Nos vemos mañana con un nuevo capítulo.
Nunca he estado más emocionado de lo que estoy esta noche. Ella está a punto de pasar su primera prueba, recibir un mordisco de lo que representa mi mundo real. ¿Lo aceptará? ¿Saldrá corriendo? Es algo que voy a descubrir muy pronto. Estoy exponiéndome a un enorme riesgo, uno que puede dar al traste con mis aspiraciones. Una vez que se abren las puertas del elevador, mi corazón comienza a golpetear contra la pared de mi pecho. Mi polla está dura por lo que puede representar esta noche para los dos, pero también siento que ese músculo que estuvo muerto y que ahora vibra con energía debajo de mi caja torácica, camina sobre una cuerda floja suspendida en la cima del One World Trade Center. Rachel gira la cara sobre su hombro y me mira confusa. Se ve nerviosa y angustiada. ―¿Qué hacen ellos aquí? Su voz tiene un acento de preocupación. Coloco una mano en su cintura y la giro con suavidad para que me mire de frente. Ahueco su rostro y fijo la mirada en la suya. ―¿Confías en mí? Sus p
No sé qué pensar al respecto. Es la primera vez que me enfrento a una situación como esta. Sigo pasmada, con la mirada fija en la pareja que se besa y se toca como si nunca antes lo hubieran hecho. ¿Cómo pueden actuar como si nada? ¡Por el amor de Dios! ¡Se están manoseando de una manera muy íntima delante de nosotros! Sin pudor, sin vergüenza y con total despreocupación. Mi cara arde de vergüenza, creo que su tono debe estar cercano al escarlata. En este preciso momento quiero cavar un hoyo en el suelo y enterrar mi cabeza en él, al igual que el avestruz. «¿Qué pensabas cuando aceptaste el reto de conquistar a un hombre como él? Lud pertenece a un mundo muy diferente al tuyo, Rachel. Es un tipo desinhibido, liberal y sin ningún tipo de prejuicios, que suele comportarse sin sujetarse estrictamente a normas o modelos establecidos. Está acostumbrado a manejar el mundo a su antojo y a vivir su vida de acuerdo a sus propios principios e intereses, incluso, si nadie los aprueba. Tú, en cam
Sus palabras envían un fogonazo de calor a todo mi cuerpo. Mi vientre crepita con la misma intensidad de las llamas de una fogata. Mis pezones palpitan y mi coño se humedece tanto que mis fluidos traspasan la tela de mi braga y empapan la parte interna de mis muslos. Estoy tan excitada que su sola voz es suficiente para causar estragos en todo mi cuerpo. Trago grueso, mientras lo observo a través de mis pestañas. Mirarlo desde esta posición en la que estoy lo hace parecer un dios poderoso y despiadado. Uno que hace latir mi corazón como nunca nadie pudo hacerlo. ―¿Estás lista para tomar mi semen, Rachel? ―mete sus dedos debajo de mi barbilla y, con un empujoncito, me obliga a inclinar la cabeza hacia atrás―. ¿Quieres mi polla en tu boca, tocando el fondo de tu garganta? Los latidos de mi corazón se precipitan descontrolados. Aprieto los muslos para conseguir un poco de alivio a la creciente necesidad que se desata en mi entrepierna. ―Lud, por favor… Ruego de necesidad y sin ningún
¿Qué demonios? Pego la espalda contra la puerta del cuarto de baño y cierro los ojos. Elevo la mano y palpo el lado izquierdo de mi pecho. ¿Qué me pasa? ¿Por qué de repente mi corazón se siente tan vivo? «Te lo previne, Lud, te dije que te apartaras de ella, pero decidiste ignorar mis advertencias. Esa chica es más poderosa que una tonelada de TNT. Huele a peligro y tú estás inhalando una gran cantidad de ella. Te estás emborrachando de su esencia» Me arranco la corbata de un tirón y con piernas temblorosas me acerco al lavamanos. Apoyo las palmas de mis manos sobre la encimera, porque de repente me siento agotado y desvanecido. Mis pulmones arden tanto que me cuesta respirar. ―¡Mierda! ―espeto en voz baja. Elevo la cara y me miro en el espejo―. ¿Qué carajos te está pasando, imbécil? ―me recrimino a mí mismo―. No es más que una simple mujer, métete eso en la cabeza, es igual a las demás ―decirlo en voz alta me ayudará a comprenderlo―. Quizás sea el aire de la noche, el principio d
