Acá les dejo el tercero y último capítulo de este maratón de fin de semana. Espero que lo disfruten!!
El vuelo parte con demora debido al mal tiempo. Estoy desesperado, porque no sé si pueda llegar antes de que ese malnacido la atrape. La impotencia y el desconcierto tienen mis nervios al borde de la catástrofe. Sobre todo, porque el fiscal tiene apagado su puto teléfono y no hay manera de comunicarse con él o con algún miembro de su equipo para advertirles del peligro que se cierne sobre ellos.―Tranquilízate, Lud ―me indica Rob, sacándome súbitamente de mis inquietos pensamientos―, llegaremos a tiempo y mataremos a ese maldito ―pronuncia iracundo―, no se saldrá con la suya.Asiento en respuesta, no obstante, hay algo dentro de mí que me tiene preocupado. Media hora después aterrizamos en el aeropuerto. Observo el reloj y noto que estamos sobre la hora límite. Maldición. Si no nos movemos rápido, el hijo de puta se saldrá con la suya y, si a Rachel le pasa algo, no me lo perdonaré por el resto de mi vida. Ya perdí a mi bebé, no la voy a perder también a ella.Al descender del avión so
―¡Maldita sea!Me acerco a toda velocidad, inspecciono el área y siento que la sangre dentro de mis venas se congela.―¿Qué sucede, Lud?Pregunta Robert a través del pinganillo.―¡Ese hijo de puta está dentro de la casa! ―espeto con vehemencia―. Voy a entrar, el tiempo se nos acaba, Rob ―le indico mientras guardo el arma en la parte posterior de mi espalda. Me empujo con fuerza entre la maleza y sigo el camino que conduce hacia la parte más baja del terreno―. ¡Necesito que ubiquen a ese hijo de puta y me den su posición!Mi pecho sube a toda velocidad. Desciendo por una cuesta empinada y me cuelo a través de las rocas para acceder por un camino intrincado y peligroso ubicado al borde de los riscos. Un resbalón y será todo para mí.―Georgiadis, está buscando al objetivo ―me indica con preocupación―. No te arriesgues innecesariamente, Lud.Ignoro su sugerencia.―Vigila y asegúrate de que no haya cómplices escondidos en los alrededores ―le indico con la voz agitada―, pero no te interponga
Estos últimos días he estado más nerviosa que nunca, incluso, en ocasiones me siento observada. Quizás sea que el embarazo me ha hecho más susceptible de la cuenta y es esa la razón por la que no le he comunicado mis inquietudes a mi marido. No quiero alarmarlo innecesariamente. La voz de Giulia me aparta de mis pensamientos.―Massimo me lo contó todo, Rachel, sé que tuvo razones de peso para hacerlo, pero agradezco que me haya dado la oportunidad de conocer a mi primer nietecito.Mi corazón no ha dejado de bombear desde que supe que los padres de Massimo estaban vivos. ¿Por qué razón me lo ocultó?―Mi vida es bastante complicada.Asiente en acuerdo.―No menos que la nuestra ―sonríe con calidez―. No lo culpes por favor ―entrecierro los ojos, ¿a qué se está refiriendo? Aclara enseguida al ver mi confusión―. Era muy joven me quitaron a mi hijo ―su confesión me deja impactada―, pasaron muchos años hasta que al fin pude encontrarlo.No sé cómo reaccionar al respecto. Inconscientemente, me
Dejo caer el arma y acudo en auxilio de mi esposo.―Massimo, por favor, no me dejes ―le ruego, llorosa y desconsolada―. Nuestro hijo necesita a su padre, por favor, lucha con todas tus fuerzas, te necesito a mi lado.Tomo su mano ensangrentada y la llevo a mi boca para besarla mientras noto con preocupación mar de sangre que brota desde su estómago.―Él no… no fue, ca… cariño ―intenta explicar con débiles susurros―, Reeves, no lo hizo, fue otro hombre.Suelto un jadeo debido a la impresión que me provoca su confesión. Observo en todas direcciones, sin embargo, no veo a nadie más en los alrededores, además del hombre que acabo de matar.―No me importa si no lo hizo, ese hombre destruyó mi vida y estuvo a punto de asesinarme, tenía que pagar por ello. Ahora lo único que importa eres tú, cariño ―le indico desesperada y muerta de miedo―, voy a llamar a emergencias para que envíen una ambulancia.Massimo niega con la cabeza.―Espera ―me detiene antes de que me aleje para ir en busca de un t
