CAPÍTULO CIENTO NOVENTACuando Emily vio de quien se trataba, exhaló todo el aire que sus pulmones estaban aguantando. Una sonrisa se extendió por sus labios rojo y deslizó el botón de contestar, que automáticamente en la pantalla apareció una niña de ojos verdes brillante y flequillo negro como la noche. Tenía los labios pintados de rojos, ya que le había sacado el labial a Emily. —¡Mami! ¡Mami! —gritó Ada con voz chillona—. ¿Dónde estás? —hizo un puchero—. Te extaño.Ada le había pedido a su abuela que le marcara a su mamá, ya que la extrañaba mucho. Los niños estaban en la sala de estar siendo supervisados por Marie y Alex.Emily caminó hasta el barandal del malecón, y apoyó su espalda en las barras de metal blanco. Luego levantó su celular a la altura de su cara para que la cámara la enfocara y le sonrió a la inquieta de su hija.—Estoy haciendo trámites —contó dulce—. Pero pronto volveré a la casa, pequeña. Quizás para el almuerzo.Ada frunció el ceño.—¿En el agua? —preguntó d
CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y UNOLa llamada no había sido nada amigable, ya que el encargado del servicio médico legal le había llamado para que retiraran lo antes posible el cuerpo de Daphne Harper, ya que las diligencias encargadas por el tribunal por fin habían terminado.Los informes médicos sobre la causa de su muerte, ya estaban firmados por los médicos forenses (ajenos al hospital) y ahora solo quedaba presentar los documentos al juez como pruebas fehacientes en la audiencia que pronto se iba a realizar.Aiden no tenía idea cuando se iba a realizar aquella audiencia de presentación de pruebas, pero como no era necesaria su comparecencia no le veía mucha importancia, tan solo le causaba una intriga tremenda saber quién era el responsable de semejante crimen macabro, ya que el ensañamiento que habían ejercido contra la hermana de su esposa no tenía explicación alguna, solo que era una crueldad absoluta aquí y en cualquier parte del mundo.Además, Aiden consideraba que la asfixia era
CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y DOSCon esta nueva noticia, tenían un montón de trámites por hacer, que Aiden sin decirle nada a su esposa, manejó el auto en completo silencio hasta llegar al mismo lugar de contratación de servicios funerarios, que una vez tuvo que comprar cuando su abuelo murió.Él ya conocía los precios y la gente que trabajaba ahí, por lo que supuso que pasar por aquella situación tan incómoda y doloroso, no sería un gran problema para él, pero que equivocado estaba.Él se estacionó frente a una casona blanca y Emily volvió a sentir que su vida era un maldito carrusel que tan solo giraba y giraba cada vez más rápido. La punzada en el estómago apareció con más fuerza cuando se bajó del vehículo y estuvo frente a la propiedad que tenía un gran letrero azul en el frontis y que decía: Funerarias “El Cielo”.Se abrazó a su misma y pensó lo paradójico que era, mientras esperaba a su marido que realizaba una llamada de urgencia. Emily estaba apoyada en el capo del Maserati Gris
CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y TRESLos labios cálidos de Emily buscaron la boca de su marido.Aiden le tomó un segundo darse cuenta de lo que ella quería, que al momento de sentir su boca sobre la suya, sus dedos se fueron a la nuca de la chica y empuñaron el cabello azabache de ella, ladeó un poco su cabeza y entreabrió sus labios para recibir la lengua tibia y mojada de Emily.El beso fue lleno de pasión, devastador. Ambos sintieron esa descarga eléctrica que les recorrió la piel, la sangre hirvió y de pronto tanto Aiden como Emily se olvidaron dónde estaban. Solo eran ellos en su estado más puro y salvaje. Ella no quería dejar de besarle, no quería dejar de estar pegada a sus labios, pero Aiden le estaba robando todo el aliento, que por más que luchó y luchó con sus instintos más bajos, a regañadientes tuvo que separarse, pero sin antes de mordisquear suave el labio inferior de Aiden.Él gruñó demasiado sexy y ella puso nuevamente la planta de sus pies sobre la tierra soltando un pequ
CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y CUATROEntraron a la casona blanca y de inmediato una señorita, de traje negro de dos piezas y moño apretado en su cabeza, se paró de uno de los escritorios de caoba y les atendió.—Buenas tardes Señor Preston —saludó la ejecutiva de ventas que se llamaba Claudia—. ¿En qué puedo ayudarles?—Mi cuñada ha fallecido —contó él a secas y Emily le apretó la mano—. Necesito contratar sus servicios. —Por favor —pidió Claudia—. Síganme.Ellos se acercaron hasta una de las oficinas de cristal, y Claudia cerró la puerta de vidrio.Los jóvenes tomaron asiento delante del escritorio caoba y la ejecutiva de ventas les ofreció café, pero ambos declinaron la oferta. Luego sacó un catálogo del estante y lo puso sobre el escritorio. Ella se sentó en la silla acolchada y comenzó a mostrarle los distintos cajones de madera, algunos eran de color blanco otros negros y otros tenían diseño.Emily tembló, porque no se sentía preparada, pero debía hacerlo.Ella entre tanto ver, term
CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y CINCOClaudia le hizo firmar a Emily todos los contratos por existir tanto por la compraventa de los servicios funerarios y de la sepultura, como del arriendo del velatorio. Luego les pidió que la acompañaran a la propiedad contigua de la casona blanca que se ocupaba como sala de venta.La siguiente propiedad que pertenecía a la Funeraria El Cielo, era una sede de fachada blanca y grandes ventanales que llegaban al suelo y que daban una sensación de claridad. Claudia abrió las rejas dobles que también eran de color blanco y luego abrió la puerta que era de madera clara. Esta puerta era ancha y tenía forma redondeada en la parte de arriba. Parecía casi como una casita de cuento infantil.—Por favor pasen —les pidió la ejecutiva de venta, que tanto Emily como Aiden pasaron juntos de la mano a la habitación.Era un cuadrado grande, de paredes blancas y piso de mármol color crema. Los ventanales rectangulares daban vista al mar, al puente y la famosa arquitectura
CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y SEISCuando Emily y Aiden llegaron a retirar el cuerpo de Daphne, Don Octavio, vestido de traje negro y camisa blanca con corbata del mismo color que su chaqueta, estaba fuera de la morgue esperando a los jóvenes.Él se mantenía a un lado de la carroza fúnebre de color blanco, mientras que su ayudante estaba apoyado en el capo y se fumaba un cigarrillo.El día seguía nublado y el viento frío soplaba moviendo las copas de los arboles que estaban alrededor del edificio gris.Aiden estacionó su vehículo por delante de la carroza fúnebre, y Emily fue la primera en bajar, en su mano sostenía una bolsa de papel café con el logo de una tienda prestigiosa, ya que luego de ver el velatorio, Em y Aiden tuvieron que pasar a una tienda para comprarle unas prendas a Daphne. —Buenas tardes Señora Preston —Don Octavio saludó alegre mientras estiraba su mano. Él aun recordaba a la chica, ya que había sido super dulce en acompañar a su marido cuando el Señor Preston murió.
CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y SIETEEl encargado guardó la carpeta en un estante de archivadores y luego les guío por varios pasillos estrechos y opacos, que daban la sensación de estar recorriendo un laberinto un poco sofocante.El lugar era frio, de paredes azul oscuro y tenía un aura tenebrosa, ya que las luces eran bajitas y apenas alumbraban el corredizo, además no poseía la ventilación suficiente, no había ventanas, solo puertas en cada sector de la pared con un número en ellas.Y el silencio era tan fuerte que solo se escuchaban las respiraciones y la zuela de los zapatos de los presentes, que Emily le subió algo por la tráquea, esa sensación de tener ganas de vomitar, pero tan solo era su propia bilis amarga. —¿Estás bien? —susurró Aiden al notar el leve temblor del cuerpo de su esposa. Emily iba de la mano de Aiden, pero la otra mano que ella tenía libre, la había rodeado en el bíceps de él, justo en la parte que, por inercia, estaba enterrando sus uñas largas sobre la camisa de