Mañana nos vemos con un nuevo capítulo.
¿Qué demonios? Pego la espalda contra la puerta del cuarto de baño y cierro los ojos. Elevo la mano y palpo el lado izquierdo de mi pecho. ¿Qué me pasa? ¿Por qué de repente mi corazón se siente tan vivo? «Te lo previne, Lud, te dije que te apartaras de ella, pero decidiste ignorar mis advertencias. Esa chica es más poderosa que una tonelada de TNT. Huele a peligro y tú estás inhalando una gran cantidad de ella. Te estás emborrachando de su esencia» Me arranco la corbata de un tirón y con piernas temblorosas me acerco al lavamanos. Apoyo las palmas de mis manos sobre la encimera, porque de repente me siento agotado y desvanecido. Mis pulmones arden tanto que me cuesta respirar. ―¡Mierda! ―espeto en voz baja. Elevo la cara y me miro en el espejo―. ¿Qué carajos te está pasando, imbécil? ―me recrimino a mí mismo―. No es más que una simple mujer, métete eso en la cabeza, es igual a las demás ―decirlo en voz alta me ayudará a comprenderlo―. Quizás sea el aire de la noche, el principio d
Dos semanas después Han sido un par de semanas totalmente asombrosas y emocionantes. Lud y yo no volvimos a hablar sobre lo que ocurrió aquella noche, pero desde entonces las cosas han funcionado con normalidad. Bueno, al menos es lo que a mí me parece. ―¿Qué pasa contigo, Rachel? Desde que volvimos te he visto muy distraída. La pregunta de mi madre casi me hace atragantar con el bocado que tengo en la boca. Trago y bebo un sorbo de mi exquisito café humeante, antes de responderle. ―No sé a qué te refieres, mamá ―evado su mirada y me concentro en la taza que sostengo entre mis manos―. Soy la misma de siempre. Puedo sentir su mirada perforándome el rostro, pero trato de actuar como si nada, a pesar de mi nerviosismo. ―Me refiero a lo que he estado viendo últimamente ―insiste con el tema, poniéndome más nerviosa que nunca―. Has cambiado tu manera de vestir, ahora usas rubor y lápiz labial, cosas por las que nunca antes te interesabas ―mi corazón comienza a latir con desenfreno. ¿Ta
He estado de un humor pésimo desde que los padres de Rachel regresaron a la ciudad. Son contadas las ocasiones en las que podemos vernos, porque ella teme que se enteren de que está relacionada conmigo. ¡Por el amor de Dios! No soy el maldito demonio que anda cazando almas para llevarlas al infierno y condenarlas al ardor eterno. Soy un tipo común y corriente, dentro de lo que cabe. Por supuesto, tengo costumbres muy particulares y nada ortodoxas, que una madre no vería con buenos ojos. Además, qué carajos importa si, al final de cuentas, no voy a convertirme en su yerno ni en el marido de su hija. Lo nuestro tiene fecha de caducidad. «Entonces, ¿por qué sigues con ella? ¿No se suponía que la ibas a dejar una vez te cansaras de usarla a tu antojo? ¿Qué emigrarías a nuevas tierras? Estás tardando demasiado para tomar una decisión al respecto» Ignoro el pensamiento y le doy una nueva ojeada a mi teléfono. Pasan de las seis de la tarde y Rachel sigue sin dar señales de vida. Hasta ahora
―¡Rachel, estás allí! ―la voz de mi madre y un par de toques a la puerta me hacen reaccionar. Abro los ojos, por breves instantes me siento perdida, pero luego lo recuerdo todo―. ¿Rachel, estás bien? Me levanto del suelo, nerviosa y exaltada. Aclaro mi garganta y le respondo. ―Sí, mami, estoy bien ―me acerco al lavamanos, abro la llave del chorro y me enjuago la boca―. Dame un segundo. Al mirarme al espejo noto las tenues manchas oscuras que hay debajo de mis ojos. Me veo demacrada y agotada. Llevo más de veinticuatro horas sintiéndome fatal. Espero que mis padres no se den cuenta, no quiero preocuparlos. ―Hija, no te demores ―indica mi madre de otro lado de la puerta. El timbre de su voz se escucha mucho más emocionado que de costumbre―. Tenemos visita, te espero abajo. Entrecierro los ojos. ¿Visita? ¿A esta hora de la noche? Inhalo profundo. Para ser sincera, estaba lista para ir a la cama. No estoy en condiciones para ver a nadie, mucho menos, sintiéndome como si el peso de mu
