SOPHIE—Márchense todos ahora —ordena él a los presentes. —Solamente ustedes tres se quedan —señala a Elena, Beatrice y a mí. Las tres obedecemos. —Suelte a la joven, —ahora le dice a Elena, le indica con la mano que se aleje. —Ahora mismo me van a decir que está pasando.Todos los demás ya se habían retirado de la habitación, solamente estamos los cuartos. Está vez su mirada no está puesta en mí, únicamente observa a las otras dos mujeres.—¿No van a hablar? —Habla de nuevo, pero parece estar pendiendo la paciencia.No sé si esa pregunta sea también para mí, pues no ha vuelto a verme. Supongo que sí, pues yo también estoy inmiscuida en este asunto.—Le explicaré —conteste al mismo tiempo que di dos pasos hacia enfrente.Consigo que me vea, pero eso se acaba cuando Beatrice me arrebata las palabras que estaba por decirle a mi jefe.—Oh, Cris, esta joven como le llamas, —habla suave, ha cambiado el tono de su voz. —Me insulto y después derramó agua en mi vestido —indica con sus manos l
La señora Minerva es la madre de mi jefe, sí que me sorprendió esa noticia.—Sí, ella me lo pidió —digo.Bueno, no de ese modo, pero si mencionó lo de hacerle compañía, me imagino que eso también puede ser un servicio, aunque no sea algo común.¿Quién paga a una persona para que simplemente le haga compañía?Es inusual, pero si eso la va a ayudar, no me puedo negar. Además, ella me agrada, la señora es una persona buena. Pueda que todavía no la trate mucho, pero es alguien que no necesita conocerle tanto tiempo para darte cuenta de su nobleza.Cristóbal asiente con la cabeza, sus labios forman una línea, después los aprieta, no sé si está dudando lo que va a decir o únicamente me está otorgando su silencio.—Me parece perfecto —habla finamente. —Estoy de acuerdo que tú seas la persona que cuidará de ella.De nuevo eso del cuidado, no soy una enfermera si eso piensa.—Yo no soy una…—¿Te parece bien empezar ahora? —Aprieto los labios cuando me interrumpe.No me molesta, pero quiero acl
CRISTÓBALAdmito que hubo un buen cambio en mi madre, desde que Sophie le ha hecho compañía. La veo sonriente todo el tiempo e incluso le regresó el apetito, antes muy apenas lograba comer una comida al día, pero ahora… Estoy seguro de que todas las personas que hay en este barco, mi madre, es de las primeras que se despierta para ir a desayunar al restaurante.Parece una niña. Sin embargo, no me molesta verla así, ese había sido mi único propósito, hacerla feliz sin importar cuál fuera la razón.Su mente ha estado muy distraída, y eso ha servido, ya que no ha sacado el tema del matrimonio. Pueda que se haya resignado a no verme casado.Esperemos así sea, pues no quiero decepcionarla.Entre a la terraza que había en la parte de arriba del restaurante, las risas altas llegaron de inmediato a mis oídos. Los meseros me habían indicado que mi madre se encontraba aquí, junto con Sophie.Por lo regular no dejaba que mi madre pasará tanto tiempo a la intemperie, tenía miedo de que atrapará u
CRISTÓBAL —Lo sabía, lo sabía —repitió varias veces para sí misma, alcance a escuchar con claridad a mi madre, pero no entendí lo que decía. —¿A qué te refieres? —cuestione, luego de abrirle la puerta de su habitación. Sacudió su mano y me ignoro antes de pasar e irse a su dormitorio. Luego de la celebración que mi madre le organizó a Sophie, la convencí para venirse a descansar. No había parado en todo el día y aunque fingía estar bien, yo sabía que no era así. —Es mejor que duermas, has estado muchas horas de pie y no has descansado nada —le dije cuando ella tomó su libreta y se sentó a escribir algo en ella, la usaba casi todo el tiempo. No sé si sea un diario el que tenía, pero no iba a preguntárselo, no le hacía nada malo que tuviera uno, eso no quitaba que se me hiciera extraño que mi madre escribiera todo lo que vivía o incluso lo que se imaginaba. —Lo haré cuando termine de escribir esto —indico con su dedo la libreta en su otra mano. —Es algo que no puedo dejar para maña
