CAPÍTULO CIENTO DIECIOCHOCuatro horas después, la avioneta aterrizó en uno de los aeropuertos más alejados de Berlín.Emily desabrochó el cinturón de Elian y lo cargo en sus brazos, ya que el pequeño niño se había quedado dormido, nada comparado a su hermana que no se cansaba de hablar ni de asombrarse por todo lo que veía.Aiden le sostuvo la manito a Ada y también se las arregló para llevar las maletas de él y de los niños.—La camioneta nos está esperando —avisó Aiden al mismo tiempo que bajaba la escalera, ella tan solo asintió.Emily tenía un nudo en el estómago, pero no quería demostrar nerviosismo ni debilidad, volver a Australia significaba volver a toparse con sus demonios, pero era algo que estaba decidida a enfrentar.Los cuatro se subieron a una camioneta blanca y Aiden le habló en alemán al chofer dándole algunas indicaciones que Emily entendió a grandes rasgos. Ella frunció el ceño y no pudo cerrar su boca.—Se supone que tenemos que tomar un vuelo a Sídney —recordó con
CAPÍTULO CIENTO DIECINUEVE Emily seguía sentada en el asiento trasero de la camioneta y bufó cansada cuando Elian comenzó a llorar en su regazo. Aiden también lo escuchó que el remordimiento de nuevo estaba ahí presente, calando en lo más profundo de sus huesos. Él tensó cada uno de sus músculos cuando el llanto de uno de los mellizos fue más fuerte, que no pudo seguir caminando hacia la heladería. —¡Papá! —protesó Ada con el ceño fruncido cuando Aiden se giró devuelta hacia la camioneta. —Primero vamos a ver a tu hermano —señaló Aiden un poco afectado, ya que sentía que siempre destruía todo—. Y luego vamos por el helado que quieras. —¿Lo pometes? —cuestionó Ada mientras paseaba sus deditos por la cara a Aiden. —Lo prometo mi pequeña. Ella asintió y volvió apoyar su cabeza en el hombro del joven mientras se abrazaba al cuello de Aiden. Él abrió la puerta de la camioneta y Emily de inmediato le dio una mirada envenenada que casi le hicieron pedir que la tierra se abriera en dos p
CAPÍTULO CIENTO VEINTELuego de comer helados y almorzar en el centro de Berlín, la camioneta se dirigió al aeropuerto de Berlín-Brandeburgo Willy Brandt, ya que de ahí partía el avión que los tendría más de veinte horas en el aire, haciendo una sola escala en Singapur, para luego subirse a otro avión y llegar a su destino final, que era Sídney. El viaje sería agotador, pero Emily se había mentalizado en que todo iba a salir bien, además, aunque a todos le hacía creer que no le importaba mucho volver a sus raíces, igual sentía nervios por la condición de salud de su hermana.Aiden no le había comentado nada con respecto a Daphne, tan solo que estaba en estado de gravedad y necesitaba la autorización de un familiar para que la operaran, pero eso no decía nada.«¿Y si ella moría?» «¡Joder!» pensó Emily «Eso sería un verdadero desastre»Ella dejó de pensar cosas malas y se concentró en observar el aeropuerto en el cual las luces lo iluminaban por completo, ya que estaba anocheciendo. L
CAPÍTULO CIENTO VEINTIUNO—¿Es verdad que mi hermana tuvo un accidente y esta grave en el hospital? ¿Es verdad que debe firmar un familiar y no lo puede hacer Aiden? —preguntó Emily muy nerviosa con el afán de corroborar la versión de su ex marido.Alex tragó saliva y se pasó una de sus manos por la nuca un tanto nervioso. No sabía bien que le había dicho Aiden para convencer de viajar a la que fue su cuñada, pero tampoco quería arruinarlo, que fue cuidadoso con sus palabras.—Si, es verdad —contestó Alex sin ahondar más en el tema, sin embargo, Em no se quedó tranquila con aquella respuesta tan escueta.—¿Seguro Alex? —cuestionó Em cuando noto la voz trémula del chico—. Por favor no me mientas, porque lo estoy arriesgando todo.—¿Vas a volver con Aiden? —indagó Alex antes de confesarlo todo.Emily volvió a levantar su rostro y mirar hacia la dulcería. Se tensó por completo cuando sus ojos oscuros se cruzaron con los ojos verdes brillantes de Aiden. Ella apartó de inmediato su mirada
