Fernando no pudo evitar cuadrar sus hombros al observar la postura de su padre, retándolo.
Ponce no dejó de percibir que su hijo era más alto con 1. 86 de altura, además de tener un cuerpo atlético, aunque no era un hombre descuidado, los años no pasaban en vano por él, sabía que si lo enfrentaba finalizaría todo, entonces se alejó de ellos, tomo algunos objetos y los lanzo al piso.
Fernando no se movió de donde estaba, intentando proteger a Clarissa del desastre que ocasionaba su padre, presionó su puño, sintiéndose muy molesto.
—Algún día me darás la razón —espetó y se retiró. —Cuando ambos estemos más tranquilos, te buscaré.
—No deseo hablar jamás contigo, ¿entiendes? —Fernando gruñó.
Clarissa, escuchó a lo lejos al licenciado Ponce, parlotear, hasta que desapareció del sitio.
Fernando se movió un poco del lugar, miró a la joven quien aparentab
Clarissa por fin reveló el más oscuro recuerdo de su pasado. Nos falta saber como lo afrontarán ¿Qué opinan? Saludos con cariño.
Al llegar a su habitación, después de salir de la ducha, observó que le dejó un pijama sobre su cama, sabía que no le quedaría de otra más que ponérsela. No escuchó ningún ruido, por lo que en cuanto se cambió, se recostó sobre una orilla de la cama, con la sensación de tener el cuerpo tan cansado. Tomó sus rodillas y las flexionó para abrazar sus piernas, se hizo un ovillo. Cerró los ojos, ya que una sensación desagradable la invadió, al estar con la incertidumbre. Eso le hacía sentir atemorizada. Tiempo después al notar que la joven no salía de la habitación y tampoco percibir ruido alguno, Fernando se acercó tocó despacio y suave, al no escuchar respuesta abrió la puerta, se dirigió a ella. —Clarissa, Clarissa amor, despierta. Ven a tomar algo caliente; no quiero que vayas a enfermar— Se sentó junto a ella, observándola con profunda admiración. La chica abrió los párpados, de golpe, su corazón latió con fuerza.<
Después de disfrutar los mimos de Fer, Clarissa se sintió preparada para intentar conocer algunas cosas que no encajaban en la vida de Fernando, aprovechando el momento de intimidad que se había generado entre ellos. —Tengo algo que preguntarte— rompió el silencio. Fernando giró su rostro para escucharla. — ¿Qué deseas cuestionarme? —elevó una ceja, intrigado. — ¿Por qué… te cae tan mal Alicia? —indagó. —No deseo hablar de eso —Fernando respondió evasivo. — Te he contado el peor momento de mi vida, he compartido contigo algo importante para mí. Me parece que merezco que confíes en mí. No comprendo la relación entre ustedes— Lo miró con interés. Fernando elevó su rostro, presionó sus ojos unos segundos, hizo una mueca de desagrado, pero aun así comenzó a hablar: —Hace mucho que la conozco no es al
“Si tuviera que volver a comenzar, mi vida. Intentaría encontrarte mucho antes”. El Principito. Después de terminar de desayunar y arreglarse partieron de la morada de su tío, sin embargo Hugo, ya no se encontraba. Solo estaba Luz, tejiendo unas cosas para las niñas de la casa hogar. La emoción que sintió al ver a Clarissa en compañía de Fernando, la hizo sonreír, supo de inmediato que por fin se estaban dando una oportunidad. —Parece que me perdí de algo— Lucy ladeó sus labios. Fernand
Houston, Texas. Ella se encontraba bebiendo una copa, desde la amplia terraza de su habitación, sobre uno de sus confortables y lujosos sillones estilo modular de exterior, tejidos en mimbre. El piso de madera resplandecía, además de que las jardineras daban una cálida vista con el verde de las plantas. Desde la altura de su lujoso apartamento, se encontraba afligida, observando la panorámica que le ofrecía la ciudad, debido a la oscuridad de la noche y las luces de los edificios contiguos. Luego de limpiar algunas lágrimas, tomó su móvil para llamar a su hermano. Giró su rostro para constatar que no corría peligro de ser sorprendida, entonces buscó en sus contactos y esperó a que le respondiera. Hugo: Buenas noches ¿Quién habla? Perla: Soy yo. Cambié mi número telefónico, deseaba que lo tuvieras.
