Gracias por leer esta historia. Nos vemos al rato.
Le doy una profunda calada a mi cigarrillo, mientras permanezco tendido en la cama después de haberme follado a la puta que saqué del bar. Fue una noche carnal y violentad, pero a la luz de la alborada, notar que la mujer junto a mí era una copia barata de Rachel, hizo que el enojo y la ira se apoderaran de mí. Giro mi cara y fijo la vista en el cuerpo inerte y frío de la prostituta. ―No debiste abrir la puta boca ―apago el cigarrillo hundiéndolo sobre la piel de su seno derecho y salgo de la cama―. Si hubieras sido inteligente te habrías dado cuenta de que no fue a ti a la que follé ―tiro de la alfombra y, la acomodo, de forma vertical a la cama―. Siempre fue ella ―aferro mis manos alrededor de cada tobillo y jalo de su cuerpo para dejarlo caer al suelo. La envuelvo con la alfombra y aseguro los extremos con cinta de embalaje―. Un hombre preparado vale por dos. Me pongo de pie y observo el bulto desde las alturas. Mi corazón late emocionado al recordar la expresión de su cara cuand
Tengo las manos frías y sudorosas y el corazón tambaleante. Pero no sé si es porque Lud está de regreso o por la presencia de ese ser maquiavélico que me aterroriza. Inhalo profundo, de repente mis pulmones se han quedado sin aire. Tal como lo sospeché, ese monstruo va a aprovechar cualquier oportunidad que tenga para salirse con la suya. Y, lo peor de todo, es que temo que pueda lograrlo. Hay demasiada maldad en su alma, una oscuridad profunda que me eriza los vellos del cuerpo y me hiela la sangre. No hay nada que sirva de obstáculo para detenerlo. Con piernas temblorosas cruzo la sala y me dirijo hacia mi cuarto. No quiero permanecer ni un solo segundo más en esta casa. Mucho menos si ese hombre me anda rondando como perro de caza. Tomo mi bolsa del tocador y la cuelgo de mi hombro. Ni siquiera considero cambiarme de ropa. No es una opción importante para mí en este momento. Mi único interés es permanecer lo bastante lejos de él. Antes de abandonar mi habitación guardo el móvil qu
Dar un cambio de dirección en mi manera de acercarme a ella, ha resultado ser más beneficioso de lo que pensaba. Lo admito, soy un maldito miserable. Fingir ser un hombre diferente a lo que reamente soy, me está costando un mundo. Pero este sacrificio lo hago con un único propósito: llevarla a la cama y disfrutar de su cuerpo hasta que me harte de ella. ―¿A dónde me llevas? Pregunta, una vez que me desvío de la avenida principal y tomo la ruta que conduce hacia la campiña. ¿Por qué demonios me empeño tanto en querer llevarla a mi terruño sagrado? ―Al mismo sitio al que quería llevarte la última vez que nos vimos. Me observa con esos preciosos ojos de cervatillo asustado. ―Pensé que iríamos a un café o algo parecido. Sonrío con cinismo. Allí no puedo follarte si me da la gana. Aunque, pensándolo bien, la sala de baño serviría para el mismo fin. Sin embargo, descarto la opción. He esperado demasiado por ella como para desperdiciarlo en un polvo rápido y fugaz. Voy a exprimir su cue
¿Qué le pasa? ¿Por qué de repente se ve tan enojado? ¿Hice o dije algo que no debía?Trago grueso. Mi corazón comienza a palpitar de manera desenfrenada una vez que entro a la habitación y siento que la puerta se cierra detrás de mí. Un súbito temblor recorre mi cuerpo y se asienta justo en la zona de mi vientre. No cabe ninguna duda de que acabo de traspasar las puertas del infierno y que el demonio más hermoso y atractivo del universo, hará uso de todos sus encantos para convencerme y convertirme en una más de sus seguidoras. Me toma por sorpresa cuando se abalanza sobre mí y estrella mi espalda contra la puerta.―Te prometo que hoy voy a ofrecerte la mejor experiencia de toda tu vida.Suelto un jadeo y cierro los ojos en cuanto percibo el calor de su aliento al pie de mi oreja. Una ráfaga de deseo se extiende por todo mi cuerpo y provoca que la humedad se asiente en mis bragas. Contengo un nuevo gemido y aprieto las piernas para tratar de controlar el cosquilleo inesperado que se
