CAPÍTULO CIENTO VEINTELuego de comer helados y almorzar en el centro de Berlín, la camioneta se dirigió al aeropuerto de Berlín-Brandeburgo Willy Brandt, ya que de ahí partía el avión que los tendría más de veinte horas en el aire, haciendo una sola escala en Singapur, para luego subirse a otro avión y llegar a su destino final, que era Sídney. El viaje sería agotador, pero Emily se había mentalizado en que todo iba a salir bien, además, aunque a todos le hacía creer que no le importaba mucho volver a sus raíces, igual sentía nervios por la condición de salud de su hermana.Aiden no le había comentado nada con respecto a Daphne, tan solo que estaba en estado de gravedad y necesitaba la autorización de un familiar para que la operaran, pero eso no decía nada.«¿Y si ella moría?» «¡Joder!» pensó Emily «Eso sería un verdadero desastre»Ella dejó de pensar cosas malas y se concentró en observar el aeropuerto en el cual las luces lo iluminaban por completo, ya que estaba anocheciendo. L
CAPÍTULO CIENTO VEINTIUNO—¿Es verdad que mi hermana tuvo un accidente y esta grave en el hospital? ¿Es verdad que debe firmar un familiar y no lo puede hacer Aiden? —preguntó Emily muy nerviosa con el afán de corroborar la versión de su ex marido.Alex tragó saliva y se pasó una de sus manos por la nuca un tanto nervioso. No sabía bien que le había dicho Aiden para convencer de viajar a la que fue su cuñada, pero tampoco quería arruinarlo, que fue cuidadoso con sus palabras.—Si, es verdad —contestó Alex sin ahondar más en el tema, sin embargo, Em no se quedó tranquila con aquella respuesta tan escueta.—¿Seguro Alex? —cuestionó Em cuando noto la voz trémula del chico—. Por favor no me mientas, porque lo estoy arriesgando todo.—¿Vas a volver con Aiden? —indagó Alex antes de confesarlo todo.Emily volvió a levantar su rostro y mirar hacia la dulcería. Se tensó por completo cuando sus ojos oscuros se cruzaron con los ojos verdes brillantes de Aiden. Ella apartó de inmediato su mirada
CAPÍTULO CIENTO VEINTIDÓS—¿Estás ahí? —preguntó Alex al no escuchar ni siquiera la respiración de Emily por el teléfono.Emily se había quedado en un largo silencio pensando todo lo que había trascurrido en su vida. Su mirada oscura estaba perdida en la nada, sin tener un punto fijo, que no se percató de que Aiden, Ada y Elian estaban saliendo de la dulcería. Sin embargo, Ada se adelantó corriendo con su bolsa marrón entre sus brazos hasta donde estaba su mamá. Emily no se dio cuenta cuando la niña se subió a los asientos de la sala de embarque y se acercó a ella caminando por sobre el cuero acolchado para quitarle el teléfono de las manos. Emily se sobresaltó, y Ada se puso el teléfono en la oreja.—¡Hola! ¡Hola! ¿quién es? ¿Abuelita eles tu? —preguntó Ada con voz cantarina, que Emily giró su rostro hacia el lado izquierdo para contemplarla con tanto amor, porque ella simplemente amaba a su hija.Alex se quedó callado, pero sin dejar de sonreír al escuchar aquella voz chillona. Él
CAPÍTULO CIENTO VEINTITRÉSLos niños se habían quedado dormidos y Emily llevaba el cuerpo molido igual que Aiden. El viaje había sido agotador, además del cambio de horario y las horas de sueños acumuladas que ambos tenían, pero no les quedó de otra que cada uno de ellos cargar a los mellizos.Emily sostuvo a Elian y Aiden, detrás de ella, descendió con Ada en brazos por la manga que conectaba el avión con la terminal del aeropuerto. La noche había caído nuevamente cuando atravesaron el pasillo lleno de cristales.La joven madre no podía evitar sentirse nerviosa, que tenia un nudo gigante en el estómago, pero se apresuró a buscar a la persona que se supone que tenia que esperarla en la sala de espera del aeropuerto.Decenas de personas caminaban de un lado a otro, ya que estaba llenísimo de turistas y empresarios. Ella bufó cansada un par de veces, porque tres años había conocido lo que era la tranquilidad de vivir en un pueblo lejos de la civilización, pero ahora volvía a sus raíces;