SOPHIERegrese de prisa a mi camarote, había quedado con la señora Minerva de verla en el spa, yo no sabía que iba a hacer allí, pero ella insistió en que le acompañará.Desde que comencé hacerle compañía, no me le he despegado ni un solo día; sin embargo, eso no me hace olvidar mi propósito, porque sigo aquí.Aunque ahora tengo un sueldo diferente al anterior, apenas llevo un pago y con eso no conseguiré mantenerme por mucho tiempo. De todas maneras el barco no se ha vuelto a detener en ningún puerto, ni siquiera sé en qué parte estamos.Debo averiguar eso pronto, saber cuándo será la siguiente parada y en que ciudad, solo espero que sea muy lejos de Lavrion.En cuanto entre a mi camarote, me detuve. Mis ojos se movieron inquietos por todas partes.—¿Qué pasó aquí? —murmure, mientras miraba el desorden.Me acerqué y me agaché para agarrar unos cuántos pétalos de rosas que estaban regados por el suelo.—¿Por qué hicieron esto con ellas? —cuestione confundida.Pero lo más extraño es, p
SOPHIE—¿Verdad que es muy guapo mi hijo? —Trato de evadirla y me entretengo con otra cosa para no mirarla. Admito que me he puesto muy nerviosa.—¿Dormirá o leerá algo? —levanto el libro que estaba en la cómoda.—¿Me estás ignorando? —cuestiona.Ni siquiera me atrevía a verla, estaba avergonzada desde que su hijo declaró abiertamente que yo era bonita.—No, cómo cree eso, es solo que…Me atrapa cuando la vi.—Si lo haces, y es por lo que dijo mi hijo —señala. —¿Acaso te incómodo su confesión? Cristóbal es un hombre sincero y educado, jamás te mentiría o sería capaz de jugar contigo.¿Adónde quiere llegar con eso? ¿y que se supone que deba decirle? Si le digo sí, ella pensará que no soporto a su hijo, pero si le digo no, ¿también pensará mal de mí? Lo mejor que puedo hacer, es no responder.—Creo que es hora de marcharme, ya es tarde —veo el reloj que está en la cómoda. —Mañana temprano vuelvo, —comienzo a caminar hacia la puerta.—¿Sophie? —pronuncia la señora Minerva.—Hasta mañana,
CRISTÓBAL—¿Qué té pasa? —pregunta Beatrice. —Has estado todo el día con un humor pésimo, cómo si algo te molestará.—Solo no he tenido un buen día —respondo.—¿Estás seguro de que solo sea eso? —insiste.—Sí, ya te lo dije.—Bien, bien —levanta sus manos. —Al menos acepta mi invitación de ir al bar y tomarnos juntos unas bebidas, cómo en los viejos tiempos.—No tengo tiempo, y tú también tienes trabajo —le recuerdo. Ella hace una mueca.—Vamos, solo será un rato. Nos hará bien despejarnos del trabajo un momento.Suspiro y vuelvo a negar.—Será en otro momento.—Bien, tú te lo pierdes. —Se pone de pie. —¿Es toda la información que vas a querer? —vuelve al asunto del trabajo, toma la carpeta que está sobre el escritorio.—Si —asiento. —Por el momento será todo.Con eso último sale de mi oficina. Saco todo el aire que estaba retenido y me recargo en el respaldo de mi silla.¿Cómo pude creer que ella confiaba en mí? Y que ella aceptaría con facilidad ese regalo que le envié. Con esto me
CRISTÓBALSalgo de prisa de la habitación, camino directo hacia la parte donde se encuentran los congeladores. Antes de salir le dije a mi madre que era algo de trabajo por lo que me llamaron, que la iría a dejar a su camarote y en cuanto tuviera noticias le avisaría.Tuve que mentirle un poco, ya que no la mire muy bien cuando llegó a la oficina. Al parecer la presión no la tenía muy bien y no quería asustarla, menos si solamente eran sospechas de los guardias.Es ilógico que ella esté adentro de un congelador, aparte ¿por qué estaría allí? Se supone que debía estar con mi madre, y no en la cocina.—¿En dónde? —pregunto cuando cruzo la puerta de la cocina. Ignoro las miradas de todos los empleados que están ahí.—Por allá, señor —me indica el guardia.Lo sigo, nunca había estado aquí, aceptó que no suelo visitar todos los sitios de los barcos, no tengo el tiempo y para eso tengo personal para cada puesto y tarea.Entramos a un pasillo más amplio que el anterior, pasamos varias puerta