A partir de este momento comienza el maratón de fin de semana!
Luego de un delicioso desayuno y de conversar sobre nuestros proyectos futuros, Massimo y yo decidimos disfrutar un rato en la terraza. Las vistas desde este lugar son maravillosas. Mientras las olas cristalinas se precipitan suavemente hacia las playas de arena fina y luz, se puede observar, en las bahías de color azul turquesa, a las pequeñas embarcaciones de pesca balanceándose en el mar. Mykonos, es conocida por su variada línea costera, una visión general de sus playas más hermosas.―Es una vista magnífica y asombrosa.Susurro mientras permanezco en los brazos de mi esposo, admirando la belleza del paisaje natural.―La más hermosa que he visto en toda mi vida.Giro mi rostro y veo sus ojos puestos en mí, observándome con una adoración que hace saltar mi corazón como nunca nadie antes lo hizo.―Hablo de las playas, tontito.Le digo cuando noto que sus ojos nunca se han despegado de mí.―Y yo, de la mujer más hermosa de este planeta.Me da un beso en el cuello en el instante en que
Juro por Dios que estuve a punto de volverme loco cuando la vi perder la razón. Hace mucho quise contarle toda la verdad, pero preferí esperar hasta el momento en que ella decidiera confesármelo todo. Sin embargo, nada de aquello tenía importancia para mí. La amaba tanto que, estaba dispuesto a aceptarla en mi vida de la manera que fuera. Siendo Rachel o la mujer que ahora se ha convertido en mi esposa.―Perdóname, Massimo ―susurra en un hilo de voz―, no quise…Coloco mi dedo índice sobre sus labios hinchados para hacerla callar.―No tengo nada que perdonarte, mia bella principessa ―ahueco su rostro y beso sus dulces labios―. Desde el mismo instante en el que llegaste a mi vida, estuve dispuesto a aceptarte con todo el equipaje que traías contigo ―acaricio sus mejillas con mis pulgares al mismo tiempo en que muevo la mirada entre su boca y sus ojos―. No me importaba en lo absoluto nada que tuviera que ver con tu pasado ―niego con la cabeza―. Sí, por supuesto, ―aclaro―, investigué todo
El vuelo parte con demora debido al mal tiempo. Estoy desesperado, porque no sé si pueda llegar antes de que ese malnacido la atrape. La impotencia y el desconcierto tienen mis nervios al borde de la catástrofe. Sobre todo, porque el fiscal tiene apagado su puto teléfono y no hay manera de comunicarse con él o con algún miembro de su equipo para advertirles del peligro que se cierne sobre ellos.―Tranquilízate, Lud ―me indica Rob, sacándome súbitamente de mis inquietos pensamientos―, llegaremos a tiempo y mataremos a ese maldito ―pronuncia iracundo―, no se saldrá con la suya.Asiento en respuesta, no obstante, hay algo dentro de mí que me tiene preocupado. Media hora después aterrizamos en el aeropuerto. Observo el reloj y noto que estamos sobre la hora límite. Maldición. Si no nos movemos rápido, el hijo de puta se saldrá con la suya y, si a Rachel le pasa algo, no me lo perdonaré por el resto de mi vida. Ya perdí a mi bebé, no la voy a perder también a ella.Al descender del avión so
―¡Maldita sea!Me acerco a toda velocidad, inspecciono el área y siento que la sangre dentro de mis venas se congela.―¿Qué sucede, Lud?Pregunta Robert a través del pinganillo.―¡Ese hijo de puta está dentro de la casa! ―espeto con vehemencia―. Voy a entrar, el tiempo se nos acaba, Rob ―le indico mientras guardo el arma en la parte posterior de mi espalda. Me empujo con fuerza entre la maleza y sigo el camino que conduce hacia la parte más baja del terreno―. ¡Necesito que ubiquen a ese hijo de puta y me den su posición!Mi pecho sube a toda velocidad. Desciendo por una cuesta empinada y me cuelo a través de las rocas para acceder por un camino intrincado y peligroso ubicado al borde de los riscos. Un resbalón y será todo para mí.―Georgiadis, está buscando al objetivo ―me indica con preocupación―. No te arriesgues innecesariamente, Lud.Ignoro su sugerencia.―Vigila y asegúrate de que no haya cómplices escondidos en los alrededores ―le indico con la voz agitada―, pero no te interponga
