CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y SIETEEmily y Aiden salieron de la fiscalía con el ánimo por el suelo.Ambos se subieron al Maserati gris que estaba aparcado en el estacionamiento de aquel edificio de vidrio de espejos, y Aiden manejó hasta una cafetería cercana que estaba frente a la playa.Cuando se estacionó frente a la cafetería, Aiden miró a su esposa, que seguía distraída.—Vamos —pidió sin darle ninguna explicación. Emily no protestó nada y tan solo le siguió en completo silencio. La fuerte brisa marina hizo que se abrazara a sí misma, para así calmar el escalofrió que recorrió su cuerpo, y a pesar de que andaba con un abrigo amarillo, un chaleco negro de cuello largo, vaqueros gruesos y botines, igualmente el frio caló sus huesos.Aiden empujó la puerta de vidrio y al momento de deslizar la puerta la campanilla tintineó. Dejó pasar primero a su esposa y luego él, para después soltar la puerta y colocar su brazo alrededor de las caderas de Em, en forma protectora.La camarera rubia
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y OCHOAiden sacó la billetera y pagó la cuenta en la caja. Luego se fue a la salida y abrió la puerta de vidrio de la cafetería, esperando a Emily que saliera primero.La joven agradeció y se despidió de la mesera, luego alcanzó a Aiden. Ella pasó primero a través de la puerta y Aiden cruzó después.El joven empresario sacó las llaves de su bolsillo y rodeó el Maserati gris, pero Emily se apuró en alcanzarle. Sus dedos pequeños rodearon el brazo musculoso de Aiden deteniéndole. Él la miró neutro, aun sin saber qué es lo que quería su esposa.—¿Caminamos un momento por el malecón? —preguntó Emily, mientras lo soltaba.Ella jugó con uno de sus anillos y luego se mordió el labio inferior, notablemente nerviosa e inquieta. Sus ojos oscuros brillaron de anhelo, ya que no quería recibir un “no” como respuesta, y menos cuando ella sabía que estaba siendo demasiado dura con Aiden. Aiden hizo una mueca nada disimulada, porque definitivamente ya se había rendido con e
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y NUEVEAiden se separó de ella, y esnifó con el dorso de su mano el líquido que escurría por su nariz. Emily le limpió las lágrimas de sus mejillas enrojecidas y le sonrió tierna. Ella odiaba verle tan vulnerable, que su corazón de inmediato se ablandó. —Debes creer que me he vuelto un debilucho —refunfuñó Aiden con el ceño fruncido. Sus escleróticas estaban igual de enrojecidas, pero su pecho había aliviado esa opresión que le molestaba.Emily soltó una risa divertida.—Un poco —Le guiñó el ojo en son de broma y luego lo volvió abrazar de la cintura. Puso su mandíbula en el centro del pecho de Aiden—Deberías sentirte afortunada, eres la única que me ha hecho llorar.—No me gusta verte así —confesó ella—. Pero creo que llorar no es de débiles, sino todo lo contrario. No te avergüences conmigo… nunca, porque el tener emociones y el soltarlas, también te libera, así que puedes hacerlo cuando quieras. Estoy aquí para abrazarte… siempre Aiden. Siempre voy a es
CAPÍTULO CIENTO NOVENTACuando Emily vio de quien se trataba, exhaló todo el aire que sus pulmones estaban aguantando. Una sonrisa se extendió por sus labios rojo y deslizó el botón de contestar, que automáticamente en la pantalla apareció una niña de ojos verdes brillante y flequillo negro como la noche. Tenía los labios pintados de rojos, ya que le había sacado el labial a Emily. —¡Mami! ¡Mami! —gritó Ada con voz chillona—. ¿Dónde estás? —hizo un puchero—. Te extaño.Ada le había pedido a su abuela que le marcara a su mamá, ya que la extrañaba mucho. Los niños estaban en la sala de estar siendo supervisados por Marie y Alex.Emily caminó hasta el barandal del malecón, y apoyó su espalda en las barras de metal blanco. Luego levantó su celular a la altura de su cara para que la cámara la enfocara y le sonrió a la inquieta de su hija.—Estoy haciendo trámites —contó dulce—. Pero pronto volveré a la casa, pequeña. Quizás para el almuerzo.Ada frunció el ceño.—¿En el agua? —preguntó d
CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y UNOLa llamada no había sido nada amigable, ya que el encargado del servicio médico legal le había llamado para que retiraran lo antes posible el cuerpo de Daphne Harper, ya que las diligencias encargadas por el tribunal por fin habían terminado.Los informes médicos sobre la causa de su muerte, ya estaban firmados por los médicos forenses (ajenos al hospital) y ahora solo quedaba presentar los documentos al juez como pruebas fehacientes en la audiencia que pronto se iba a realizar.Aiden no tenía idea cuando se iba a realizar aquella audiencia de presentación de pruebas, pero como no era necesaria su comparecencia no le veía mucha importancia, tan solo le causaba una intriga tremenda saber quién era el responsable de semejante crimen macabro, ya que el ensañamiento que habían ejercido contra la hermana de su esposa no tenía explicación alguna, solo que era una crueldad absoluta aquí y en cualquier parte del mundo.Además, Aiden consideraba que la asfixia era
CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y DOSCon esta nueva noticia, tenían un montón de trámites por hacer, que Aiden sin decirle nada a su esposa, manejó el auto en completo silencio hasta llegar al mismo lugar de contratación de servicios funerarios, que una vez tuvo que comprar cuando su abuelo murió.Él ya conocía los precios y la gente que trabajaba ahí, por lo que supuso que pasar por aquella situación tan incómoda y doloroso, no sería un gran problema para él, pero que equivocado estaba.Él se estacionó frente a una casona blanca y Emily volvió a sentir que su vida era un maldito carrusel que tan solo giraba y giraba cada vez más rápido. La punzada en el estómago apareció con más fuerza cuando se bajó del vehículo y estuvo frente a la propiedad que tenía un gran letrero azul en el frontis y que decía: Funerarias “El Cielo”.Se abrazó a su misma y pensó lo paradójico que era, mientras esperaba a su marido que realizaba una llamada de urgencia. Emily estaba apoyada en el capo del Maserati Gris
CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y TRESLos labios cálidos de Emily buscaron la boca de su marido.Aiden le tomó un segundo darse cuenta de lo que ella quería, que al momento de sentir su boca sobre la suya, sus dedos se fueron a la nuca de la chica y empuñaron el cabello azabache de ella, ladeó un poco su cabeza y entreabrió sus labios para recibir la lengua tibia y mojada de Emily.El beso fue lleno de pasión, devastador. Ambos sintieron esa descarga eléctrica que les recorrió la piel, la sangre hirvió y de pronto tanto Aiden como Emily se olvidaron dónde estaban. Solo eran ellos en su estado más puro y salvaje. Ella no quería dejar de besarle, no quería dejar de estar pegada a sus labios, pero Aiden le estaba robando todo el aliento, que por más que luchó y luchó con sus instintos más bajos, a regañadientes tuvo que separarse, pero sin antes de mordisquear suave el labio inferior de Aiden.Él gruñó demasiado sexy y ella puso nuevamente la planta de sus pies sobre la tierra soltando un pequ
CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y CUATROEntraron a la casona blanca y de inmediato una señorita, de traje negro de dos piezas y moño apretado en su cabeza, se paró de uno de los escritorios de caoba y les atendió.—Buenas tardes Señor Preston —saludó la ejecutiva de ventas que se llamaba Claudia—. ¿En qué puedo ayudarles?—Mi cuñada ha fallecido —contó él a secas y Emily le apretó la mano—. Necesito contratar sus servicios. —Por favor —pidió Claudia—. Síganme.Ellos se acercaron hasta una de las oficinas de cristal, y Claudia cerró la puerta de vidrio.Los jóvenes tomaron asiento delante del escritorio caoba y la ejecutiva de ventas les ofreció café, pero ambos declinaron la oferta. Luego sacó un catálogo del estante y lo puso sobre el escritorio. Ella se sentó en la silla acolchada y comenzó a mostrarle los distintos cajones de madera, algunos eran de color blanco otros negros y otros tenían diseño.Emily tembló, porque no se sentía preparada, pero debía hacerlo.Ella entre tanto ver, term