera razón del por qué no quiso consumar nuestro matrimonio. Simplemente no quiere tocar otra mujer porque está enamorado… de ella. De Alinna.
Pero, ¿y por qué no se casó con ella? ¿Por mantener el pacto acordado por nuestros padres?
El sonido de unos pasos hace que arrugue un poco la carta, y con manos temblorosas
Saravi. Luego de descargar toda mi frustración… Con la persona equivocada; entoncesentro en conciencia de que he cometido un error muy grande. Dejé que el hombre que esta frente a mí, vea mis puntos débiles, dejé que conozca lo que siento, como también mis sentimientos por la monarquía… Realmente me siento frustrada ahora mismo. Una vez más he dejado que mis impulsos dominen mi persona, una vez más siento que pierdo. El rostro del rey ha pasado de estar enojado a uno más calmado instantáneamente. Eso a la verdad me causa más terror. Esperé quizás que su furor aumentara con mis palabras. ¿Acaso lo hice para que me echara? ¿Para que aborreciera aún más mi presencia aquí? —¿Entonces eso es lo que la atormenta? —pregunta por fin de forma muy lenta. Pero yo no sé qué decir, porque no sé exactamente a qué se está refiriendo. —¿Puede ser más claro? —intento preguntar mientras que mi r
Voy en busca de un pequeño interruptor que anuncia a las damas entrar, pero en especial, en especial quiero a Nadia. Luego de unos minutos las mujeres entran pidiendo el permiso al cuarto y habiendo toda la reverencia posible, logro ver a Nadia por fin. Ella por supuesto abre sus ojos notando mi extrañeza y mi comportamiento. —Buenos días, gracias por venir… —hablo rápido entre tanto mis labios tiemblan—. Una habitación de aseo está ocupada por el rey, tomaremos la más pequeña hoy para no incomodarle, así que acompáñenme. Las mujeres asienten mientras que rápidamente nos dirigimos hacer la tarea y yo puedo respirar por fin más sincronizada. En algún momento las damas salen para tomar mi baño a solas, Nadia también sale en busca de mi ropa para el día de hoy, y en el abrir y cerrar la puerta, escucho como el rey se despide dejando algún recado que se me hace imposible entender, así que me introduzco totalmente en la bañera para poder olvidarme
Saravi. El aire comienza a faltarme deliberadamente mientras niego varias veces. «¡Es imposible! Mishaal no puede ser capaz ¡No puede!». Me niego rotundamente a creerlo, debe haber una explicación para esto. «¿Una explicación para dejar a estos niños así?» —No… Es imposible… —digo en susurro sin poder contenerme. —¿Disculpe? Fais me observa interrogante, pero yo necesito tomar aire fresco, y aunque quisiera hacerle miles de preguntas, por ahora lo que quiero es respirar y tranquilizar mis nervios. —Quisiera salir por un poco de aire. —Claro, la acompañaré. —No se preocupe vizconde, vendré en unos minutos. El hombre duda por algunos segundos, pero luego asiente haciendo una reverencia. No reparo mucho en su acto ni demoro en salir de la villa, los guardias están por todas partes y vigilando cada uno de mis pasos, siguen alertas a cualquier movimiento cerca de mí
Saravi.No dejo de negar, no dejo de castigarme mentalmente mientras vamos en el carruaje a una casona donde seremos recibidos para una comida. El coche esta literalmente en silencio, cada uno en sus propios pensamientos, y es válido, nadie después de conocer esta realidad vuelve a ser el mismo. Nadie.—Esta casona es de Nabal Marras —dice Fais, dirigiéndose a mí. El rey parece estar en otro mundo, como lo estaba yo minutos antes—. Aunque es duque decidió vivir en esta parte del reino, ahora mismo nos ayuda en asuntos como las provisiones, la mano de obra, incluso que al pueblo lleguen precios más asequibles para su alimentación y su vestimenta. Es un estratega por excelencia.—Qué bueno… Fais…Al llamarlo por el nombre logro llamar la atención de Kalil, quien me observa detenidamente.&m
Saravi. Ha sido una semana intensa y con mucho movimiento en el palacio, también he estado llena de conocimientos y descubrimientos por parte de cosas y personas con las que he llegado a relacionarme. Si alguien me hubiese dicho que estaría para arriba y para abajo, nunca lo hubiese creído. Pero esta forma me gusta, estar presta para ayudar y sobre todo para dar mi opinión acerca de casi todo, realmente me gusta. Mis lazos con Hanna son únicos, ella se ha convertido como una hermana para mí. Sus suaves consejos, su manera de hablar y expresar su cariño, me han hecho sentir más que en casa; también la sutileza que emplea para hablarme de su hermano sin ser parcial, la forma en que busca enamorarme de este palacio y de nuestro pueblo. Ella realmente es única. Por otro lado, Fais ha sido como otro padre, y aunque la preferencia de él sea estar al lado rey, lo veo bastante cómodo cuando nota mi presencia o me enseña alg
Saravi.Encontrarme con Mishaal después de tanto tiempo me genera un sin fin de nervios, pero, todo lo que he visto doblega la ansiedad por saber qué es lo que pasa, quiero que él me explique, ¿por qué hace todo esto?, y ruego a Dios que no salga más decepcionada de lo que estoy ahora.Justo al atardecer me dirijo a un saloncillo donde quedé con Hanna para tomar el té, y para cuando llegué, ella ya estaba allí esperándome como una porcelana.—Bienvenida…—Hola, Hanna, ¿tienes mucho tiempo aquí?—Apenas estoy llegando —responde con una sonrisa ofreciéndome la tasa de té ya servida.—Gracias, huele delicioso.El aroma entra a mis fosas nasales, tranquilizando todo mi cuerpo aspirando un momento de paz.—Entonces irás al pueblo mañana con e
Saravi.El sonido del carruaje y el choque de las ruedas mientras impactan el suelo, es lo único que alerta mis sentidos en este momento, solo dicho sonido trata de distraerme a los recuerdos del día de ayer.Una noche larga sin duda, junto con la opresión que comencé a sentir en mi pecho una vez Kalil salió de la habitación. Pensé, pensé mucho, traté de acomodar el desorden de mis ideas y mis convicciones, y por supuesto, en la charla esperada que tendría con Mishaal.Esa era una de las cosas que tenía mis nervios de punta.Una parte de mí ansiaba verlo con añoranza, otra muy por el contrario lo único que deseaba era obtener una buena explicación concreta del por qué el movimiento Ayatolá se convirtió en una oscura enfermedad para Angkor; esa parte de mí es la que está más ac
Saravi.Mi cuerpo se congela al instante. Un dolor intenso se cala en mi pecho ante las palabras de un hombre que ahora mismo desconozco. Yo hubiese querido apelar a su pensamiento, hubiese querido explicar mi punto de vista acerca de las intenciones de Kalil y de su amor a su país, hubiese querido otra escapatoria, otra salida.Pero ahora mismo todas mis intenciones han muerto en mi boca, sin siquiera haber sido sonadas en este espacio diminuto, en el que ahora se me hace imposible respirar. Uno a uno los pedazos van cayendo en el suelo de lo que antiguamente sentía mi corazón por este hombre, ese noble que conocí, en el que, madrugadas en vela, relataba sus sueños por ver una nación prospera al lado del amor de su vida, que en ese entonces era yo, y que ahora solo podía ver una muy oscura sombra de lo que quedaba de él.Ya tenía bastante claro, ya no tenía