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Amor Intermedio
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Por: dalsantoftmartinez
1. La Noche Que Te Conocí

¿Cómo olvidar la noche en que te conocí? Eras un hombre con el corazón roto y unas cuantas copas de más sentado en la barra de un solitario bar cerca de la playa, y yo era tan solo una turista más en la preciosa ciudad de Benalmádena que se encontró contigo por casualidad.

Julio 8

Me habían dicho muchas veces que esta ciudad era hermosa, pero jamás me imaginé cuánto. Los paisajes, su gente, su comida; todo es increíble. Hace años que vivo en España, pero jamás había visitado Benalmádena hasta este momento. 

La luz de la luna ilumina las calles de manera fascinante gracias a lo inmensa que se ve hoy y lamento que Sara haya decidió irse al hotel, se está perdiendo unas fotografías increíbles. Puedo escuchar el ruido del mar desde este callejón y me siento más libre que nunca. Quizás es el haberlo dejado con Pedro después de dos años lo que me hace sentir así. Este viaje es la llave a una nueva vida. Una donde no quiero enamorarme más. Estoy harta de desengaños, de mentiras, de dar explicaciones, pero que no me las quieran dar a mí. Ya es suficiente. Es hora de concentrarme en mí e intentar cumplir mi objetivo de convertirme en la mejor publicista de España; sé que puedo, para eso he estudiado tanto y me esfuerzo cada día de mi vida. 

En mi camino, las luces de neón de un viejo bar captan mi atención. Es hermoso a su manera, perfecto para una publicidad de una bebida alcohólica o incluso una sesión de fotos con algunos modelos. Sin dudarlo fotografió el lugar y decido entrar para intentar contactarme con su dueño para averiguar si estaría interesado en una oportunidad de alquilar su local en el futuro. 

Por dentro el sitio parece desolado y el ambiente se siente pesado provocando en mí un miedo que quizás es una señal de que hay algo malo con este bar, pero, hay algún que otro cliente en algunas mesas y otro solo sentado en la barra. Miro el reloj y sé que no puedo pretender encontrarme con mucha gente, ya que son las tres de la madrugada y este sitio no se presta para una gran fiesta o ¿si? 

Guardo mi cámara fotográfica en mi bolso y tomo asiento en la barra únicamente a tres taburetes de distancia del misterioso cliente que trae puesta una gorra como si quisiera esconder algo, no me extrañaría que lo hiciera en un sitio como este. Un joven de cabello cobrizo y ojos verdes y rostro lleno de pecas aparece desde la apertura que hay entre la pared y supongo que lo que será la cocina, y se acerca a mí. 

―Buenas noches, ¿Qué te sirvo?―Pregunta de manera amable. 

―Buenas, en realidad estaba buscando al dueño de este lugar.― Le dejo saber y él sonríe.

―¿Por qué motivo lo buscas?― Averigua y en su rostro veo indicios de dudas ante mi interés.

―Es que soy publicista y me ha encantado la fachada de este sitio. Quisiera poder tenerlo en cuenta para alguna campaña publicitaria.― Explico y su rostro cambia completamente.

―En ese caso, mucho gusto. Soy Lucca, el dueño de este antiguo bar que ha pertenecido a mi familia por mucho tiempo. ―Se explica y extiende su mano.

―Un placer Lucca, soy Serena Hauser.― Me presento y estrecho su mano. 

―¿No eres de aquí, cierto?― Inquiere con una gran sonrisa. 

―En realidad soy de padre argentino y madre colombiana, nacida en Miami, pero vivo en Madrid desde los 18.― Explico y su rostro es de asombro.

―¡Vaya combinación!― Bromea. 

―Sí, digamos que no soy de ninguna parte.― Digo divertida y de repente nuestra conversación se ve interrumpida cuando el cliente de la barra le grita pidiendo otra cerveza. 

―¡Que ya va tío!― Le grita Lucca. ―Lo siento Serena. Mi mejor amigo está con un problemita de faldas.―  Me explica y no puedo evitar reír ante su explicación.

―Suerte que tiene un amigo que es dueño de un bar. ― Bromeo. 

―Afortunadamente, me paga lo que consume.― Dice entre risas mientras le sirve otra cerveza. 

―Eso es bueno ¿me sirves una?― Le pido y él sonríe. 

―Claro. Ya regreso, es que la que le he dado es la última que tenía aquí.― Me explica y se va a la parte de atrás. 

Estoy muy concentrada observando la característica decoración del bar, cuando siento que unos brazos me rodean por la cintura haciendo que de un salte del susto ―¡Suéltame!― Exclamo y solo puedo sentir su aliento en mi cuello. 

―No sabes cuánto te amo. ― Le escucho decir y esa voz me resulta muy familiar. 

«¿Dónde la he escuchado antes?» pienso para mis adentros. 

Como puedo volteo para ver quién está detrás de mí y me quedo sin palabras al ver que se trata del mismísimo Gael Martí quien en estos instantes está con un aspecto deplorable a causa de las varias copas de más que lleva encima. No puedo creer que uno de los empresarios más importantes del país y el hombre por el cual todas las mujeres se mueren, esté aquí… 

―¿Tú?― Le pregunto asombrada, pero dudo que vaya a responderme. 

Al parecer él esperaba ver a alguien más porque sus ojos se abren de par en par.―Lo siento. ― Se disculpa intentando alejarse, pero debo sostenerlo para que no se caiga y azote en el suelo –creí que eras Delfi.― Me explica y vuelve a mirarme ―Me gustan tus ojos...― Comenta y no puedo más que reírme. 

―De acuerdo... mejor siéntate allí que tu amigo ya regresa. ― Hablo e intento que se siente dónde estaba. 

Me quedo mirándolo detenidamente y vaya que se ve mejor en persona... Hasta borracho es guapo y eso sí que es difícil. Si Sara supiera que está aquí, vendría corriendo, este hombre la vuelve loca cuando sale algún artículo de él no duda en leerlo para después comentarlo conmigo sin que puedad parar de hablar. 

―Serena.― Le escucho decir a Lucca y al cruzar mi mirada con él, noto que algo ha sucedido. 

―¿Qué sucede? ¿Por qué traes esa cara?―  Pregunto confundida. 

―Es mi hermana. Ha chocado y debo ir al hospital. Tengo que cerrar el bar, lo siento.―  Me dice mientras sale de detrás de la barra y comienza a avisarle a los otros clientes que al parecer no están tan borrachos como Gael porque se ponen de pie sin problema alguno. 

―¿Qué haces con él? En este estado no puede ir a ningún sitio ¿le pido un taxi y espero a que vengan por él?― Me ofrezco y Lucca niega. 

―¡No! Él no puede subir a un taxi y menos en este estado. Lo reconocerían enseguida. Su auto está aparcado allí fuera, ¿puedes llevarlo a su piso? Yo te pago el taxi hasta tu casa.― Propone.  

«¿Quién me manda a mí a meterme en esta situación?»

―Vale, dame la llave y la dirección de donde vive.―  Le pido y se acerca a Gael para quitar las llaves de su bolsillo y dármela. Luego, toma una servilleta de la barra y rápidamente escribe la dirección y me la da –No le digas a nadie por favor. Juro que te compensaré por esto. ― Me pide.

―No te preocupes. No soy otra de las mujeres que mueren por él y no me interesa decirle a nadie de esto. Tú ve con tu hermana. ― comento y no sé por qué, pero siento que debo ayudarlo, aunque no lo conozca.

Aquel 8 de julio algo que yo no esperaba comenzó. Quizás una casualidad de la vida, o quizás el destino haciendo de las suyas para enseñarme una gran lección.

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