Nos vemos mañana, esta noche promete mucho.
Había llegado a un punto en el que ya no podía dar marcha atrás. Estaba consciente de las consecuencias y de lo que sucedería si él aparecía antes de que lograra escapar de este lugar. Para ser sincera conmigo misma, nunca tuve las intenciones de irme de aquí, porque, muy en el fondo, quería y deseaba con todas las fuerzas de mi alma que, Lud, tomara mi virginidad. Estaba decidida a mandar al diablo toda la educación cristiana que había recibido desde que era una niña. Olvidar las tantas veces que escuché decir durante el sermón dominical que el sexo era un instrumento perverso y que su práctica fuera del matrimonio sería castigada de forma severa. Sin embargo, una vez que lo vi sentado en aquel sillón con ese aspecto de demonio perverso y su mirada siniestra, desvistiéndome sin siquiera usar sus manos; supe que la decisión estaba tomada. Estaba dispuesta a convertirme en una pecadora si Lud era la recompensa. Pero sabía que, para tenerlo, tendría que despojarme de cualquier inhibici
Decido finiquitar con el suplicio en el mismo instante en que mi polla se hincha a su máxima expresión, debido a que la demonia comienza a contonear sus caderas y hace que su vagina se deslice sobre mi tronco, dejándolo embadurnado con todos sus fluidos. Su coño está tan empapado que podré deslizarme dentro de él con suma facilidad. Siquiera imaginar lo tortuoso que será mi viaje a través de sus paredes apretadas e inexploradas me tiene a punto de perder el control. «Joder, Lud, contrólate o la cagarás como nunca. Eres el puto rey del sexo, demuéstrale a esta chiquilla que eres capaz de darle la mejor experiencia de su insípida vida. Enséñale de lo que ha estado perdiéndose todo este tiempo» ―Es suficiente por ahora, Rachel ―deslizo mis manos por su espalda hasta que llego a sus nalgas y las meto por debajo de cada una de ellas para separarlas―. Es hora de que me haga cargo de la situación. Deja caer su cabeza hacia atrás y pega un chillido que repercute en la punta de mi polla y la
La tiendo de espaldas sobre la cama y abro sus piernas de par en par para tener mayor acceso y llegar a lo más profundo de su estrecha vagina. Vuelvo a empujarme de una sola estocada que la hace arquearse estrepitosamente debido a la violencia con la que ensancho sus paredes para obligarla a recibir mi polla por completo. Aprieto los dientes con fuerza, arrebatado por las diferentes emociones que me provoca tomarla de esta manera, sentir su entrega voluntaria y su redención. Conquistar su inocencia se ha convertido en uno de mis mayores logros, uno por el que estaba dispuesto a sacrificar cualquier cosa con tal de poder librarme de esta obsesión que siento por ella. Una que se ha convertido en un vicio del que se me ha hecho difícil desprenderme. Balanceo mis caderas con inclemencia, hasta que el calor se esparce por todo mi cuerpo y un latigazo de electricidad azota mi columna vertebral, haciéndome estremecer mientras vacío en su interior hasta la última gota de mi semen. Caigo c
Arranco la sábana de mi cuerpo y salgo de la cama. Esta conversación comienza a tonarse un poco incómoda. ¿Novios? No sé qué tipo de ideas se ha recreado dentro de su cabecita ingenua, pero me siento satisfecho de habérselo aclarado antes de que haya confusiones innecesarias. No soy un hombre del tipo sentimental, todo lo contrario, soy de los que toma las oportunidades cuando las consigue. Es justo que sepa a qué atenerse desde ahora. Al fin y al cabo, nunca le ofrecí nada a cambio. ―¿Qué vamos a hacer hoy? ―me detengo a mitad de camino al escuchar su pregunta―. ¿A dónde piensas llevarme? Suelto el aire que hasta ahora no di cuenta que estaba reteniendo dentro de mis pulmones. Pensé que se sentiría ofendida por mi respuesta y que huiría cuando sus perspectivas sobre un romance o algún tipo de relación entre nosotros, se hicieran trizas. Por supuesto, estaba nervioso, porque la opción de perderla me aterraba. Sí, mi idea desde un principio era follarla para poder arrancarme del alma