Dos semanas después Han sido un par de semanas totalmente asombrosas y emocionantes. Lud y yo no volvimos a hablar sobre lo que ocurrió aquella noche, pero desde entonces las cosas han funcionado con normalidad. Bueno, al menos es lo que a mí me parece. ―¿Qué pasa contigo, Rachel? Desde que volvimos te he visto muy distraída. La pregunta de mi madre casi me hace atragantar con el bocado que tengo en la boca. Trago y bebo un sorbo de mi exquisito café humeante, antes de responderle. ―No sé a qué te refieres, mamá ―evado su mirada y me concentro en la taza que sostengo entre mis manos―. Soy la misma de siempre. Puedo sentir su mirada perforándome el rostro, pero trato de actuar como si nada, a pesar de mi nerviosismo. ―Me refiero a lo que he estado viendo últimamente ―insiste con el tema, poniéndome más nerviosa que nunca―. Has cambiado tu manera de vestir, ahora usas rubor y lápiz labial, cosas por las que nunca antes te interesabas ―mi corazón comienza a latir con desenfreno. ¿Ta
He estado de un humor pésimo desde que los padres de Rachel regresaron a la ciudad. Son contadas las ocasiones en las que podemos vernos, porque ella teme que se enteren de que está relacionada conmigo. ¡Por el amor de Dios! No soy el maldito demonio que anda cazando almas para llevarlas al infierno y condenarlas al ardor eterno. Soy un tipo común y corriente, dentro de lo que cabe. Por supuesto, tengo costumbres muy particulares y nada ortodoxas, que una madre no vería con buenos ojos. Además, qué carajos importa si, al final de cuentas, no voy a convertirme en su yerno ni en el marido de su hija. Lo nuestro tiene fecha de caducidad. «Entonces, ¿por qué sigues con ella? ¿No se suponía que la ibas a dejar una vez te cansaras de usarla a tu antojo? ¿Qué emigrarías a nuevas tierras? Estás tardando demasiado para tomar una decisión al respecto» Ignoro el pensamiento y le doy una nueva ojeada a mi teléfono. Pasan de las seis de la tarde y Rachel sigue sin dar señales de vida. Hasta ahora
―¡Rachel, estás allí! ―la voz de mi madre y un par de toques a la puerta me hacen reaccionar. Abro los ojos, por breves instantes me siento perdida, pero luego lo recuerdo todo―. ¿Rachel, estás bien? Me levanto del suelo, nerviosa y exaltada. Aclaro mi garganta y le respondo. ―Sí, mami, estoy bien ―me acerco al lavamanos, abro la llave del chorro y me enjuago la boca―. Dame un segundo. Al mirarme al espejo noto las tenues manchas oscuras que hay debajo de mis ojos. Me veo demacrada y agotada. Llevo más de veinticuatro horas sintiéndome fatal. Espero que mis padres no se den cuenta, no quiero preocuparlos. ―Hija, no te demores ―indica mi madre de otro lado de la puerta. El timbre de su voz se escucha mucho más emocionado que de costumbre―. Tenemos visita, te espero abajo. Entrecierro los ojos. ¿Visita? ¿A esta hora de la noche? Inhalo profundo. Para ser sincera, estaba lista para ir a la cama. No estoy en condiciones para ver a nadie, mucho menos, sintiéndome como si el peso de mu
Después de enviarle un mensaje a Michael, sonrío al recibir su pronta respuesta. No fue difícil convencerlo para que el chico decidiera colaborar conmigo. Está tan desesperado y urgido, que hará cualquier cosa que le pida. Espero que ese imbécil siga al pie de la letra todas las instrucciones que he venido dándole durante la última semana. Si se atreve a joder mis planes le haré pagar bien caro su error, me importa una m****a si es mi segundo a bordo. Un corrientazo de emoción recorre mi cuerpo y endurece mi polla al comprender que mi sueño más anhelado por fin se hará realidad. ―Pronto estaremos juntos, Rachel. Hago un esfuerzo sobrehumano para ponerme de pie y abandonar esta m*****a silla de ruedas en la que me postraron esos dos hijos de puta. Pocos días después de escapar del hospital, los músculos de mis piernas comenzaron a entumecerse. Los dolores y los espasmos precedieron la pérdida de sensibilidad de mis piernas. Fueron noches interminables de una eterna y espantosa agonía