Acosador

SOPHIE

Iba rumbo a mi camarote que me asignaron, luego de un día muy ajetreado que tuve; me quise quitar los zapatos y caminar solo con las medias puestas por el lujoso piso de este barco en el que nunca imaginé que estaría, pero el cruel destino me trajo hasta aquí y ahora tenía un trabajo aunque era muy pesado y cansado. Al menos estaba lejos de la dictadura de mi abuelo.

—Hola, preciosa — un hombre se puso delante de mí — ¿Por qué tan solita? Ven que te haré compañía y la pasaremos bien.

Desde que comencé a atender a los pasajeros, muchas miradas de lascivia me lleve y una que otra insinuación por parte de cada hombre que le servía una bebida.

Podía sentir el olor a alcohol a la distancia, el hombre estaba ebrio, así que decidí pasar de él, ya que por su vestimenta evidentemente no trabajaba aquí.

En el momento que pasé a su lado me tomó del cabello para apresarme contra la pared del pasillo, sentí su aliento tan cerca de mí que fue suficiente para revolver mi estómago por completo. Mis ojos se humedecieron, sentí una opresión en mi pecho por angustia; debido a la cercanía también fui capaz de percibir el bulto que se formaba en su parte inferior, decidí pisar su pie muy fuerte y esto me ayudo a salir corriendo.

Estaba un poco lejos, pero me tropecé al momento que mis pies se me enredaron entre sí y esto fue la ventaja para que el hombre me alcanzará, tomó mis piernas y las abrió; en el momento que miré a un trabajador pensé que alguien me había salvado así que le pedí ayuda entre lágrimas.

—Toma — el hombre se sacó un fajo de billetes y se lo dio al empleado — tú no has visto y escuchado nada, procura que nadie venga por aquí en lo que termino con esta belleza.

—Sus deseos son órdenes, señor — él tomó el fajo de billetes y lo guardó para luego verme — lo siento, el que tiene el dinero es el que manda.

El trabajador se fue y una vez que estuvimos a solas comencé a ser manoseada, las manos regordetas del tipo abrió mi blusa mientras los botones brincaron por todos lados, su boca se deslizó por mis pechos y por mi cuello haciendo que llorará.

Comencé a gritar mientras luchaba para apartarlo.

—¡Déjeme ir, señor! — él me dio un golpe — ¡Ayuda, alguien ayúdeme, por favor! Me quieren violar.

Mi cabeza fue tomada entre las manos del hombre y la lanzó contra el suelo, eso fue suficiente para que viera borroso, pude escuchar a lo lejos otra voz masculina, muy distinta a la de ese hombre.

Como pude grité con mis últimas fuerzas que me quedaban.

—¡Por favor ayúdenme! Me quieren violar.

Solo miré las pisadas largas de un hombre y sentí como el peso que tenía encima de repente desapareció, mis oídos percibieron unos puñetazos y a alguien llamando al capitán del barco.

—¿Señorita, me escucha? ¿Se encuentra bien? — una mano se deslizó por mi espalda y por mis piernas para levantarme —no se preocupe, ese desgraciado no volverá nunca más a poner sus sucias manos sobre usted. Está a salvo.

Perdí el conocimiento en el momento que sentí que alguien cubrió mis zonas desnudas. A lo lejos escuché varias voces, poco a poco comencé a abrir los ojos y de repente me miré en el cuarto, se me hizo reconocido. El mismo dormitorio elegante que entre cuando subí al barco, dónde dejé mi vestido de novia y tomé aquella ropa ajena.

Me incorporé y solté un quejido de dolor. Me dolía la cabeza y todo el cuerpo.

—No se mueva, es preferible que descanse un poco más. —Dijo de nuevo esa voz masculina. —¿Cómo se encuentra? —se acercó preocupado.

Era el hombre que le estropeé el saco con las bebidas. El dueño del crucero, a lo que me dijo Elena, la mujer que me trataba horrible.

—Me duele la cabeza y todo el cuerpo — masajeé mi sien — pero aparte de eso todo está en orden, ¿Qué fue lo que pasó, por qué estoy aquí?

