CAPÍTULO CIENTO VEINTIDÓS—¿Estás ahí? —preguntó Alex al no escuchar ni siquiera la respiración de Emily por el teléfono.Emily se había quedado en un largo silencio pensando todo lo que había trascurrido en su vida. Su mirada oscura estaba perdida en la nada, sin tener un punto fijo, que no se percató de que Aiden, Ada y Elian estaban saliendo de la dulcería. Sin embargo, Ada se adelantó corriendo con su bolsa marrón entre sus brazos hasta donde estaba su mamá. Emily no se dio cuenta cuando la niña se subió a los asientos de la sala de embarque y se acercó a ella caminando por sobre el cuero acolchado para quitarle el teléfono de las manos. Emily se sobresaltó, y Ada se puso el teléfono en la oreja.—¡Hola! ¡Hola! ¿quién es? ¿Abuelita eles tu? —preguntó Ada con voz cantarina, que Emily giró su rostro hacia el lado izquierdo para contemplarla con tanto amor, porque ella simplemente amaba a su hija.Alex se quedó callado, pero sin dejar de sonreír al escuchar aquella voz chillona. Él
CAPÍTULO CIENTO VEINTITRÉSLos niños se habían quedado dormidos y Emily llevaba el cuerpo molido igual que Aiden. El viaje había sido agotador, además del cambio de horario y las horas de sueños acumuladas que ambos tenían, pero no les quedó de otra que cada uno de ellos cargar a los mellizos.Emily sostuvo a Elian y Aiden, detrás de ella, descendió con Ada en brazos por la manga que conectaba el avión con la terminal del aeropuerto. La noche había caído nuevamente cuando atravesaron el pasillo lleno de cristales.La joven madre no podía evitar sentirse nerviosa, que tenia un nudo gigante en el estómago, pero se apresuró a buscar a la persona que se supone que tenia que esperarla en la sala de espera del aeropuerto.Decenas de personas caminaban de un lado a otro, ya que estaba llenísimo de turistas y empresarios. Ella bufó cansada un par de veces, porque tres años había conocido lo que era la tranquilidad de vivir en un pueblo lejos de la civilización, pero ahora volvía a sus raíces;
CAPÍTULO CIENTO VEINTICUATROMarie y Aiden se desafiaron en un duelo de miradas que harían temblar a cualquiera, a excepción de Emily, que ya había tratado con el carácter de ambos; ambos orgullosos, tercos y sin ganas de ceder.A Marie le dolía el rechazo y el juzgamiento de Aiden, y a Aiden le dolía la mentira y traición de Marie. Ambos tenían argumentos que eran válidos, más no oportunos, ya que ahora lo importante era mirar hacia el futuro. —Hijo sé que te omití información, pero también le debía lealtad a Emily. Se lo debía después de todo lo que sucedió al conocer a nuestra familia —dijo Marie con voz firme, tratándose de tragar el nudo que emergía en su garganta.—¿Crees que no sé qué ella es una víctima? ¡Joder! Claro que sé que Em ha sufrido más que nadie, pero ella no era la única que lo pasaba mal. ¿Por qué Marie? —siguió preguntando Aiden lleno de remordimiento y dolor—. ¿Acaso fue Emily que te dijo que no me contaras de los mellizos? ¿Fue ella que te lo pidió? Porque si
CAPÍTULO CIENTO VEINTICINCO—Entiende que no me quiero quedar bajo el mismo techo que tú. ¡Así que abúrrete! —Ella se enojó—. Marie ya me consiguió una habitación en uno de los hoteles Preston, me quedare ahí, luego iré al hospital a firmar aquella autorización y me iré en un par de días. Fin del asunto.Aiden tensó la mandíbula sin dejar de mirar la férrea terquedad de Em y se pasó los dedos por el cabello azabache, frustrado. No sabía que inventar para convencer a la madre de sus hijos, pero no quería que los mellizos se quedaran en un hotel, como si no tuvieran donde pernoctar, como si no tuvieran un lugar propio que fuera de ellos.Aunque Emily no lo sabía, esa casa que había comprado Aiden y que su compra había sido después de conocer la verdad de que los mellizos eran sus hijos, él había decidido comprar el inmueble al nombre de ella. Pensaba pasarle la escritura de compra y venta y el título de dominio, pero sabia que justo ahora no era buen momento para confesar aquello, ya qu
