Si me da tiempo subo otro capítulo más tarde.
Sigo pensando en lo que sucedió esta mañana. No sé si se trató de una jugada de mi imaginación o esa mujer era verdaderamente Rachel. Lo cierto, es que el parecido era asombroso. Me siento muy inquieto y ansioso. Sigo martillando mi cerebro, navegando a la deriva entre la duda y el desconcierto. Algo dentro de mí insiste en que se trató de ella. Sin embargo, hay varias preguntas que me tienen perturbado. ¿Por qué no ha hecho contacto con ninguno de nosotros? ¿Quién la está ayudando? ¿A quién le pertenece el vehículo al que la vi subir? Me duele la cabeza y no es a causa de la resaca. Me estoy devanando el cerebro tratando de buscar una explicación lógica a su extraño comportamiento, pero no la consigo.«¿Has considerado que puede que no se trate de ella?»―Lud, ¿en qué lugar anda metida tu cabeza?La voz de mi amigo me obliga a volver al presente. Lo admito, he estado retraído desde que vi a esa mujer subiendo a la limusina.―Lo siento ―me disculpo con ellos―, estaba distraído con alg
Maldigo en voz baja al ver la hora en el reloj y comprender que no llegaré a tiempo. Tuve que venir a la fiscalía por un asunto de urgencia y renunciar a acompañar a Rachel a su cita con el doctor. Tomo mi portafolios y salgo de mi oficina con rapidez para ver si al menos tengo la oportunidad de recogerla antes de que abandone la clínica. Justo en ese instante suena mi teléfono. Sonrío al ver su nombre escrito en la pantalla.―Hola, principessa.Atravieso los corredores con una enorme sonrisa en mi boca. Hace mucho tiempo que no lo hacía, pero desde que ella apareció en mi vida, todo comenzó a cambiar. Ahora tengo razones suficientes para sonreír.―Estoy saliendo del consultorio.Suspiro, resignado.―Pensaba ir a recogerte, pero tuve algunos imprevistos que retrasaron mi partida.La escucho respirar algo agitada al otro lado de la línea.―No es necesario, Massimo, estoy a punto de regresar a casa.Me encanta cuando se refiere a mi residencia como su casa. Ha sido difícil para ella adap
¡Puta madre! Los oídos me quedan zumbando después de la explosión. No era esta la manera en la que debían suceder las cosas, pero ese cabrón del fiscal quiso jugar a los ladrones y policías y no me dejó otra alternativa que activar la bomba antes de lo previsto. Se suponía que estaría en su oficina cuando sucediera. Por supuesto, mi intención no era matarlo, pero sí darle un escarmiento por meterse en mi camino. Iba a aprovechar el caos y el revuelo causado por el estallido para secuestrarlo y obligarlo a que me llevara con Rachel.―¡Maldito hijo de puta!Vocifero con enojo. Me vi obligado a ir tras él, hacerme visible para llamar su atención y detenerlo antes de que abandonara el edificio. Fue una jugada muy temeraria, pero en vista de que es viernes y no volvería hasta el lunes, no quise correr riesgos. Algún curioso podría haberse topado con mi juguete durante el fin de semana y hacerlo estallar por accidente. No era que me preocupara su muerte, sino que sería una pérdida lamentable
La cabeza me palpita como bomba de tiempo. Gimo y aprieto mis dientes cuando un ramalazo de dolor atraviesa mi corteza cerebral y retumba entre las paredes de mi cráneo. Elevo la mano y hago presión en aquel punto en el que el dolor es más intento, pero me detengo a medio camino cuando los recuerdos invaden mi mente.―Fuiste tú, ¿cierto?Mi corazón desata una andanada de latidos convulsos y desenfrenados. Lo presentí desde el primer momento que sentí su esencia maligna. Había algo en ese sujeto que erizaba los pelos de mi nuca.―Vine a buscar a Rachel y tú me vas a llevar directo a donde se encuentra.La bilis comienza un ascenso vertiginoso desde mi estómago, pasa a través de mi esófago y se instala dentro de mi boca, dejando un amargo sabor a hiel. Debí acabar con ese maldito a la primera. Nunca me equivoco con mis presentimientos, sin embargo, hice caso omiso a las advertencias que enviaba mi cuerpo.―Primero muerto, antes que permitir que te acerques a ella.Tiemblo de pies a cabez
