CRISTÓBALAdmito que hubo un buen cambio en mi madre, desde que Sophie le ha hecho compañía. La veo sonriente todo el tiempo e incluso le regresó el apetito, antes muy apenas lograba comer una comida al día, pero ahora… Estoy seguro de que todas las personas que hay en este barco, mi madre, es de las primeras que se despierta para ir a desayunar al restaurante.Parece una niña. Sin embargo, no me molesta verla así, ese había sido mi único propósito, hacerla feliz sin importar cuál fuera la razón.Su mente ha estado muy distraída, y eso ha servido, ya que no ha sacado el tema del matrimonio. Pueda que se haya resignado a no verme casado.Esperemos así sea, pues no quiero decepcionarla.Entre a la terraza que había en la parte de arriba del restaurante, las risas altas llegaron de inmediato a mis oídos. Los meseros me habían indicado que mi madre se encontraba aquí, junto con Sophie.Por lo regular no dejaba que mi madre pasará tanto tiempo a la intemperie, tenía miedo de que atrapará u
CRISTÓBAL —Lo sabía, lo sabía —repitió varias veces para sí misma, alcance a escuchar con claridad a mi madre, pero no entendí lo que decía. —¿A qué te refieres? —cuestione, luego de abrirle la puerta de su habitación. Sacudió su mano y me ignoro antes de pasar e irse a su dormitorio. Luego de la celebración que mi madre le organizó a Sophie, la convencí para venirse a descansar. No había parado en todo el día y aunque fingía estar bien, yo sabía que no era así. —Es mejor que duermas, has estado muchas horas de pie y no has descansado nada —le dije cuando ella tomó su libreta y se sentó a escribir algo en ella, la usaba casi todo el tiempo. No sé si sea un diario el que tenía, pero no iba a preguntárselo, no le hacía nada malo que tuviera uno, eso no quitaba que se me hiciera extraño que mi madre escribiera todo lo que vivía o incluso lo que se imaginaba. —Lo haré cuando termine de escribir esto —indico con su dedo la libreta en su otra mano. —Es algo que no puedo dejar para maña
SOPHIERegrese de prisa a mi camarote, había quedado con la señora Minerva de verla en el spa, yo no sabía que iba a hacer allí, pero ella insistió en que le acompañará.Desde que comencé hacerle compañía, no me le he despegado ni un solo día; sin embargo, eso no me hace olvidar mi propósito, porque sigo aquí.Aunque ahora tengo un sueldo diferente al anterior, apenas llevo un pago y con eso no conseguiré mantenerme por mucho tiempo. De todas maneras el barco no se ha vuelto a detener en ningún puerto, ni siquiera sé en qué parte estamos.Debo averiguar eso pronto, saber cuándo será la siguiente parada y en que ciudad, solo espero que sea muy lejos de Lavrion.En cuanto entre a mi camarote, me detuve. Mis ojos se movieron inquietos por todas partes.—¿Qué pasó aquí? —murmure, mientras miraba el desorden.Me acerqué y me agaché para agarrar unos cuántos pétalos de rosas que estaban regados por el suelo.—¿Por qué hicieron esto con ellas? —cuestione confundida.Pero lo más extraño es, p
SOPHIE—¿Verdad que es muy guapo mi hijo? —Trato de evadirla y me entretengo con otra cosa para no mirarla. Admito que me he puesto muy nerviosa.—¿Dormirá o leerá algo? —levanto el libro que estaba en la cómoda.—¿Me estás ignorando? —cuestiona.Ni siquiera me atrevía a verla, estaba avergonzada desde que su hijo declaró abiertamente que yo era bonita.—No, cómo cree eso, es solo que…Me atrapa cuando la vi.—Si lo haces, y es por lo que dijo mi hijo —señala. —¿Acaso te incómodo su confesión? Cristóbal es un hombre sincero y educado, jamás te mentiría o sería capaz de jugar contigo.¿Adónde quiere llegar con eso? ¿y que se supone que deba decirle? Si le digo sí, ella pensará que no soporto a su hijo, pero si le digo no, ¿también pensará mal de mí? Lo mejor que puedo hacer, es no responder.—Creo que es hora de marcharme, ya es tarde —veo el reloj que está en la cómoda. —Mañana temprano vuelvo, —comienzo a caminar hacia la puerta.—¿Sophie? —pronuncia la señora Minerva.—Hasta mañana,
