James Maxwell
New York, Estados Unidos
Días después.
Estaba sentado en la orilla de mi cama, respiraba agitado, estaba temblando, mis dedos apretaron con fuerza la sábana debajo de mí. Miré en la oscuridad de mi habitación, de nuevo aquel sabor del miedo, estaba en mi boca. Bárbara en mis brazos, mi grito desgarrador de aquella escena me hizo despertar de esa pesadilla…de nuevo.
―Tranquilo, James. ―me dije a mi mismo con el corazón latiendo a toda prisa. Al sentirme un poco tranquilo, regresé a la cama. Era extraño, ya que cuando pasaba una pesadilla, inmediatamente iba directo al gimnasio, pero hoy no. Hoy no quería. Miré desde mi posición, hacia el otro lado de la cama, y más allá de aquel lugar vacío, estaba las dos puertas que dan al balc&o
Emily EvansAl decir esas palabras, colgué de repente. No quería escuchar una negativa.¿Desde cuando eres una miedosa, Emily? Mi corazón latió a toda prisa, me mordí la uña de mi pulgar, ¿Qué habrá pensado? Sin duda debe de pensar que es una obsesión, pero no era así. Ya había tenido obsesiones, y no se parece esta en absoluto. Solté un gritito al sentir cuando vibró mi celular en mi mano, la pantalla anunció el número de James. ¿Contesto? ¿Qué me va a decir? ¿Dirá que lo deje enpaz? ¿Qué me va a poner el dedo con mi padre? No, no podría, si lo hacía, mi padre escarbaría y se enteraría de lo de mi cumpleaños. Vibró denuevo. Lo tenía así para evitar que llegara el sonido a otros oídos.―Sé
Emily EvansLas puertas del elevador privado se abrieron, entré y escuché que hablabapor el celular, estaba de espaldas hacia a mí, podía ver tensión y en su tono de voz, irritación.―Hazlo. ―dijo de manera tajante y colgó. Se volvió hacia a mí.―Aquí estoy, señor Evans. ―él sonrió al escuchar como lo había llamada, estaba de pie detrás de la silla que estaba frente al escritorio impecable e intimidante.―Siéntate. ―me señaló la silla, lo hice en total silencio.― ¿Qué tal tu semana? ―intenté no decir unas palabrotas por lo que hacía Austin, así que me mordí la lengua.―Buena. ―dije solamente, con lo que quedaba de mi uña, me rascaba como tic el interior de mi mano, hacía círculos constantes. Era un tic de e
James MaxwellNew York, viernes 16:15 pm―Lo sé. ―solo eso pude decirle a Emily.― ¿Dónde estás? ―Emilypreguntó en un tono muy bajo. ―Miré a Peter quien iba al volante, se había detenido en un drive del Starbucks, luego hizo un pedido para ambos.―Estoy en la calle, acabamos de entregar la oficina en la que estábamos instalados. ¿Y tú? Supongo que debes de estar alistándote para dormir…―ella soltó una risa del otro lado de la línea.―Estoy en la bañera…―susurró, tomé aire y lo sostuvepor unos segundos, mi mente me traicionó imaginando escenas de ella dentro de la bañera llena de espuma en la superficie del agua, yo entrando con mi ropa y tomando lugar del otro lado de este, pasé saliva con dificultad. ―James, respira.
Emily EvansLunes por la mañana, Empresas Evans,Londres, Inglaterra.Menos una uña larga.Mi padre golpeteó mi mano para que dejará de morderme la otra uña del otro dedo.―Es un asqueroso hábito que tienes que retirarte. ―giré mi mirada hacia a él, le torcí el labio y luego negó. ―Tu madre lo tenía…―su mirada se volvió nostálgica.― ¿También le pegabas en la mano? ―le sonreí para sacarlo de su burbuja, él puso su mano en mi hombro, tiró suavemente de mí para dejar un besocontra mi cabello.―Te vuelvo a ver que lo haces delante de mí y te dejaré en vergüenza. ―se separó y clavó su mirada en mí,&nbs
James MaxwellElla no se inmutó a mis palabras, asintió, se inclinó hacia a mí y retrocedí, me sorprendió su movimiento, me sorprendiócomo me alteré en segundos a su cercanía, ella estiró su mano esquivando mi cuerpo, la campanilla de las puertas del elevador sonó, las puertas se abrieron a mi espalda.―Solo para aclarar…―dijo regresando a su lugar. ―No estaba coqueteando, señor…Maxwell. ―sus ojos grises se cargaron de frialdad, hizo señas de que retrocediera, me volví para salir y me sorprendí que el grupo estuviese dóndelos había dejado. Salió Emily. Se plantó a mi lado y sonrió a los demás. ―Bien, ya aclarado
Emily EvansQuería un caparazón. Y uno muy grueso. Un caparazón que no le entrara absolutamente nada, ni toda esa rabia queJames me había lanzado hace una hora en su nueva oficina. Había controlado muy bien lo que había provocado James en ese momento, salí sin bajar esa mirada, no quería verme frágil ante ellos por lo que acaba de gritarme.― ¿Estás lista? ―preguntó mi padre cuando entró a la sala de juntas, que es dónde estaba con Austin y mi capacitación.―No iré. ―dije, regresé mi mirada a los papeles, cuando no escuché nada de parte de mi padre, levanté la mirada a él de nuevo.― ¿Qué pasa? ―preguntó, y yo negué. ― ¿Qué pasa? ―insistió ahora con un tono más fuerte.―Solo que no tengo ha
James MaxwellLa mirada que me clavó Emily antes de cruzar el resto del pasillo, me molestó, ¿Cómo alguientan joven puede provocarme tantas sensaciones nuevas y prohibidas en tan corto tiempo? En mi cara me habían regresado mis palabras y no encontré algo en su mirada que mostrara miedo, dolor, decepción, al contrario, había seguridad en sus palabras, mostró una seguridad canija que me dejó sin palabras, tomé aire y lo solté lentamente para controlar mi cuerpo, mi mente sobre todo, me aclaré la gargantay caminé detrás de ella.―Señorita…Evans. ―remarque su apellido condureza, ella se detuvo, siguió dándome la espalda, luego se volvió hacia a mí con sorpresa fingida, eso me hizo arrugar su ceño. ¿Qué? ¿La niña es bipolar?<
Emily EvansSus ojos centellaron ira muy contenida, noté que sus hombros se tensaron.― ¿Qué es lo que sabes de sustentabilidad?¿Acaso tienes una carrera? Solo tienes veinte años. ―bajé mis manos a mis costados.― ¿Qué problemas tienes con la maldita edad? ―no pude evitar no sonar molesta. ―No me conoces aun. ―él arrugó su ceño. ―No sabes que estudié desde muy temprana edad, terminé estudios antes que muchos, si, a mis veinte años he recién terminado mi carrera en administración y soy muy a mi cortad edad, especialistaen energías renovables. ―abrió sus ojos mucho más con mucha sorpresa. ― ¿Ves? no sabías que detrás de aquella “niña” con solo “veinte años” tiene herramientas, tienes que dejar de juzgar a la gente por