Preparando el regreso

En eso estaban cuando de pronto se abrió la puerta de la cabaña al entrar Zurab. No se pudieron separar a tiempo para que no los viera, los ojos de Zurab se abrieron como platos. Luego sonrió con complicidad.

—¡Caramba! Después de todo el hombre no está muerto —la carcajada que soltó llenó la pequeña cabaña e hizo desaparecer la cara de sorpresa de él y el rubor de ella.

Finalmente todos se echaron a reír con ganas hasta que las lágrimas les saltaban de los ojos, la risa, como un suave bálsamo borraba las preocupaciones y los malos recuerdos.

Cuando dejaron de reír se sentían mucho mejor. Tatiana recostó de nuevo su cabeza sobre su hombre… «Su hombre» —eso sonaba tan hermoso en su cabeza, y era algo que no se había imaginado nunca sentir y menos, decir.

Zurab los miró con ternura en su mirada, al fin y al cabo eran su prima, a quien adoraba y Velkan, que se había ganado primero su confianza y segundo, su cariño.

Velkan se incorporó un poco para ver su pierna. El tobillo seguía hinchad
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