CRISTÓBAL—¿Qué té pasa? —pregunta Beatrice. —Has estado todo el día con un humor pésimo, cómo si algo te molestará.—Solo no he tenido un buen día —respondo.—¿Estás seguro de que solo sea eso? —insiste.—Sí, ya te lo dije.—Bien, bien —levanta sus manos. —Al menos acepta mi invitación de ir al bar y tomarnos juntos unas bebidas, cómo en los viejos tiempos.—No tengo tiempo, y tú también tienes trabajo —le recuerdo. Ella hace una mueca.—Vamos, solo será un rato. Nos hará bien despejarnos del trabajo un momento.Suspiro y vuelvo a negar.—Será en otro momento.—Bien, tú te lo pierdes. —Se pone de pie. —¿Es toda la información que vas a querer? —vuelve al asunto del trabajo, toma la carpeta que está sobre el escritorio.—Si —asiento. —Por el momento será todo.Con eso último sale de mi oficina. Saco todo el aire que estaba retenido y me recargo en el respaldo de mi silla.¿Cómo pude creer que ella confiaba en mí? Y que ella aceptaría con facilidad ese regalo que le envié. Con esto me
CRISTÓBALSalgo de prisa de la habitación, camino directo hacia la parte donde se encuentran los congeladores. Antes de salir le dije a mi madre que era algo de trabajo por lo que me llamaron, que la iría a dejar a su camarote y en cuanto tuviera noticias le avisaría.Tuve que mentirle un poco, ya que no la mire muy bien cuando llegó a la oficina. Al parecer la presión no la tenía muy bien y no quería asustarla, menos si solamente eran sospechas de los guardias.Es ilógico que ella esté adentro de un congelador, aparte ¿por qué estaría allí? Se supone que debía estar con mi madre, y no en la cocina.—¿En dónde? —pregunto cuando cruzo la puerta de la cocina. Ignoro las miradas de todos los empleados que están ahí.—Por allá, señor —me indica el guardia.Lo sigo, nunca había estado aquí, aceptó que no suelo visitar todos los sitios de los barcos, no tengo el tiempo y para eso tengo personal para cada puesto y tarea.Entramos a un pasillo más amplio que el anterior, pasamos varias puerta
CRISTÓBAL—¿En serio ella está bien?—Sí, ya te lo dije más de veinte veces —le repetí a mi madre. —Ahora descansa un poco, después de eso podrás ir a visitarla, aunque todavía no se sabe si despertara hoy, también debe de descansar.Le ayudo con la sábana para que entre debajo y se recueste. Me inclino y beso su frente, luego me alejo para irme, pero mi madre habla.—Hijo —me llama. Me giro y para verla. —Es ella.No estoy entendiendo nada.—¿Qué cosa? Madre.—Sophie, que es ella. —Continuo sin comprender sus palabras. Suspira. —Ella es la indicada para ti, hijo. Pídele que se case contigo.Abro la boca para responder, pero me quedo sin palabras. No esperaba que mi madre dijera eso, yo hasta di por hecho que ella ya había olvidado ese tema, pero ahora veo que no.Es posible que haya estado pensando todo este tiempo en eso, viendo a Sophie cómo una nuera, cómo mi futura esposa.—Madre, no es momento para pensar en esas cosas.Es lo único que le respondí antes de irme.Y aunque lo hubi
SOPHIEAbro los ojos, se sienten todavía pesados; sin embargo, en cuanto los abro, lo primero que veo es a la señora Minerva.—Oh, mi niña, has despertado —dice con una enorme sonrisa y entre lágrimas. —Me pegaste un gran susto, estuvimos muy preocupados por ti.Cuando dice “preocupados” me percato de que no está sola, su hijo está detrás de ella, un poco alejado pero está viéndome.Si antes sentía frío, ahora mi cuerpo está entrando en calor. No puedo sostenerle la mirada, así que la aparto y la fijo en mi amiga.—Perdón, mi intención nunca fue preocuparte —digo. —Siento no haber ido a tiempo a buscarte, es que alguien me dijo que…Niega.—Lo sé, ya sabemos todo —dice ella.—¿Saber qué? —levanto las cejas, sorprendida.—Sobre la chica esa que te pidió que fueras a los congeladores, sé que ella es la culpable. Te llevó a allí y te encerró.Mis cejas se levantan más. No quería decir eso, ahora que lo recuerdo, Penny solo fue avisarme que Elena necesitaba de mi ayuda, y yo fui para que