Después de enviarle un mensaje a Michael, sonrío al recibir su pronta respuesta. No fue difícil convencerlo para que el chico decidiera colaborar conmigo. Está tan desesperado y urgido, que hará cualquier cosa que le pida. Espero que ese imbécil siga al pie de la letra todas las instrucciones que he venido dándole durante la última semana. Si se atreve a joder mis planes le haré pagar bien caro su error, me importa una m****a si es mi segundo a bordo. Un corrientazo de emoción recorre mi cuerpo y endurece mi polla al comprender que mi sueño más anhelado por fin se hará realidad. ―Pronto estaremos juntos, Rachel. Hago un esfuerzo sobrehumano para ponerme de pie y abandonar esta m*****a silla de ruedas en la que me postraron esos dos hijos de puta. Pocos días después de escapar del hospital, los músculos de mis piernas comenzaron a entumecerse. Los dolores y los espasmos precedieron la pérdida de sensibilidad de mis piernas. Fueron noches interminables de una eterna y espantosa agonía
Me mantengo en silencio en mi asiento, mientras nos movilizamos a toda prisa por las calles de la ciudad para dirigirnos hacia el barrio en el que vive Rachel. La ira está hirviendo dentro de mis venas desde que Jacob me dijo que había aparecido un sujeto en casa de los Ward y que, según su impresión, iba en plan de pretendiente. La mandíbula me duele de tanta presión que estoy ejerciendo sobre ella que, creo que, de un momento a otro, los dientes van a estallar dentro de mi boca. Incluso, me duele la cabeza de tanto pensar. En mi mente se han disparado un centenar de distintos escenarios del tipo erótico en los que aparece el fulano desconocido que intenta meterse en las bragas de la mujer que me pertenece. ¡Primero muerto que permitir que otro hijo de puta ponga sus malditas manos sobre ella! «Vaya, Lud, cada vez me sorprendo más de ti. Cualquiera diría que estás siendo víctima de un ataque de celos. ¿Estás teniendo sentimientos por la mojigata?» Ruedo los ojos y desaparezco el pen
No he parado de temblar desde que Lud recibió el disparo. En estos momentos está en el quirófano. Al parecer, se trató de un tiro limpio con orificio de entrada y salida que, por milagro de Dios, no afectó ningún órgano importante. Bueno, eso fue lo que dijo Jacob. Me lo explicó con una seguridad tan determinante que logró calmar mi desesperación. Usó términos tan específicos y convincentes que terminé convencida. Además, fue el que le dio los primeros auxilios en los minutos más críticos y complicados de su vida. Actuó con tanta pericia y diligencia que no nos quedó ninguna duda que ese hombre sabía lo que hacía. Si él no hubiera estado allí para hacerse cargo de la situación, estaría trepándome por las paredes y gritando como lo hice cuando vi caer a Lud tendido sobre el cuerpo de Michael. Recordar lo que pasó hace palpitar mi corazón con desenfreno. En este preciso momento estamos esperando el reporte del médico que se hizo cargo de su atención. Ha pasado media hora desde que fue i
Camino desorientado a través de las vastas calles de la ciudad. No recuerdo cómo llegué hasta aquí, ni por qué están tan oscuras y solitarias. Me detengo a medio camino y froto mi frente con la yema de mis dedos. ¿Dónde demonios estoy? Observo los alrededores con desconcierto, porque nada en este lugar me parece familiar. De repente, una ola de frío intenso azota mi cuerpo y cala hasta la médula de mis huesos. Ralentizo mis pasos y observo con cautela en todas direcciones. Algo no está bien aquí. No sé por qué razón tengo la extraña sensación de que nada de esto es real. De un momento a otro, el manto oscuro de la noche comienza a desvanecerse como por arte de magia. Retrocedo un par de pasos, atemorizado y sorprendido por lo que está sucediendo. El cri-cri de los grillos deja de escucharse para ser sustituido por el trino de los pájaros. La luz de sol se abre paso con gran majestuosidad para iluminar los alrededores y revelar ante mis ojos el paisaje más maravilloso que alguna vez se