Nos vemos mañana con un nuevo capítulo.
―¡Rachel, estás allí! ―la voz de mi madre y un par de toques a la puerta me hacen reaccionar. Abro los ojos, por breves instantes me siento perdida, pero luego lo recuerdo todo―. ¿Rachel, estás bien? Me levanto del suelo, nerviosa y exaltada. Aclaro mi garganta y le respondo. ―Sí, mami, estoy bien ―me acerco al lavamanos, abro la llave del chorro y me enjuago la boca―. Dame un segundo. Al mirarme al espejo noto las tenues manchas oscuras que hay debajo de mis ojos. Me veo demacrada y agotada. Llevo más de veinticuatro horas sintiéndome fatal. Espero que mis padres no se den cuenta, no quiero preocuparlos. ―Hija, no te demores ―indica mi madre de otro lado de la puerta. El timbre de su voz se escucha mucho más emocionado que de costumbre―. Tenemos visita, te espero abajo. Entrecierro los ojos. ¿Visita? ¿A esta hora de la noche? Inhalo profundo. Para ser sincera, estaba lista para ir a la cama. No estoy en condiciones para ver a nadie, mucho menos, sintiéndome como si el peso de mu
Después de enviarle un mensaje a Michael, sonrío al recibir su pronta respuesta. No fue difícil convencerlo para que el chico decidiera colaborar conmigo. Está tan desesperado y urgido, que hará cualquier cosa que le pida. Espero que ese imbécil siga al pie de la letra todas las instrucciones que he venido dándole durante la última semana. Si se atreve a joder mis planes le haré pagar bien caro su error, me importa una m****a si es mi segundo a bordo. Un corrientazo de emoción recorre mi cuerpo y endurece mi polla al comprender que mi sueño más anhelado por fin se hará realidad. ―Pronto estaremos juntos, Rachel. Hago un esfuerzo sobrehumano para ponerme de pie y abandonar esta m*****a silla de ruedas en la que me postraron esos dos hijos de puta. Pocos días después de escapar del hospital, los músculos de mis piernas comenzaron a entumecerse. Los dolores y los espasmos precedieron la pérdida de sensibilidad de mis piernas. Fueron noches interminables de una eterna y espantosa agonía
Me mantengo en silencio en mi asiento, mientras nos movilizamos a toda prisa por las calles de la ciudad para dirigirnos hacia el barrio en el que vive Rachel. La ira está hirviendo dentro de mis venas desde que Jacob me dijo que había aparecido un sujeto en casa de los Ward y que, según su impresión, iba en plan de pretendiente. La mandíbula me duele de tanta presión que estoy ejerciendo sobre ella que, creo que, de un momento a otro, los dientes van a estallar dentro de mi boca. Incluso, me duele la cabeza de tanto pensar. En mi mente se han disparado un centenar de distintos escenarios del tipo erótico en los que aparece el fulano desconocido que intenta meterse en las bragas de la mujer que me pertenece. ¡Primero muerto que permitir que otro hijo de puta ponga sus malditas manos sobre ella! «Vaya, Lud, cada vez me sorprendo más de ti. Cualquiera diría que estás siendo víctima de un ataque de celos. ¿Estás teniendo sentimientos por la mojigata?» Ruedo los ojos y desaparezco el pen
No he parado de temblar desde que Lud recibió el disparo. En estos momentos está en el quirófano. Al parecer, se trató de un tiro limpio con orificio de entrada y salida que, por milagro de Dios, no afectó ningún órgano importante. Bueno, eso fue lo que dijo Jacob. Me lo explicó con una seguridad tan determinante que logró calmar mi desesperación. Usó términos tan específicos y convincentes que terminé convencida. Además, fue el que le dio los primeros auxilios en los minutos más críticos y complicados de su vida. Actuó con tanta pericia y diligencia que no nos quedó ninguna duda que ese hombre sabía lo que hacía. Si él no hubiera estado allí para hacerse cargo de la situación, estaría trepándome por las paredes y gritando como lo hice cuando vi caer a Lud tendido sobre el cuerpo de Michael. Recordar lo que pasó hace palpitar mi corazón con desenfreno. En este preciso momento estamos esperando el reporte del médico que se hizo cargo de su atención. Ha pasado media hora desde que fue i
