Nos vemos mañana con más de esta historia.
Arranco la sábana de mi cuerpo y salgo de la cama. Esta conversación comienza a tonarse un poco incómoda. ¿Novios? No sé qué tipo de ideas se ha recreado dentro de su cabecita ingenua, pero me siento satisfecho de habérselo aclarado antes de que haya confusiones innecesarias. No soy un hombre del tipo sentimental, todo lo contrario, soy de los que toma las oportunidades cuando las consigue. Es justo que sepa a qué atenerse desde ahora. Al fin y al cabo, nunca le ofrecí nada a cambio. ―¿Qué vamos a hacer hoy? ―me detengo a mitad de camino al escuchar su pregunta―. ¿A dónde piensas llevarme? Suelto el aire que hasta ahora no di cuenta que estaba reteniendo dentro de mis pulmones. Pensé que se sentiría ofendida por mi respuesta y que huiría cuando sus perspectivas sobre un romance o algún tipo de relación entre nosotros, se hicieran trizas. Por supuesto, estaba nervioso, porque la opción de perderla me aterraba. Sí, mi idea desde un principio era follarla para poder arrancarme del alma
Me retuerzo entre las sábanas y suelto un bostezo al abrir los ojos. Estoy adolorida y agotada, pero, sobre todo, satisfecha. Apenas puedo mantenerme despierta. Lud es un hombre muy exigente en cuanto a sexo se refiere. Bueno, a decir verdad, creo que es bastante obseso en todos los aspectos. Un controlador nato. Sin embargo, me gusta esa parte de él que tiende a ser dominante y posesiva. ―Pasan de las nueve de la mañana, cariño ―suelto un respingo y un jadeo de sorpresa al oír su voz. Me doy la vuelta y lo veo sentado en el mismo sillón en el que lo encontré anoche. Está leyendo el periódico y bebiendo de su taza de café―. Acostumbro a desayunar muy temprano, pero esta vez hice una excepción por ti ―coloca la taza sobre el plato y dobla el periódico para dejarlo en el mismo lugar. Se pone de pie y se acerca a la cama―. Estaba esperando a que despertaras para que lo hiciéramos juntos. Me estaba esperando, ¿a mí? Se sienta al borde de la cama, apoya las manos sobre el colchón y se inc
Las emociones y las sorpresas inesperadas no han dejado de suceder una tras otra. Tengo la sensación de que estoy viviendo mi propia historia de amor, aunque él no quiera o no pueda reconocerlo. Lud no es una persona de relaciones afectivas, sus palabras no las mías, sin embargo, se ha comportado como un hombre atento, considerado y detallista. Mi corazón no ha dejado de martillar desde que nos topamos aquella noche en el corredor de su club. Estoy convencida de que nuestro encuentro estaba predestinado a ser, que era un acontecimiento inevitable del que ninguno de los dos podría escapar. ―Estás muy callada. Giro la cara y lo miro a los ojos. Me gustaría hablarle acerca de mis sentimientos, confesarle que, mi corazón y mi alma, fueron inevitablemente suyos desde el primer instante que lo vi. Sin embargo, mantengo mis labios sellados. Sé que eso lo haría correr hacia el otro lado del continente para estar lo suficientemente lejos de mí. Así que seguiré conteniendo en mi interior este
Bip, bip, bip. Ese maldito sonido me está sacando de quicio. ¿De dónde proviene? Intento abrir los ojos y mover mis manos, pero no puedo lograrlo. Un centellazo de dolor atraviesa todo mi cuerpo y lo hace estremecer. Tengo la sensación de que alguien metió sus dedos dentro de mis entrañas y me las arrancó de un tirón. Maldigo para mis adentros, porque tampoco puedo expresarlo en voz alta. ¿Qué demonios? Creo que estoy en una especie de estado catatónico. Por más que me esfuerzo para que mi cuerpo envíe alguna señal de vida, nada sucede. ¿Qué me está sucediendo? Por fortuna, mi cerebro sigue funcionando a la perfección. Recuerdo cada detalle de la paliza que esos dos malditos hijos de puta me dieron. Pudieron matarme, pero no lo hicieron. Craso error. Debieron haberlo hecho, porque una vez me recupere desataré toda mi furia sobre ellos. Los golpearé donde más les duele y se arrepentirán de haberse atravesado en mi camino. ―Buenos días, padre Graham ―mi mente se queda en silencio y po