Estos últimos días he estado más nerviosa que nunca, incluso, en ocasiones me siento observada. Quizás sea que el embarazo me ha hecho más susceptible de la cuenta y es esa la razón por la que no le he comunicado mis inquietudes a mi marido. No quiero alarmarlo innecesariamente. La voz de Giulia me aparta de mis pensamientos.―Massimo me lo contó todo, Rachel, sé que tuvo razones de peso para hacerlo, pero agradezco que me haya dado la oportunidad de conocer a mi primer nietecito.Mi corazón no ha dejado de bombear desde que supe que los padres de Massimo estaban vivos. ¿Por qué razón me lo ocultó?―Mi vida es bastante complicada.Asiente en acuerdo.―No menos que la nuestra ―sonríe con calidez―. No lo culpes por favor ―entrecierro los ojos, ¿a qué se está refiriendo? Aclara enseguida al ver mi confusión―. Era muy joven me quitaron a mi hijo ―su confesión me deja impactada―, pasaron muchos años hasta que al fin pude encontrarlo.No sé cómo reaccionar al respecto. Inconscientemente, me
Dejo caer el arma y acudo en auxilio de mi esposo.―Massimo, por favor, no me dejes ―le ruego, llorosa y desconsolada―. Nuestro hijo necesita a su padre, por favor, lucha con todas tus fuerzas, te necesito a mi lado.Tomo su mano ensangrentada y la llevo a mi boca para besarla mientras noto con preocupación mar de sangre que brota desde su estómago.―Él no… no fue, ca… cariño ―intenta explicar con débiles susurros―, Reeves, no lo hizo, fue otro hombre.Suelto un jadeo debido a la impresión que me provoca su confesión. Observo en todas direcciones, sin embargo, no veo a nadie más en los alrededores, además del hombre que acabo de matar.―No me importa si no lo hizo, ese hombre destruyó mi vida y estuvo a punto de asesinarme, tenía que pagar por ello. Ahora lo único que importa eres tú, cariño ―le indico desesperada y muerta de miedo―, voy a llamar a emergencias para que envíen una ambulancia.Massimo niega con la cabeza.―Espera ―me detiene antes de que me aleje para ir en busca de un t
Cada rincón de mi cuerpo duele terriblemente y, por más que intento moverme, no puedo lograrlo. Tengo la garganta tan seca que ni siquiera puedo tragar mi propia saliva. He perdido el sentido del tiempo y los recuerdos se demoran en llegar. Siento mi mente vacía, como si hubiera perdido todos mis recuerdos. De repente, me entra una desesperación que me pone muy nerviosa.―Franco, ¿me tienes alguna novedad?¿De quiénes son las voces que se escuchan a mi alrededor? ¿Por qué razón estoy tan adolorida? Cielos, qué terrible dolor de cabeza tengo. Intento levantar el brazo para frotarme las sienes y reducir el palpitar intenso que me está volviendo loca, sin embargo, no puedo moverlo ni un solo milímetro. ¿Qué demonios? ¿Por qué todo está tan oscuro? ¿Quién apagó la luz? Pero, sobre todo, ¿quién es Franco? ¿Y por qué esa voz me resulta tan familiar?―No, hermano, todo permanece en las mismas condiciones ―ambos hombres se enfrascan en una conversación a la que no logro encontrarle ningún sent
Abro los ojos de manera abrupta cuando siento que me estoy ahogando con la saliva. Me incorporo sobre la cama y desesperada, dirijo la mirada a cada rincón de la habitación. Toso convulsamente al mismo tiempo que absorbo ingentes cantidades de aire para suplir la falta de oxígeno en mis pulmones. Las gotas de sudor se deslizan por mi frente y por las sienes mientras busco con desesperación al hombre que, de manera recurrente, ha aparecido en mis sueños.Me siento confusa. Ya no logro dilucidar si este es el mundo real o si sigo inmersa en una de mis pesadillas. Bajo la mirada hacia mi pecho y observo los innumerables electrodos que están conectados a mi cuerpo. Los arranco con un movimiento brusco provocando que la alerta del monitor se active en el acto. Aparto la sábana y coloco mis pies descalzos sobre el suelo frío. Respiro profundo antes de ponerme de pie. Apoyo el peso de mi cuerpo sobre mis piernas y no pasan ni dos segundos cuando me siento mareada. La habitación comienza a dar