Camino desorientado a través de las vastas calles de la ciudad. No recuerdo cómo llegué hasta aquí, ni por qué están tan oscuras y solitarias. Me detengo a medio camino y froto mi frente con la yema de mis dedos. ¿Dónde demonios estoy? Observo los alrededores con desconcierto, porque nada en este lugar me parece familiar. De repente, una ola de frío intenso azota mi cuerpo y cala hasta la médula de mis huesos. Ralentizo mis pasos y observo con cautela en todas direcciones. Algo no está bien aquí. No sé por qué razón tengo la extraña sensación de que nada de esto es real. De un momento a otro, el manto oscuro de la noche comienza a desvanecerse como por arte de magia. Retrocedo un par de pasos, atemorizado y sorprendido por lo que está sucediendo. El cri-cri de los grillos deja de escucharse para ser sustituido por el trino de los pájaros. La luz de sol se abre paso con gran majestuosidad para iluminar los alrededores y revelar ante mis ojos el paisaje más maravilloso que alguna vez se
¿Él dio la orden para que me echaran? Un denso escalofrío recorre mi espina dorsal y eriza todos los poros de mi piel. Miro al doctor Shepherd como si hubiera perdido la razón. ―Ludwig estuvo despierto por algunos segundos, antes de volver a quedarse dormido ―le explica a Jacob―. En ese instante de lucidez me pidió que no dejara entrar a nadie más que a ti y a Robert. Un nudo muy grueso se forma dentro de mi estómago. ―Soy su novia ―susurro en voz baja debido a que aún estoy en shock por la impresión que acabo de llevarme. El médico gira su cara y me observa con pena y lástima―, tengo derecho a estar con él. Lud nunca me haría algo como esto, ¿cierto? Aclara su garganta y procede a responderme. ―Le informé que tú y Jacob estaban esperando para entrar a verlo ―se me queda mirando durante largos segundos. Por su expresión puedo suponer lo que está a punto de decirme―. Fue tajante al señalar que solo quería hablar con él. Hace un gesto con su cabeza para señalar hacia el lugar en el
Despierto agitado de aquella terrible pesadilla. Me siento confuso y perdido. Por un instante no tengo idea de dónde me encuentro hasta que siento el doloroso tirón cerca de mi hombro. Bajo la mirada y noto el apósito que llevo puesto. ―¿Cómo te siente? Giro la cara y con la mirada borrosa, me encuentro con mi viejo amigo Ian. ―¡Joder! ―me quejo―. Siento como si me hubiera pasado un camión por encima. Deja la carpeta que lleva entre sus manos sobre la mesa, se acerca y esboza una sonrisa. ―Si ese chico hubiera apuntado unos centímetros más abajo, otra sería la historia. Cierro los ojos y dejo caer mi cabeza sobre la almohada. El dolor se extiende hacia mi brazo izquierdo. ―¿Qué pasó con él? Abro los ojos y lo observo, mientras espero su respuesta. ―La bala que disparó Jacob se alojó en su cerebro ―bufo con pesar―. Está en estado crítico. Todavía puedo recordar el miedo reflejado en sus ojos. Ese chico ni siquiera tenía idea de lo que estaba haciendo. Incluso, el arma se dispa
Sus palabras provocan un fuerte impacto en mi cerebro, sobre todo, en mi frágil corazón. ¿Qué está diciendo? Retrocedo y lo miro confusa. ―Tú… Tú… ―inhalo profundo para tratar de organizar las ideas dentro de mi cabeza. Su confesión me ha dejado tan aturdida que me cuesta enlazar un pensamiento con otro―. Nadie puede fingir amor por otra persona. Le digo aquello como si fura ley universal. Mi poca experiencia en el campo de los sentimientos me indica que cuando el corazón se empeña con alguien, no hay poder en este mundo que pueda interponerse en su camino. Se entrega por completo, lo da todo, incluso, arriesga su propia seguridad para conseguir su cometido. No le importa exponerse y quedar vulnerable, ser imprudente, tonto y confiado, cuando se trata de la persona de la que se ha enamorado. No hay ninguna manera de que un ser humano pueda simular tal sentimiento. ¿Cierto? Lud, ríe y niega con la cabeza. ―Qué inocente eres, Rachel ―comento con cierto tono divertido―. Cuando un homb