CAPÍTULO CIENTO VEINTICUATROMarie y Aiden se desafiaron en un duelo de miradas que harían temblar a cualquiera, a excepción de Emily, que ya había tratado con el carácter de ambos; ambos orgullosos, tercos y sin ganas de ceder.A Marie le dolía el rechazo y el juzgamiento de Aiden, y a Aiden le dolía la mentira y traición de Marie. Ambos tenían argumentos que eran válidos, más no oportunos, ya que ahora lo importante era mirar hacia el futuro. —Hijo sé que te omití información, pero también le debía lealtad a Emily. Se lo debía después de todo lo que sucedió al conocer a nuestra familia —dijo Marie con voz firme, tratándose de tragar el nudo que emergía en su garganta.—¿Crees que no sé qué ella es una víctima? ¡Joder! Claro que sé que Em ha sufrido más que nadie, pero ella no era la única que lo pasaba mal. ¿Por qué Marie? —siguió preguntando Aiden lleno de remordimiento y dolor—. ¿Acaso fue Emily que te dijo que no me contaras de los mellizos? ¿Fue ella que te lo pidió? Porque si
CAPÍTULO CIENTO VEINTICINCO—Entiende que no me quiero quedar bajo el mismo techo que tú. ¡Así que abúrrete! —Ella se enojó—. Marie ya me consiguió una habitación en uno de los hoteles Preston, me quedare ahí, luego iré al hospital a firmar aquella autorización y me iré en un par de días. Fin del asunto.Aiden tensó la mandíbula sin dejar de mirar la férrea terquedad de Em y se pasó los dedos por el cabello azabache, frustrado. No sabía que inventar para convencer a la madre de sus hijos, pero no quería que los mellizos se quedaran en un hotel, como si no tuvieran donde pernoctar, como si no tuvieran un lugar propio que fuera de ellos.Aunque Emily no lo sabía, esa casa que había comprado Aiden y que su compra había sido después de conocer la verdad de que los mellizos eran sus hijos, él había decidido comprar el inmueble al nombre de ella. Pensaba pasarle la escritura de compra y venta y el título de dominio, pero sabia que justo ahora no era buen momento para confesar aquello, ya qu
CAPÍTULO CIENTO VEINTISÉISLuego de salir del aeropuerto, los cinco se subieron a la camioneta negra que tenía asientos para siete personas y que fue manejada por uno de los tantos choferes de Aiden.Los niños habían despertado, que Ada no dejaba de contarle a Marie todos los dulces que se había comido, en tanto Elian iba abrazado al torso de su mamá en completo silencio. Sin embargo, Emily iba distraída mirando por la ventana y recordando parte de su pasado. Por las calles iban uno que otro vehiculó que iluminaba la solitaria carretera. Primero pasaron por los altos edificios, en el cual uno de ellos había sido su hogar.El lugar más seguro que tuvo hasta que Aiden con Daphne lo arruinaron.Ella apretó los dientes y giró el rostro hacia el lado contrario, en donde el mar rugía con fuerza. No sabía porque, pero ella insistía en sentirse mal por aquella traición, era como si no pudiera olvidarlo, aunque lo intentaba.Emily todos los días intentaba ser feliz, al mismo tiempo que inten
CAPÍTULO CIENTO VEINTISIETEEn tanto, Emily cuando se bajó del vehículo y estuvo frente a la casa de lujo, no pudo evitar preguntarse si la casa de Daphne era igual, que por un breve instante se sintió como si ella fuera la otra, la intrusa que venía a romper algo que ya estaba roto, pero no dijo nada, sino que selló sus labios tragándose cada uno de los malestares que le provocaba pisar la ciudad de Sídney.Aiden se detuvo en la entrada de la puerta y la miró por sobre el hombro a Emily. Notó en ella aquella incomodidad que se reflejaba en sus facciones delicadas, pero sabía que no tenía ningún derecho a preguntarle que le pasaba, porque si lo hacía, él recibiría solo indiferencia por parte de Emily.—¿No vendrás? —optó por decir Aiden alzando una de sus cejas.—¡Si mami! —chilló Ada emocionada, que seguía en los brazos de su papá—. ¡Ven con nosotos!Emily tragó saliva, y Elian que estaba al lado de su madre, miró todo con atención, hasta que algo nubló su razón emocionándolo.El peq