CAPÍTULO CIENTO DOS—Esos niños algún día te van a provocar un ataque al corazón —se volvió a burlar Adele.Emily tan solo negó con la cabeza y se dirigió a la guardería, pero antes de que pudiera escabullirse por los pasillos de la empresa, Schneider se cruzó en su camino.—Señorita Harper —dijo apenado—. Cuanto lo siento. Si lo hubiera sabido, no le habría vendido la empresa al señor Preston.Emily tan solo sonrió de boca cerrada por la comprensión del viejo y Adele se puso a su lado cruzándose de brazos y mirándolo mal.—De todos modos, no tenía por qué saberlo —comentó Emily amable—. Usted es el dueño de su empresa y sabe que es lo mejor para ella y para su bienestar. Yo tan solo soy una empleada más. Le agradezco todo lo que hizo por mí.—No tiene nada que agradecer Emily, —respondió él poniendo su mano sobre el hombro de la joven—. Pero Aiden me dijo que no despediría a nadie. ¿No piensas renunciar? ¿no? Por qué o si no, mis negociaciones habrían sido en vano.—Ya renunció y Aid
CAPÍTULO CIENTO TRESEmily bajó de sus brazos a Elian, dejándolo en el suelo, cuando percibió en su piel un pequeño adormecimiento. Las piernas le temblaron y comenzó a hiperventilar, que Adele con disimulo le sobó la espalda en círculos ascendentes. Ella inhaló y exhaló calmando la punzada de nervios que tenía en medio del estómago.Estar con su ex en la misma sala era una jodida porquería.Por otro lado, Ada saltó del regazo de su papá y corrió a los pies de mamá tironeando su pantalón ancho. —Dile mami —insistió la pequeña frunciendo sus cejas—. Dile a Elian que es papá.—Ada —dijo Em acariciando sus mejillas regordetas—. Él ya lo sabe.Aiden tragó saliva al escuchar que Emily no negó en ningún momento su paternidad. Un rayo de esperanza brilló en sus apagados ojos verdes, que se levantó de aquel sillón y caminó hasta quedar frente a Emily. Su aroma a jazmín lo enloquecía y su piel de porcelana lo tentaba a tocarla, pero apretó sus dedos en puño, para evitar comete una estupidez,
CAPÍTULO CIENTO CUATROElian arrugó sus cejas negras y Ada chilló de júbilo dando pequeños saltitos y contando los mil panoramas que quería hacer, que Em tan solo pudo mirar un tanto sorprendida, primero a su hijo y luego a su hija.—Mami —Elian tironeó la mano de Emily hacia la salida de la sala—. Me quiero ir. Vámonos de aquí.—¡No! —Ada frunció su ceño y apretó la otra mano de Emily para que no se moviera de su lado—. Vamos a salil con papá y tú vas a il.—Ya veo el dilema que se te viene —susurró Adele en la oreja de Em, que se mantenía detrás de su amiga, mirando la escena con cierto enojo, porque Aiden volvía a poner la estabilidad de Emily en una cuerda floja.Había sido meses de terapia acompañando a Em, pero Adele sabía que este era el inicio de cerrar un ciclo, para comenzar otro en donde su amiga fuera realmente feliz.Terapia de shock, así le gustaba llamarlo a ella. enfrentar los problemas a la cara y solucionarlos, era la única salida de paz que conocía, por eso Adele le
CAPÍTULO CIENTO CINCOLa pregunta de Emily desestabilizo la férrea terquedad y seguridad de Aiden. El joven empresario estaba cayendo en un bucle de la desesperación, porque sabía que hiciera lo que hiciera, Emily no volvería a confiar en él.La confianza estaba rota y destruida. —¿De verdad me preguntas eso? —cuestionó Aiden un tanto dolido.Emily estiró su brazo y tocó con las yemas de sus dedos el rostro de porcelana de Ada, quien le sonrió tierna.—Supongo que tus acciones dicen más que tus palabras —contestó ella sin dejar de admirar la hermosura de su pequeña hija.Aiden se mordió la lengua y se tensó por completo. «¡Maldición!» Pensó abatido «Ella nunca olvidará nada, ni mucho menos me perdonará» Solo sentir aquella sensación de estar metido en un pozo negro, lo hicieron querer correr de ahí.—¿Me dejaras o no Em? —preguntó perdiendo la paciencia y moviendo su pierna derecha, notablemente ansioso por no estar en el mismo sitio que su Em.—Si, es tu derecho, pero aprende a cui