Le doy vuelta al bolígrafo entre mis dedos mientras devano mi cerebro tratando de encontrar una puerta de acceso a esa zona secreta en la que el gobierno oculta todos sus negocios sucios y aquellos casos que quieren mantener fuera del dominio público. ¿Por qué demonios no han llegado a una conclusión sobre el caso de la familia Ward? ¿Qué es lo que están escondiendo?―¿Qué has sabido del fiscal?Bufo resignado y niego con la cabeza.―¡Un puto, nada de nada!Espeto con enfado. Empujo la silla de mi escritorio y me pongo de pie. Estoy más inquieto que nunca. Ha pasado demasiado tiempo desde aquel día tan nefasto y aún no logro conseguir nada. Estoy a punto de arrancarme los cabellos de la cabeza.―¿Por qué tanto hermetismo con este asunto? ―comenta Rob al dejar el periódico sobre la mesa. Suspira y se frota la barbilla mientras piensa distraído―. Después del atentado desapareció sin dejar rastro ―me mira con los ojos entrecerrados―. Todos los heridos fueron trasladados a los hospitales m
Despierto agitado, con la respiración acelerada y el corazón martillando contra mi esternón. Hundo los dedos de la mano en mi cabeza y palpo la extensa cicatriz que cubre la mitad mi cuero cabelludo. No tengo ninguna idea de cómo llegó allí. Estaría de más decir que recuerdo una m*****a cosa de nada.―¿Otra pesadilla?Respondo a su pregunta con un asentimiento. Me incorporo y me siento al borde del mueble en el que me quedé dormido por breves minutos después de una larga noche de insomnio. He intentado dormir, pero las muy perras de mis pesadillas siempre hacen un buen trabajo para acabar con mis precarias posibilidades.―La misma escena de siempre ―le digo en tono cansino. Repaso mi rostro con las manos en señal de impotencia y bufo con resignación―. Esa chica se niega a abandonar mi cabeza ―le explico, con un sentimiento de amargura y hastío inundándome el pecho―. Su rostro me es familiar, pero no encuentro ninguna conexión entre ella y mi pasado.Mi vida es como un lienzo en el que
Encontrar juntos a Raymond Ward y a mi viejo amigo Andrés Romano, era lo último que habría esperado. Hace más de tres años que él desapareció sin dar ninguna explicación ni dejar rastro de su paradero. Estoy tan sorprendido que me quedo allí parado sin ningún tipo de reacción. Estaba conmocionado por la aparición del padre de Rachel, pero la inesperada presencia de mi viejo amigo supera mis expectativas.―Señor Reeves, es un gusto conocerlo.Salgo de mi aturdimiento y le tiendo la mano al padre de Rachel, mientras me le quedo mirando como si fuera una aparición fantasmal. No me cabe la emoción en el pecho, porque este hombre es la única persona que puede contarme la verdad acerca de lo que pasó la noche del incendio.―Señor Ward, lamento que esta tampoco sea la mejor circunstancia para volver a encontrarnos, pero le aseguro que estoy gratamente complacido de saber que está con vida.Me mira como si no tuviera ninguna idea de lo que le estoy hablando. Parece confuso y perdido. ―Lo sien
Estoy a punto de cavar una zanja debajo de mis pies de las tantas veces que he recorrido el mismo trayecto desde que entré a mi oficina.―Estuve inconsciente tres putas semanas, Antonio ―despotrico con enojo―. ¡Ese maldito anda suelto y la está buscando! ―tiro de mis cabellos con desesperación―. Tenemos que encontrarlo, de lo contrario, Rachel no estará segura en este país.No puedo creer que algo como esto esté ocurriendo. No puedo permitir que la historia se repita.―Esto nos tomará más tiempo de lo estimado, Massimo, no hay nada que nos sirva para identificar a ese hombre. ―¿Cómo es posible? Estuvo a un palmo de distancia de mí y, sin embargo, no puedo suministrar detalles precisos para elaborar un retrato hablado que nos permita dar con la verdadera identidad de ese maldito desconocido―. Hay poco con lo que trabajar.Estoy tan enojado conmigo mismo. Fue un grave error haber dejado escapar a ese peligroso asesino. Me dejé llevar por la rabia en lugar de actuar con racionalidad. ¿En