Nunca he estado más emocionado de lo que estoy esta noche. Ella está a punto de pasar su primera prueba, recibir un mordisco de lo que representa mi mundo real. ¿Lo aceptará? ¿Saldrá corriendo? Es algo que voy a descubrir muy pronto. Estoy exponiéndome a un enorme riesgo, uno que puede dar al traste con mis aspiraciones. Una vez que se abren las puertas del elevador, mi corazón comienza a golpetear contra la pared de mi pecho. Mi polla está dura por lo que puede representar esta noche para los dos, pero también siento que ese músculo que estuvo muerto y que ahora vibra con energía debajo de mi caja torácica, camina sobre una cuerda floja suspendida en la cima del One World Trade Center. Rachel gira la cara sobre su hombro y me mira confusa. Se ve nerviosa y angustiada. ―¿Qué hacen ellos aquí? Su voz tiene un acento de preocupación. Coloco una mano en su cintura y la giro con suavidad para que me mire de frente. Ahueco su rostro y fijo la mirada en la suya. ―¿Confías en mí? Sus p
No sé qué pensar al respecto. Es la primera vez que me enfrento a una situación como esta. Sigo pasmada, con la mirada fija en la pareja que se besa y se toca como si nunca antes lo hubieran hecho. ¿Cómo pueden actuar como si nada? ¡Por el amor de Dios! ¡Se están manoseando de una manera muy íntima delante de nosotros! Sin pudor, sin vergüenza y con total despreocupación. Mi cara arde de vergüenza, creo que su tono debe estar cercano al escarlata. En este preciso momento quiero cavar un hoyo en el suelo y enterrar mi cabeza en él, al igual que el avestruz. «¿Qué pensabas cuando aceptaste el reto de conquistar a un hombre como él? Lud pertenece a un mundo muy diferente al tuyo, Rachel. Es un tipo desinhibido, liberal y sin ningún tipo de prejuicios, que suele comportarse sin sujetarse estrictamente a normas o modelos establecidos. Está acostumbrado a manejar el mundo a su antojo y a vivir su vida de acuerdo a sus propios principios e intereses, incluso, si nadie los aprueba. Tú, en cam
Sus palabras envían un fogonazo de calor a todo mi cuerpo. Mi vientre crepita con la misma intensidad de las llamas de una fogata. Mis pezones palpitan y mi coño se humedece tanto que mis fluidos traspasan la tela de mi braga y empapan la parte interna de mis muslos. Estoy tan excitada que su sola voz es suficiente para causar estragos en todo mi cuerpo. Trago grueso, mientras lo observo a través de mis pestañas. Mirarlo desde esta posición en la que estoy lo hace parecer un dios poderoso y despiadado. Uno que hace latir mi corazón como nunca nadie pudo hacerlo. ―¿Estás lista para tomar mi semen, Rachel? ―mete sus dedos debajo de mi barbilla y, con un empujoncito, me obliga a inclinar la cabeza hacia atrás―. ¿Quieres mi polla en tu boca, tocando el fondo de tu garganta? Los latidos de mi corazón se precipitan descontrolados. Aprieto los muslos para conseguir un poco de alivio a la creciente necesidad que se desata en mi entrepierna. ―Lud, por favor… Ruego de necesidad y sin ningún
¿Qué demonios? Pego la espalda contra la puerta del cuarto de baño y cierro los ojos. Elevo la mano y palpo el lado izquierdo de mi pecho. ¿Qué me pasa? ¿Por qué de repente mi corazón se siente tan vivo? «Te lo previne, Lud, te dije que te apartaras de ella, pero decidiste ignorar mis advertencias. Esa chica es más poderosa que una tonelada de TNT. Huele a peligro y tú estás inhalando una gran cantidad de ella. Te estás emborrachando de su esencia» Me arranco la corbata de un tirón y con piernas temblorosas me acerco al lavamanos. Apoyo las palmas de mis manos sobre la encimera, porque de repente me siento agotado y desvanecido. Mis pulmones arden tanto que me cuesta respirar. ―¡Mierda! ―espeto en voz baja. Elevo la cara y me miro en el espejo―. ¿Qué carajos te está pasando, imbécil? ―me recrimino a mí mismo―. No es más que una simple mujer, métete eso en la cabeza, es igual a las demás ―decirlo en voz alta me ayudará a comprenderlo―. Quizás sea el aire de la noche, el principio d