CAPÍTULO CIENTO SEISEmily luego de comunicar la decisión de su dimisión a la maestra y de recuperar todas las cosas personales de los mellizos y también sacar las cosas de su cubículo, tomó el bolso llenó de recuerdos en una mano y con la otra sostuvo la manito de Elian.Salieron de aquella empresa junto Adele que tan solo los acompañó hasta el muelle. Su amiga le ayudó a llevar algunas cajas y su pequeño iba feliz, en tanto ella no podía dejar de pensar en Ada y en que iba hacer, ya que ahora no tenía trabajo. —No le hará nada —mencionó Adele apretando el hombro de Emily cuando la vio preocupada—. Fue un hijo de puta contigo, pero con Ada se ve que no le hará daño.Emily torció los labios y asintió.—Nos vemos en la casa amiga —susurró ella dándole un abrazo a Adele, cuando el único taxi del pueblo llegó a recogerla.El taxista ayudó a guardar las cajas de cartón en la maletera, pero Elian se quedó de pie sin querer subir al vehículo.—¿Qué pasa cariño? —preguntó Em.—¿Y comer? —c
CAPÍTULO CIENTO SIETEA Ada se le pasó el enojo rápidamente cuando Aiden le propuso que después de comer fueran al Acuario. Elian no estaba muy de acuerdo, pero cuando Aiden le dijo que podía ver los tiburones el aceptó a regañadientes, pero aun sintiendo un cierto recelo por aquel extraño que se suponía que era su padre.Emily no se opuso aquel panorama, porque entendió que este proceso seria largo y agotador, ya que Aiden tenía que ganarse a los mellizos como sea si en realidad quería formar lazos fraternos con ellos, pero ella no quería actuar como intermediaria, aunque su instinto se lo pidiera a gritos.Ella soñaba con recomponer y tener una familia, pero supo que a veces las familias son distintas… tan distintas como los integrantes que la componen.El silencio reino entre ellos, que era suprimido por las masticadas de Elian, quien comía pizza y por la parlanchina de Ada, que no dejaba de hablar y hablar con la boca llena de lasaña.Emily solo pidió una ensalada que ni probó, po
CAPÍTULO CIENTO OCHODespués de comer en el restaurante italiano, la familia Preston Harper llego al único Acuario del pueblo, que por cierto era el más grande y exótico que había en el mundo.Aiden sacó su billetera del bolsillo trasero y pagó las cuatro entradas a la chica rubia que estaba atendiendo en la boletería. Ella les tendió las cuatro pulseras, que eran la garantías para usar todas las instalaciones, y él las tomó en la palma de su mano.Ada de inmediato estiró su bracito para que Aiden le cerrara la pulsera en su muñeca, y Emily tomó la otra para Elian.—¿Te ayudo pequeña rosa? —preguntó el joven una vez que vio que los mellizos estaban ansiosos por entrar y aventurarse a algo desconocido para ellos.Emily se puso rígida al escuchar aquel apodo que tantos buenos recuerdos le traía, que quiso refutarle que no le dijera así, porque ya no tenía ese derecho, pero sus cuerdas vocales se cerraron como si tuviera nudos que la impidieran hablar. Tan solo asintió despacio, odiándo
CAPÍTULO CIENTO NUEVE—Son mis hijos y los quiero criar también, por eso necesito que vuelvas a Sídney conmigo —sentenció Aiden tan seguro que a Emily le dieron ganas de vomitar.Ella se levantó de aquel banquillo de madera y le dio la espalda a Aiden. Jugó con uno de sus anillos y se mordió el labio inferior con mucha fuerza. Luego observó de reojos a sus pequeños que no dejaban de sonreír mirando un mundo que ellos no conocían… un mundo lejos de la maldad.«¿Y si Aiden peleaba su custodia?»«¿Si él se los llevaba lejos de ella?»«¿Si se los quitaba para siempre?»Los ojos de Emily se llenaron de lágrimas al darse cuenta de que; aunque los mellizos estaban bien cuidados, eran amados y hasta el momento no les faltaba nada, igualmente Aiden podía contratar un abogado y valérsela de la estabilidad económica que ella no tenía. Sin trabajo y sin casa, podían ser argumentos válidos ante un juez de familia.—Em —llamó Aiden un tanto preocupado y Emily se giró a darle cara. Su rostro amable,