CAPÍTULO CIENTO VEINTISÉISLuego de salir del aeropuerto, los cinco se subieron a la camioneta negra que tenía asientos para siete personas y que fue manejada por uno de los tantos choferes de Aiden.Los niños habían despertado, que Ada no dejaba de contarle a Marie todos los dulces que se había comido, en tanto Elian iba abrazado al torso de su mamá en completo silencio. Sin embargo, Emily iba distraída mirando por la ventana y recordando parte de su pasado. Por las calles iban uno que otro vehiculó que iluminaba la solitaria carretera. Primero pasaron por los altos edificios, en el cual uno de ellos había sido su hogar.El lugar más seguro que tuvo hasta que Aiden con Daphne lo arruinaron.Ella apretó los dientes y giró el rostro hacia el lado contrario, en donde el mar rugía con fuerza. No sabía porque, pero ella insistía en sentirse mal por aquella traición, era como si no pudiera olvidarlo, aunque lo intentaba.Emily todos los días intentaba ser feliz, al mismo tiempo que inten
CAPÍTULO CIENTO VEINTISIETEEn tanto, Emily cuando se bajó del vehículo y estuvo frente a la casa de lujo, no pudo evitar preguntarse si la casa de Daphne era igual, que por un breve instante se sintió como si ella fuera la otra, la intrusa que venía a romper algo que ya estaba roto, pero no dijo nada, sino que selló sus labios tragándose cada uno de los malestares que le provocaba pisar la ciudad de Sídney.Aiden se detuvo en la entrada de la puerta y la miró por sobre el hombro a Emily. Notó en ella aquella incomodidad que se reflejaba en sus facciones delicadas, pero sabía que no tenía ningún derecho a preguntarle que le pasaba, porque si lo hacía, él recibiría solo indiferencia por parte de Emily.—¿No vendrás? —optó por decir Aiden alzando una de sus cejas.—¡Si mami! —chilló Ada emocionada, que seguía en los brazos de su papá—. ¡Ven con nosotos!Emily tragó saliva, y Elian que estaba al lado de su madre, miró todo con atención, hasta que algo nubló su razón emocionándolo.El peq
CAPÍTULO CIENTO VEINTIOCHOEmily se quedó en la entrada del camino, quieta, observando hacia la puerta, en donde Aiden y los mellizos habían desaparecido. Se tocó el pecho para disipar esa sensación molesta que tenía y respiró hondo tratando de calmar los nervios que nacían en el centro de su vientre.Marie que se había quedado al lado de la camioneta negra se acercó a ella por las espaldas y puso su mano sobre el hombro de la joven.—Esto es lo que tenía que pasar ¿no?—Si, lo sé —susurró Emily con pesar—. Pero no estoy preparada… aun no, Marie.—Pero al parecer ellos si… Ellos son sus hijos Em, sangre de su sangre —dijo Marie con la intención de hacerle entender a Em, sobre aquel vinculo que Aiden no estaba dispuesto a romper—. Vas a tener que tratar con él toda la vida cuando se trate del bienestar y las decisiones que respectan a los mellizos y más si Aiden quiere con todas sus fuerzas ser parte de su crianza y de su crecimiento.—¿Y crees que sepa criarlos bien? ¿Crees que va a s
CAPÍTULO CIENTO VEINTINUEVELa madre de Aiden entró y Emily le siguió detrás a pasos perezosos.Cuando cruzó por la puerta, su primera impresión la dejó un tanto confundida, ya que las paredes de la casa eran totalmente blancas y el piso era de color marfil. Todo lucia impecable y con un brillo que incluso sentía que le encandilaba los ojos. Por un breve instante pensó en un lienzo blanco en el cual le pedía a gritos ser pintado lleno de colores, como si supiera que necesitaba reescribir su historia. Siguió su recorrido por el pasillo y un gran espejo con bordes dorados estaba pegado en la pared, que se quedó quieta observando su reflejo. Se vio una mujer agotada por el viaje. Sus ojos estaban decaídos, su piel más pálida de lo normal y le dolía cada uno de sus huesos, que por un segundo pensó que podía tener las defensas bajas, y que el estrés y las preocupaciones que tenía a diario, la enfermaría llevándola a la cama.Torció los labios y se peinó el cabello con sus dedos al ver su