La acercó y con delicadeza le desabrochó el sujetador de un movimiento sencillo con una mano, con la otra lo jaló rápido para no dejar que no intentara detenerlo, cuando este cayó, la joven deseo cubrirse, pero él no se lo permitió, la acercó a su pecho para sentirse piel con piel. Pasó sus largos y gruesos dedos por su espalda acariciándola, aspiró el aroma de su cuello, sin poder resistirlo. Se separó de ella, colocó sus manos sobre sus senos y los acarició con suavidad. La chica no pudo evitar gemir disfrutando de sus caricias, presionando sus labios, respiró un poco agitada, pero confiaba en él, dejándose llevar. Fer la pegó a él y recorrió su delicado cuello con su lengua, mientras ella sentía su creciente excitación. La guio hacia la cama, besándola, ayudándola a recostarse, para quitarle los jeans y las braguitas. Clarissa cerró los ojos, se sujetó con fuerza del edredón. Sus dedos se pusieron pálidos, entonces comenzó a respirar
— ¿Todo bien? Su pregunta la hizo salir de sus pensamientos, sacudió su rostro volviendo al aquí y ahora, con su pecho subiendo y bajando de manera agitada, entonces se dio cuenta que deseaba que le hiciera el amor, ahí sin importar nada. Eso la hizo desconocerse. —Sí —respondió disimulando. Fernando se acercó para observarla mejor, trató de reconocer esa extraña expresión en su rostro, por un momento llegó a pensar que quizás tenía temperatura, al ver encendida sus mejillas. — ¿Qué te sucede? —La miró preocupado. —Tienes las mejillas enrojecidas. — Intentó tocarla. Ella retrocedió. Fernando se sobresaltó al observar su reacción. — ¿Hice o dije algo, que te incomodara? —preguntó, preocupado. —No, no, solo tengo que ir al tocador a refrescarme un poco. —Está... haciend
Querétaro, Querétaro. Hugo observaba con nostalgia algunos álbumes familiares, desde que llegó a sus vidas Clarissa. Sonrió con cariño al mirar las imágenes que tenía en sus clases de ballet, sabiendo que al haber solicitado a la madre superiora buscar alguna actividad que la ayudara a salir de la tristeza que la envolvía. Suspiró acongojado ¿Cómo le diría que Perla, llamó y ni siquiera preguntó por ella?, su corazón se estrujó al tiempo que su mirada se cristalizó. —Eres una egoísta —mencionó con profundo dolor—. Mi sobrina no te importa en lo más mínimo ¿Qué clase de madre serás? —limpió las lágrimas que rodaron sobre sus mejillas. — ¿Se encuentra bien, padrecito? —Lucy apareció en la sala. El padre sacudió su rostro, para salir de sus recuerdos. —Si estoy bien —externó inhalando profundo. —Vine porque dejó en el comedo
Dos semanas después. Hugo recién había regresado de tomarse un par de días de vacaciones. Visitó a un par de amigos en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, después de descansar y desestresarse un poco de aquellas llamadas de su hermana, que lograron desconocerse, volvió a la tranquilidad con la que siempre solía actuar. Después determinar de oficiar la última misa, se dispuso a ir a su oficina para guardar la sotana que solía usar. Se encontraba apagando la luz, cuando la familiar voz de una mujer lo hizo girar en su eje hacia la puerta para descubrir de quien se trataba. —Perla —susurró sintiendo un gran escalofrío recorrerlo. —Esperamos no interrumpirlo, Padre —externó con la mirada llena de lágrimas, observando a su lado a su esposo y a sus hijos quienes la acompañaban. —Estoy por retirarme —pronunció con nerviosismo ante su inesperada visita