CAPÍTULO CIEN

CAPÍTULO CIEN

Ada no quería dibujar, no quería pintar, ni tampoco le interesaba lo que decía la maestra de la guardería.

Ella no quería hacer nada de nada, que se ocultó en el rincón de la sala donde estaba la ventana. Hizo vaho con su boca sobre el cristal y con su dedito dibujo una carita triste sobre el vidrio empañado, mirando fijamente el mar que rugía con mucha fuerza.

Ella adoraba el mar y todo lo que ocultaba ese gran manto azul, que en un arrebato decidió escabullirse de ahí, para irse donde ella consideraba ser libre. Corrió a donde estaba su mellizo y le pinchó las costillas.

—¡Auch! —gritó Elian, que seguía medio adormilado sobre la mesa cuadrada de colores—. ¿Qué?

Elian la miró con el ceño fruncido.

—Quielo il al baño —pidió Ada inflando sus mejillas de aire y tironeando el jersey azul de Elian—. Ve. Dile —exigió haciendo una seña con su cabeza hacia la maestra.

Elian puso los ojos en blancos y se levantó de la sillita para ir a pedir permiso a la maestra, ya que, según é
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