—Escuché que gritaban y fui a ver que pasaba, al llegar me encontré con un empleado que trató de distraerme, pero lo empuje, entonces me encontré con ese tripulante que quería abusar de ti. Te lo quité de encima, pero para entonces ya habías perdido el conocimiento.

Cuando recordé lo sucedido, empecé a contarle lo que ese tipo hizo, él me ofreció llevarme a la enfermería; sin embargo, le dije que ya me sentía mejor, que el dolor de cabeza pasara pronto.

En eso algo llamó mi atención, miré hacia el guardarropa que estaba enfrente de la cama. Una falda blanca de seda sobresalía de una bolsa negra. Mis ojos se abrieron asombrado.

¿Era el vestido de novia del que me había deshecho?

Necesitaba salir de aquí pronto antes de que me pusiera en evidencia y se diera cuenta de quién era la dueña de ese vestido.

En cuanto se distrajo, aproveché para bajarme de la cama, y salí apresurada de allí. Me fui hasta directo hasta mi camarote, pero en mi intento de llegar hasta él, Elena se me cruzó en el camino, evitando que llegará.

—¿Dónde demonios te habías metido? —Me reclamó, con sus manos en sus caderas. —Los platos no se lavaron solos, vete a la cocina a terminar con la limpieza.

—Pero iba a mi camarote, me duele mi cabeza…

Me interrumpió.

—No me importa. Eres una holgazana, desde que subiste al crucero te la has llevado holgazaneando. Pondré una queja.

—¡No! —dije rápidamente. —Haré lo que me ordenes, pero no me acuses, necesito este trabajo. —suplique.

En realidad lo que no quería era que me denunciará, pues eso podía causar que me echarán del barco en el siguiente puerto, y no quería tocar tierra, pues tenía miedo de que mi abuelo me hallará.

Caminé por el pasillo, antes de llegar a la cocina, crucé por el salón de servicio. Me sorprendí en el momento que miré a absolutamente todos los empleados del crucero reunidos allí y entre ellos estaban el que me intentó violar y el empleado que sobornó.

—Quiero que sepan que aquí no voy a permitir que nadie haga lo que se le venga en gana y menos si es un delito, la joven que fue casi abusada sexualmente por este tipejo —señaló al hombre —tuvo un cómplice, y ambos pagarán por ello. —Se escuchaba enfadado. — Bien, dado que aquí no hay excepciones, se les dará el castigo que merecen. Capitán, por favor lleve a estos dos a su camarote y los encierra, los entregaremos a las autoridades en el siguiente puerto para que se hagan cargo de ellos.

—Como usted ordene señor — él hizo una señal a otros empleados y los sujetaron — si desea cualquier otra cosa, por favor no dude en pedirla.

—Sí, quiero que uno de sus hombres de confianza este al cuidado de esta chica. —Me miró a mí y luego se volvió hacia el empleado que fue comprado por el pasajero. —Por cierto, estás despedido y créeme que me voy a hacer cargo de que ningún sitio te contrate y desde ya te digo que no solamente en los cruceros, sino en cualquier otro lugar.

Los hombres fueron llevados a la fuerza mientras gritaban que los soltarán, mi dueño se volvió hacia mí y entonces se acercó.

—Se supone que debes estar descansando, vamos. —me tendió la mano para que la tomara, dude por unos segundos. —Te acompañaré a tu camarote. —Finalmente acepté. —Supongo que escuchaste todo, no te preocupes, que ahora alguien va a estar cuidando de ti. —Me informó mientras caminábamos.

—No quiero que nadie cuide de mí, estoy bien así — hablé con temor, tenía dos razones muy grandes por las que no quería la atención puesta en mí, pero no le iba a decir la primera. — por favor no haga eso, estos momentos no soporto la presencia de ninguna figura masculina a mi lado.

—¿Ni siquiera la mía? —indagó, con una ceja levantada.

Sin embargo, no le respondí, preferí quedarme callada, porque en verdad no sabía la respuesta. Habían intentado abusar de mí dos veces y eso ya me tenía aterrada, tanto que ya no aguantaba ni las miradas de los hombres.

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