Me retuerzo entre las sábanas y suelto un bostezo al abrir los ojos. Estoy adolorida y agotada, pero, sobre todo, satisfecha. Apenas puedo mantenerme despierta. Lud es un hombre muy exigente en cuanto a sexo se refiere. Bueno, a decir verdad, creo que es bastante obseso en todos los aspectos. Un controlador nato. Sin embargo, me gusta esa parte de él que tiende a ser dominante y posesiva. ―Pasan de las nueve de la mañana, cariño ―suelto un respingo y un jadeo de sorpresa al oír su voz. Me doy la vuelta y lo veo sentado en el mismo sillón en el que lo encontré anoche. Está leyendo el periódico y bebiendo de su taza de café―. Acostumbro a desayunar muy temprano, pero esta vez hice una excepción por ti ―coloca la taza sobre el plato y dobla el periódico para dejarlo en el mismo lugar. Se pone de pie y se acerca a la cama―. Estaba esperando a que despertaras para que lo hiciéramos juntos. Me estaba esperando, ¿a mí? Se sienta al borde de la cama, apoya las manos sobre el colchón y se inc
Las emociones y las sorpresas inesperadas no han dejado de suceder una tras otra. Tengo la sensación de que estoy viviendo mi propia historia de amor, aunque él no quiera o no pueda reconocerlo. Lud no es una persona de relaciones afectivas, sus palabras no las mías, sin embargo, se ha comportado como un hombre atento, considerado y detallista. Mi corazón no ha dejado de martillar desde que nos topamos aquella noche en el corredor de su club. Estoy convencida de que nuestro encuentro estaba predestinado a ser, que era un acontecimiento inevitable del que ninguno de los dos podría escapar. ―Estás muy callada. Giro la cara y lo miro a los ojos. Me gustaría hablarle acerca de mis sentimientos, confesarle que, mi corazón y mi alma, fueron inevitablemente suyos desde el primer instante que lo vi. Sin embargo, mantengo mis labios sellados. Sé que eso lo haría correr hacia el otro lado del continente para estar lo suficientemente lejos de mí. Así que seguiré conteniendo en mi interior este
Bip, bip, bip. Ese maldito sonido me está sacando de quicio. ¿De dónde proviene? Intento abrir los ojos y mover mis manos, pero no puedo lograrlo. Un centellazo de dolor atraviesa todo mi cuerpo y lo hace estremecer. Tengo la sensación de que alguien metió sus dedos dentro de mis entrañas y me las arrancó de un tirón. Maldigo para mis adentros, porque tampoco puedo expresarlo en voz alta. ¿Qué demonios? Creo que estoy en una especie de estado catatónico. Por más que me esfuerzo para que mi cuerpo envíe alguna señal de vida, nada sucede. ¿Qué me está sucediendo? Por fortuna, mi cerebro sigue funcionando a la perfección. Recuerdo cada detalle de la paliza que esos dos malditos hijos de puta me dieron. Pudieron matarme, pero no lo hicieron. Craso error. Debieron haberlo hecho, porque una vez me recupere desataré toda mi furia sobre ellos. Los golpearé donde más les duele y se arrepentirán de haberse atravesado en mi camino. ―Buenos días, padre Graham ―mi mente se queda en silencio y po
Nunca he estado más emocionado de lo que estoy esta noche. Ella está a punto de pasar su primera prueba, recibir un mordisco de lo que representa mi mundo real. ¿Lo aceptará? ¿Saldrá corriendo? Es algo que voy a descubrir muy pronto. Estoy exponiéndome a un enorme riesgo, uno que puede dar al traste con mis aspiraciones. Una vez que se abren las puertas del elevador, mi corazón comienza a golpetear contra la pared de mi pecho. Mi polla está dura por lo que puede representar esta noche para los dos, pero también siento que ese músculo que estuvo muerto y que ahora vibra con energía debajo de mi caja torácica, camina sobre una cuerda floja suspendida en la cima del One World Trade Center. Rachel gira la cara sobre su hombro y me mira confusa. Se ve nerviosa y angustiada. ―¿Qué hacen ellos aquí? Su voz tiene un acento de preocupación. Coloco una mano en su cintura y la giro con suavidad para que me mire de frente. Ahueco su rostro y fijo la mirada en la suya. ―¿Confías en mí? Sus p