CAPÍTULO CIENTO VEINTISÉISLuego de salir del aeropuerto, los cinco se subieron a la camioneta negra que tenía asientos para siete personas y que fue manejada por uno de los tantos choferes de Aiden.Los niños habían despertado, que Ada no dejaba de contarle a Marie todos los dulces que se había comido, en tanto Elian iba abrazado al torso de su mamá en completo silencio. Sin embargo, Emily iba distraída mirando por la ventana y recordando parte de su pasado. Por las calles iban uno que otro vehiculó que iluminaba la solitaria carretera. Primero pasaron por los altos edificios, en el cual uno de ellos había sido su hogar.El lugar más seguro que tuvo hasta que Aiden con Daphne lo arruinaron.Ella apretó los dientes y giró el rostro hacia el lado contrario, en donde el mar rugía con fuerza. No sabía porque, pero ella insistía en sentirse mal por aquella traición, era como si no pudiera olvidarlo, aunque lo intentaba.Emily todos los días intentaba ser feliz, al mismo tiempo que inten
CAPÍTULO CIENTO VEINTISIETEEn tanto, Emily cuando se bajó del vehículo y estuvo frente a la casa de lujo, no pudo evitar preguntarse si la casa de Daphne era igual, que por un breve instante se sintió como si ella fuera la otra, la intrusa que venía a romper algo que ya estaba roto, pero no dijo nada, sino que selló sus labios tragándose cada uno de los malestares que le provocaba pisar la ciudad de Sídney.Aiden se detuvo en la entrada de la puerta y la miró por sobre el hombro a Emily. Notó en ella aquella incomodidad que se reflejaba en sus facciones delicadas, pero sabía que no tenía ningún derecho a preguntarle que le pasaba, porque si lo hacía, él recibiría solo indiferencia por parte de Emily.—¿No vendrás? —optó por decir Aiden alzando una de sus cejas.—¡Si mami! —chilló Ada emocionada, que seguía en los brazos de su papá—. ¡Ven con nosotos!Emily tragó saliva, y Elian que estaba al lado de su madre, miró todo con atención, hasta que algo nubló su razón emocionándolo.El peq
CAPÍTULO CIENTO VEINTIOCHOEmily se quedó en la entrada del camino, quieta, observando hacia la puerta, en donde Aiden y los mellizos habían desaparecido. Se tocó el pecho para disipar esa sensación molesta que tenía y respiró hondo tratando de calmar los nervios que nacían en el centro de su vientre.Marie que se había quedado al lado de la camioneta negra se acercó a ella por las espaldas y puso su mano sobre el hombro de la joven.—Esto es lo que tenía que pasar ¿no?—Si, lo sé —susurró Emily con pesar—. Pero no estoy preparada… aun no, Marie.—Pero al parecer ellos si… Ellos son sus hijos Em, sangre de su sangre —dijo Marie con la intención de hacerle entender a Em, sobre aquel vinculo que Aiden no estaba dispuesto a romper—. Vas a tener que tratar con él toda la vida cuando se trate del bienestar y las decisiones que respectan a los mellizos y más si Aiden quiere con todas sus fuerzas ser parte de su crianza y de su crecimiento.—¿Y crees que sepa criarlos bien? ¿Crees que va a s
CAPÍTULO CIENTO VEINTINUEVELa madre de Aiden entró y Emily le siguió detrás a pasos perezosos.Cuando cruzó por la puerta, su primera impresión la dejó un tanto confundida, ya que las paredes de la casa eran totalmente blancas y el piso era de color marfil. Todo lucia impecable y con un brillo que incluso sentía que le encandilaba los ojos. Por un breve instante pensó en un lienzo blanco en el cual le pedía a gritos ser pintado lleno de colores, como si supiera que necesitaba reescribir su historia. Siguió su recorrido por el pasillo y un gran espejo con bordes dorados estaba pegado en la pared, que se quedó quieta observando su reflejo. Se vio una mujer agotada por el viaje. Sus ojos estaban decaídos, su piel más pálida de lo normal y le dolía cada uno de sus huesos, que por un segundo pensó que podía tener las defensas bajas, y que el estrés y las preocupaciones que tenía a diario, la enfermaría llevándola a la cama.Torció los labios y se peinó el cabello con sus dedos al ver su