Cada rincón de mi cuerpo duele terriblemente y, por más que intento moverme, no puedo lograrlo. Tengo la garganta tan seca que ni siquiera puedo tragar mi propia saliva. He perdido el sentido del tiempo y los recuerdos se demoran en llegar. Siento mi mente vacía, como si hubiera perdido todos mis recuerdos. De repente, me entra una desesperación que me pone muy nerviosa.―Franco, ¿me tienes alguna novedad?¿De quiénes son las voces que se escuchan a mi alrededor? ¿Por qué razón estoy tan adolorida? Cielos, qué terrible dolor de cabeza tengo. Intento levantar el brazo para frotarme las sienes y reducir el palpitar intenso que me está volviendo loca, sin embargo, no puedo moverlo ni un solo milímetro. ¿Qué demonios? ¿Por qué todo está tan oscuro? ¿Quién apagó la luz? Pero, sobre todo, ¿quién es Franco? ¿Y por qué esa voz me resulta tan familiar?―No, hermano, todo permanece en las mismas condiciones ―ambos hombres se enfrascan en una conversación a la que no logro encontrarle ningún sent
Abro los ojos de manera abrupta cuando siento que me estoy ahogando con la saliva. Me incorporo sobre la cama y desesperada, dirijo la mirada a cada rincón de la habitación. Toso convulsamente al mismo tiempo que absorbo ingentes cantidades de aire para suplir la falta de oxígeno en mis pulmones. Las gotas de sudor se deslizan por mi frente y por las sienes mientras busco con desesperación al hombre que, de manera recurrente, ha aparecido en mis sueños.Me siento confusa. Ya no logro dilucidar si este es el mundo real o si sigo inmersa en una de mis pesadillas. Bajo la mirada hacia mi pecho y observo los innumerables electrodos que están conectados a mi cuerpo. Los arranco con un movimiento brusco provocando que la alerta del monitor se active en el acto. Aparto la sábana y coloco mis pies descalzos sobre el suelo frío. Respiro profundo antes de ponerme de pie. Apoyo el peso de mi cuerpo sobre mis piernas y no pasan ni dos segundos cuando me siento mareada. La habitación comienza a dar
Suelto un suspiro profundo y observo el mundo a través de la ventana de mi habitación. Fue doloroso y difícil salir de la cama, pero con la ayuda de las amables enfermeras pude hacerlo. No quiero permanecer ni un solo segundo más en este lugar. Sin embargo, hay uniformados apostados en el exterior, vigilando y custodiando la puerta para que nadie pueda entrar o salir de mi habitación. No entiendo por qué razón hay tanta seguridad a mi alrededor. No creo ser alguien tan importante como para requerir un equipo de seguridad que me vigile a cada segundo del día. Bueno, al menos es lo que me imagino. Si tan solo pudiera recordar algo de mi pasado, saber quién soy o qué es lo que hago en este lugar, no estaría tan aterrada. Necesito averiguar lo que sucedió con mi vida durante las últimas horas y la razón por la que vine a parar a este hospital. Hay grandes lagunas mentales dentro de mi cabeza. Muchas preguntas sin respuestas. He intentado recuperar mis recuerdos, pero cada vez que pruebo, m
Dos meses atrás―¿Conocía usted a las personas que habitaban en esta casa?―Sí, eran mis vecinos ―indica la anciana, visiblemente conmocionada―, Nathalie y yo solíamos asistir juntas a la iglesia ―comienza a contarle a la audiencia―. Raymond era un hombre muy atento y colaborador con la comunidad y, Rachel... ―hace una pausa para soplarse la nariz en el pañuelo que lleva en la mano―. Ella era una jovencita muy encantadora ―comenta entre sollozos―. No puedo creer que ahora todos estén muertos.―¡No! ―retrocedo un par de pasos mientras niego con la cabeza―. Rachel no puede estar muerta.La sangre se drena de mi rostro y mis piernas se tornan flácidas. Tengo que apoyar la mano sobre el colchón para no irme de bruces contra el suelo.―¡Lud! Grita Robert y se abalanza sobre mí en cuanto ve que estoy a punto de desplomarme. ―Ella no puede estar muerta, Robert ―le digo falto de respiración―. Tiene que haber una equivocación ―me empuja hacia la cama, pero me resisto―. Tengo que salir de aquí