Me quedo parada en medio de la habitación sin saber qué hacer ahora que Lud se ha ido. Giro la cara en todas direcciones y siento curiosidad por lo que veo. En toda mi vida jamás había visto una habitación tan grande y lujosa como esta. Paredes de colores sobrios, acabados de primera, muebles y accesorios que deben costar más que mi casa con todo lo que hay dentro de ella. Me acerco a la cama y arrastro las yemas de mis dedos sobre la tela suave y sedosa. Suelto un jadeo. ¿Qué tipo hilo usaron para fabricar algo tan especial y delicado como esto? Movida por la curiosidad y la fascinación, apoyo las manos sobre la cama y quedo asombrada cuando estas se hunden en el colchón, que tiene la consistencia de una nube de algodón. Miro hacia la puerta para asegurarme de que está cerrada y que nadie va a atraparme en mi pequeña travesura. Así que salto a ella como si estuviera lanzándome de clavado a una piscina. Chillo cuando mi cuerpo es absorbido por arenas movedizas hechas de sábanas y colc
Abandono la habitación, refunfuñando y despotricando por la interrupción. Con zancadas rápidas y violentas, propias de un niño malcriado, bajo las escaleras y me dirijo hacia mi despacho. Cierro de un portazo al entrar. Levanto el teléfono y contesto hecho una furia. ―¿Cómo te atreves a llamarme a esta casa? Espeto con las sienes palpitando y la ira incrementándose a medida que avanzan los segundos. ―Lud, yo, yo… Elevo la mano y me aprieto el puente de la nariz. ―¿Qué carajos quieres, Perla? ―le pregunto con rudeza―. Espero que tengas una justificación muy importante para que hayas resuelto interrumpir mi privacidad, sobre todo, hacerlo cuando estoy en mi casa. Nadie, ni siquiera mi mejor amigo Rob, se ha atrevido a llamarme cuando sabe que estoy en mi santuario. Lo más contradictorio de todo, es que nadie sabía que estaba en este lugar. ―Lo lamento, Ludwig, no quise molestarte ―indica, avergonzada―. Nadie me daba respuestas sobre ti ―¿y por qué carajos tendrían que dárselas?―.
¡Maldición! Siento que mis pelotas están a punto de explotar debido a la gran cantidad de fluidos que se ha acumulado en su interior. Me arrastro de rodillas sobre la cama y aparto sus piernas para abrirme camino hacia su intimidad. Apoyo unos de mis brazos sobre el colchón y acerco la cara cuando estoy a la altura de sus tersos pechos. Abro mi boca y saco la lengua para deslizarla sobre su pezón izquierdo y darle una probada. ¡Joder! Suelta un gemido intenso y desenfrenado que se cuela por mis tímpanos como si fuera una hermosa melodía e impacta directo sobre mi polla para arrullarla. ―Por favor, Lud, por favor… Ruega desesperada cuando succiono y lamo sus pechos a mi antojo. Sonrío, sabiendo que estoy muy cerca de lograr mi cometido, cosa que me queda muy clara, cuando sus manos vuelan hasta mi cabeza y comienza a tensar algunos mechones de mi cabello. ―¿Dime qué es lo que quieres, Rachel? ―muerdo y tiro de la punta de su seno derecho cuando no me da su respuesta―. ¡Habla o me d
―Por… por favor, no me abandones ―suplica, desconsolada―. No me dejes sola. Necesito sentir tu calor. Al pronunciar sus últimas palabras se viene en vómito y lanza todo lo que hay dentro de su estómago sobre mi ropa. ―¡Mierda! ¡Otra vez no! ―espeto, iracundo. Ni siquiera me da la oportunidad de reaccionar a tiempo para evitar el desastre. Era esto o lanzarla contra el piso. La sostengo como puedo, sintiendo asco del maldito olor y de toda la porquería que vació sobre mí. Hunde su cara sobre mi pecho y cae, una vez más, inconsciente―. Acabas de arruinar unos de mis trajes más costosos. Siseo entre dientes. Esta noche definitivamente se ha ido al carajo. Voy de mal en peor. Necesito con urgencia tomar un baño con una infusión de cariaquito morado para combatir la mala suerte y cualquier conjuro que esta mujer haya lanzado sobre mí, porque no hay otra explicación para que siga insistiendo después de tantos tropiezos. Quizás funcione también un buen despojo a punta de ramazos con la pla