CAPÍTULO CIENTO TREINTALa cena trascurrió en completo silencio por parte de los adultos, sin embargo, los mellizos estaban más habladores de lo normal ya que estaban emocionados por la promesa que le había hecho Aiden. Emily terminó de comer las verduras salteadas con el filete y la empleada llegó con el postre, que los mellizos volvieron a emocionarse ya que les habían preparado panqueques con manjar y helado.Emily hizo una mueca, ya que podían enfermarse por comer helado en la noche, pero no dijo nada. Ella no quería quitarle esas sonrisas hermosas que tenían en sus rostros regordetes, tan solo dejó el tenedor en el plato y negó con la cabeza cuando la empleada le sirvió el postre.—¿No quieres mami? —preguntó Elian que estaba sentado en la mesa del comedor al lado de su mama y se metió una cucharada de helado a la boca—. Mmm… Esta rico —Él hablo con la boca llena, que Em le acaricio la oreja—. Come un poco —pidió Elian sacando otra cuchara de helado de chocolate y llevándola a
CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y UNOEn la mesa solo quedaron los cuatro, ya que Marie Cox se había levantado para irse al jardín y fumarse un cigarrillo. La pobre mujer estaba harta y cansada de estar en ese ambiente que la ponía con los nervios de punta, ya que se notaba a leguas que la relación de Emily y Aiden se estiraba peor que un elástico, en el cual uno de los dos iba a soltar e iba a golpear la cara al otro.Aun no sabía cuál de las dos cabezas duras y tercas iba a ganar esta pelea, ya que Emily insistía en guardar distancia de sus sentimientos y de sus deseos, contrario a Aiden que insistía en acercarse cada vez más a la que fue su mujer.Marie sacó el encendedor y el fuego se extendió. Prendió el cigarrillo y luego lo inhaló llenando su boca y pulmones de aquel humo blanco, espeso y tóxico que le calmaba los nervios y luego exhaló. Sacó su celular de la cartera y llamó a su marido para darle las nuevas noticias, que sus nietos estaban pisando Australia.Por otro lado, Emily, en l
CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y DOSEmily arrastró su maleta para subir a la segunda planta de la casa. Cada escalón que daba, era una nueva sensación que tenía en medio de su pecho. Sentimientos confusos que no sabía cómo descifrar. El lugar seguía siendo demasiado blanco para su gusto, pero no pudo evitar merodear cada habitación.Lo primero que vio fue una gran sala de estar que daba a un balcón. El balcón era de vidrio templado. Ella se mordió los labios y dejó la maleta sobre el piso de marfil al lado de los sillones de cuero blanco y caminó hasta el ventanal grande que estaba abierto. Las cortinas se movían gracias al viento y ella pudo sentir aquella sensación fría en su rostro. Cruzó el umbral y vio a sus hijos revoloteando alrededor del Maserati Gris.Aiden había puesto música electrónica y había prendido las luces del vehículo. Ada estaba sentada sobre el capo con la vigilancia de su papá y Elian estaba sentado en el asiento del piloto con las manos sobre el volante y la puerta ab
CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y TRESEmily se quedó quieta, mientras sacaba el celular de su bolsillo trasero de su vaquero negro y cuando leyó la pantalla, un nuevo escalofrió recorrió su espalda al ver de quien se trataba.El celular volvió a sonar y esta vez sí contestó, ya que también le daba curiosidad saber porque él la llamaba.—¿Alex? —dijo algo nerviosa.—Em ¿Ya estás aquí? —preguntó Alex agitado desde el hospital, ya que el menor de los Preston lo habían llamado de la institución para ver el caso de Daphne.Emily se mordió el labio inferior al escuchar su voz ronca un tanto preocupado.—Acabo de llegar hace unas pocas horas —contestó ella y a la vez escuchó ruido desde el otro lado de la línea—. ¿Tu dónde estás? Alex suspiró con pesadez y se tocó la nuca, mientras que con la otra mano seguía con el celular en la oreja. Él estaba en la sala de espera del hospital, y aunque Emily aun no lo sabía, ella más nerviosa se puso al sentir esa pequeña pausa por parte de él.Emily temía es