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3. Los dos buscábamos lo mismo

Nuestro primer encuentro ha sido absolutamente todo lo que yo no esperaba que sucediese. El hombre con corazón roto que había llevado a su casa la noche anterior a causa de una gran borrachera, se había convertido en un hombre frío, calculador, y directo. El problema es que no dejaba de ser jodidamente guapo y sensual. En el fondo ambos buscábamos lo mismo aquella noche y supimos ser los más directos posible.

***

Consulto el reloj por tercera vez antes de caminar la última calle hacia el bar. Inventarle a Sara que iría a una especie de cita con un desconocido ha sido más difícil de lo que creía. Insistió tanto en que le preguntara si tenía un amigo que me ha tocado hacer una llamada falsa. Lo que sí puedo decir, es que aprueba definitivamente esta idea. Según ella, necesito un buen revolcón con alguien para olvidar por completo a Pedro y realmente comenzar esa vida de libertad que tanto busco. Lo que dudo es que Gael sea ese alguien que busco. 

Las luces de neón vuelven a llamar mi atención y antes de que pueda entrar Gael sale. –Buenas noches, Serena.– Dice y me mira de pies a cabeza haciendo que sienta que el vestido corto negro que llevo puesto me haga sentir desnuda. –Te ves guapísima, ¿vamos?– Propone y me sorprende cuando se acerca a mí y me saluda con dos besos. 

―¿No puedo entrar a saludar a Lucca antes?― Pregunto confundida.

―Mejor no. Es que no quiero tener problemas con él ― comenta y no entiendo de que habla. –Vamos mejor. ― Insiste y me ofrece su brazo para ir con el hasta su auto deportivo color negro. 

―Me gusta―comento observando el vehículo que he conducido anoche. 

―Es lindo, pero tú estás mejor.–  Expresa y definitivamente no esperaba que dijese eso. 

―Eh... de acuerdo.― Me limito a responder y es que de verdad no sé ni que decirle.

–¿Te da vergüenza que te diga que me pareces guapísima?– Cuestiona mientras pone el auto en marcha. 

―No, pero me sorprende lo directo que eres, ¿qué sucedió con el hombre que estaba hecho trizas anoche en ese bar?– Pregunto sin rodeos mientras observo lo rápido que conduce. 

―Soy directo porque una mujer como tú merece eso. Mírate... eres prácticamente una modelo. Ojazos verdosos, cabello lacio castaño claro hasta la cintura, piernas kilométricas, piel color caramelo a causa de tu gran bronceado, curvas definidas que invitan a ser recorridas... eres definitivamente el tipo de mujer con la que no hay que dar rodeos si no quieres perder. Y respondiendo a tu pregunta, ese hombre se cansó de que lo tomen por idiota. Ese hombre ha vivido tres desengaños amorosos y no quiere saber más nada del amor; lo que ves es lo que hay, lo tomas o lo dejas.― Explica y me quedo con la boca abierta.

―Bienvenido a mi mundo. Yo tampoco quiero saber más nada del amor; así que... si quieres deja tu teatro y no me lleves a ningún restaurante. Esta noche no estoy buscando una cita romántica precisamente, y por lo que me cuentas, tú no estás buscando perder el tiempo tampoco.―Hablo firme y sin rodeos llevo mi mano a su pierna haciéndole sonreír –Tú tampoco eres un hombre con el que hay que dar rodeos. Además de ser quien eres, un alguien demasiado guapo como para desperdiciar una noche contigo. ―Digo sonriente y al parecer hablamos el mismo idioma. 

Él aparta la mirada del camino un instante y me mira con una amplia sonrisa –Me gusta mucho que nos entendamos tan bien.– Dice triunfal. 

–A mí también– Confieso y no puedo dejar de mirarlo. 

Definitivamente, es un Dios griego. Me es inevitable no imaginarlo sin esa camisa puesta.

–¿Asi que vives en Madrid?– Me pregunta y sonrió.

–Sí... ¿Te ha contado Lucca?― Pregunto y me doy cuenta de que estamos yendo a su piso. 

–No, lo he visto en tu cuenta de I*******m.– Replica e intentó no sonreír.

–Ah ya... con que has estado revisando mi cuenta.– Digo pícaramente y él me mira seductoramente.

―He visto prácticamente todas tus fotografías y debo confesar que ahora te estoy imaginando con ese diminuto bañador color negro.― Me deja saber y no puedo más que sonreír en respuesta. 

-Mejor lleguemos a tu piso y me quitas este vestido. ― Propongo y subo mi mano por su pierna llegando al límite. 

–Con mucho gusto lo haré.– Responde firme y pocos minutos después finalmente aparca en el parking subterráneo del edificio donde vive. 

Lo observo bajar del auto y caminar hacia el lado del pasajero. Ese pantalón negro le queda de maravilla... debo admitir que se ajusta a la perfección a su cuerpo y que deja entrever los atributos que muero por descubrir en unos minutos. 

―Permíteme.― Dice extendiendo su brazo una vez que abre la puerta. 

Tomo su mano y bajo del auto haciendo que el descruzar mis piernas le haga mirarme de la manera que busco hacerlo. –Gracias.– Digo con una amplia sonrisa e intento caminar, pero él toma mi mano y me jala para que quedemos de frente. 

―De nada.― Responde sin dejar de mirar mis labios.

Muerdo mi labio inferior, muevo mi cabello, soy yo ahora quien mira sus labios, y finalmente él acorta la distancia y me besa con fervor haciendo que cada milímetro de mi ser se percate de su cercanía. 

Es un experto. Sus labios se mueven a la par de los míos de manera apasionada. De a poco su lengua va pidiendo acceso a la mía y se lo doy. Es una dulce locura que me mata y cuando creo que es capaz de subirme sobre el capo de su auto y follarme ahí mismo; se detiene.

―Subamos mejor. No quiero dar un espectáculo. ― Propone agitado y asiento. 

***

Pensé que un hombre como él no sería capaz de fijarse en alguien como yo, pero estaba equivocada. Los dos buscamos lo mismo y no es amor precisamente.

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