CAPÍTULO CIENTO VEINTIDÓS—¿Estás ahí? —preguntó Alex al no escuchar ni siquiera la respiración de Emily por el teléfono.Emily se había quedado en un largo silencio pensando todo lo que había trascurrido en su vida. Su mirada oscura estaba perdida en la nada, sin tener un punto fijo, que no se percató de que Aiden, Ada y Elian estaban saliendo de la dulcería. Sin embargo, Ada se adelantó corriendo con su bolsa marrón entre sus brazos hasta donde estaba su mamá. Emily no se dio cuenta cuando la niña se subió a los asientos de la sala de embarque y se acercó a ella caminando por sobre el cuero acolchado para quitarle el teléfono de las manos. Emily se sobresaltó, y Ada se puso el teléfono en la oreja.—¡Hola! ¡Hola! ¿quién es? ¿Abuelita eles tu? —preguntó Ada con voz cantarina, que Emily giró su rostro hacia el lado izquierdo para contemplarla con tanto amor, porque ella simplemente amaba a su hija.Alex se quedó callado, pero sin dejar de sonreír al escuchar aquella voz chillona. Él
CAPÍTULO CIENTO VEINTITRÉSLos niños se habían quedado dormidos y Emily llevaba el cuerpo molido igual que Aiden. El viaje había sido agotador, además del cambio de horario y las horas de sueños acumuladas que ambos tenían, pero no les quedó de otra que cada uno de ellos cargar a los mellizos.Emily sostuvo a Elian y Aiden, detrás de ella, descendió con Ada en brazos por la manga que conectaba el avión con la terminal del aeropuerto. La noche había caído nuevamente cuando atravesaron el pasillo lleno de cristales.La joven madre no podía evitar sentirse nerviosa, que tenia un nudo gigante en el estómago, pero se apresuró a buscar a la persona que se supone que tenia que esperarla en la sala de espera del aeropuerto.Decenas de personas caminaban de un lado a otro, ya que estaba llenísimo de turistas y empresarios. Ella bufó cansada un par de veces, porque tres años había conocido lo que era la tranquilidad de vivir en un pueblo lejos de la civilización, pero ahora volvía a sus raíces;
CAPÍTULO CIENTO VEINTICUATROMarie y Aiden se desafiaron en un duelo de miradas que harían temblar a cualquiera, a excepción de Emily, que ya había tratado con el carácter de ambos; ambos orgullosos, tercos y sin ganas de ceder.A Marie le dolía el rechazo y el juzgamiento de Aiden, y a Aiden le dolía la mentira y traición de Marie. Ambos tenían argumentos que eran válidos, más no oportunos, ya que ahora lo importante era mirar hacia el futuro. —Hijo sé que te omití información, pero también le debía lealtad a Emily. Se lo debía después de todo lo que sucedió al conocer a nuestra familia —dijo Marie con voz firme, tratándose de tragar el nudo que emergía en su garganta.—¿Crees que no sé qué ella es una víctima? ¡Joder! Claro que sé que Em ha sufrido más que nadie, pero ella no era la única que lo pasaba mal. ¿Por qué Marie? —siguió preguntando Aiden lleno de remordimiento y dolor—. ¿Acaso fue Emily que te dijo que no me contaras de los mellizos? ¿Fue ella que te lo pidió? Porque si
CAPÍTULO CIENTO VEINTICINCO—Entiende que no me quiero quedar bajo el mismo techo que tú. ¡Así que abúrrete! —Ella se enojó—. Marie ya me consiguió una habitación en uno de los hoteles Preston, me quedare ahí, luego iré al hospital a firmar aquella autorización y me iré en un par de días. Fin del asunto.Aiden tensó la mandíbula sin dejar de mirar la férrea terquedad de Em y se pasó los dedos por el cabello azabache, frustrado. No sabía que inventar para convencer a la madre de sus hijos, pero no quería que los mellizos se quedaran en un hotel, como si no tuvieran donde pernoctar, como si no tuvieran un lugar propio que fuera de ellos.Aunque Emily no lo sabía, esa casa que había comprado Aiden y que su compra había sido después de conocer la verdad de que los mellizos eran sus hijos, él había decidido comprar el inmueble al nombre de ella. Pensaba pasarle la escritura de compra y venta y el título de dominio, pero sabia que justo ahora no era buen momento para confesar aquello, ya qu