CAPÍTULO CIENTO CUARENTA Y SIETE Emily junto con el médico caminaron por los largos y angostos pasillos blancos hasta llegar a la estación de enfermería. El Dr. Bulley le pidió a una de las enfermeras, que estaba de turno, que le entregara los insumos correspondientes para poder ingresar a la sala en donde estaba su hermana. —Ella es la enfermera Rinaldi y será quien le guiará hasta la sala en donde tenemos a la paciente. Recuerde que solo puede estar máximo diez minutos —avisó el Dr. Bulley—. Luego diríjase a mi consulta para firmar la autorización. Emily afirmó con un leve movimiento de cabeza. —Gracias Doctor —dijo la joven tratando de no entrar en pánico. —Por favor sígame Sra. Harper —anunció la enfermera. A Emily la situación la abrumaba, el silencio la ponía aún más nerviosa y el olor a anestesia que se filtraba por su nariz la mareaba. Sentía un nudo en el estómago al pensar que todo estaba en contra. La enfermera Rinaldi la volvió a guiar a otra sala en donde tenía los i
CAPÍTULO CIENTO CUARENTA Y OCHO —Hemos llegado —avisó la enfermera deslizando la puerta—. Estaré aquí esperándote. Para lo que necesites, estoy aquí. —Muchas gracias enfermera Rinaldi —susurró la joven que no dejaba de tener un nudo en el estómago, ya que enfrentarse a Daphne nunca había sido fácil, ni mucho menos ahora cuando vería a una Daphne completamente distinta, ya no estaría aquella mujer altiva y soberbia que alguna vez fue, si no que estaba segura que vería la parte más vulnerable de su hermana. Además, recordar la forma tan mala en que la humillaba, le dolía, pero sentía que tenía que soltar aquel rencor que estaba alojado en el fondo de su corazón. Por eso, Emily dio un paso firme dentro de la sala en la cual estaba su hermana, pero se sobresaltó cuando escuchó la puerta ser cerrada, miró sobre su hombro hacia atrás y le faltó un poco el aire al sentirse acorralada entre sus pensamientos y el silencio, ya que la enfermera Rinaldi la había dejado encerrada. Sabía que el
CAPÍTULO CIENTO CUARENTA Y NUEVE La enfermera Rinaldi le comentó los nuevos signos que había presentado la paciente Daphne Harper, pero el Dr. Bulley insistió en que solo era producto de la inflamación que tenía en su cerebro. Él le explicó a Emily científicamente lo que sucedió en sus conexiones nerviosas y como actuó el cuerpo de su hermana frente a esos estímulos. Emily estuvo de acuerdo con la explicación, ya que a sus oídos todo coincidía, pero dentro de sí, muy en lo profundo de su alma, también creía que Daphne le había escuchado, por eso su cuerpo reaccionó de esa forma. Aunque ella no sabía si era bueno o malo. Pensó que quizás Daphne la seguía odiando y lo único que quería era que Emily se fuera de ahí, saliera de esa sala y la dejara morir en su soledad, sin su presencia, sin escuchar su horrible voz, sin sentirla, por eso pensó que la mayor de las Harper reaccionó así, como si fuera una especie de alerta o quizás de verdad Daphne se arrepentía de todo lo que le había hec
CAPÍTULO CIENTO CINCUENTA Cuando Emily llegó al lado del vehículo de último modelo de Aiden, ella se apoyó en la elegante carrocería gris y marcó el número de su amiga con dedos temblorosos. Adele que estaba trabajando en la isla, porque allá era de día, deslizó su celular de la chaqueta de seguridad y contestó de inmediato al leer en la pantalla de su celular, el nombre de su mejor amiga. —¡Muchachos sigan así! ¡Vuelvo en un par de minutos! —Ella gritó hacia los trabajadores que tenía a cargo y luego puso su teléfono en la oreja—. ¿Amiga? —preguntó mientras se alejaba del ruido que hacían las maquinarias que trasladaban la mercancía—. ¿Está todo bien? Adele entró al baño de damas, esperando que Emily hablara, pero supo de inmediato que el largo silencio que hizo su amiga, era signo de que nada estaba bien. —Adele —dijo Emily y se tapó la boca para tratar de aguatar aquel sollozo que le ardía en lo más profundo de su garganta. Adele escuchó su llanto y maldijo en voz alta. —¡Jod
CAPÍTULO CIENTO CINCUENTA Y UNO Emily, después de conversar con su mejor amiga, volvió a la sala de espera del hospital central de Sídney. El haberse desahogado con su amiga fue una gota de alivio y tranquilidad en medio de un mar lleno de incertidumbre que la agobiaba y a la vez la cansaba. Ella no sabía porque, pero los últimos días habían sido como si un tsunami enorme y destructivo la arrasara. Adele, al otro lado del mundo, quedó demasiado preocupada, que estaba tentada a renunciar a la empresa de Aiden, solo para darse el gusto de viajar, de poder apoyar a su amiga y de verle la cara a su nuevo jefe, pero supuso que Emily no le gustaría la idea, además sentía que ella aun podía sola. Adele confiaba que su mejor amiga era el símbolo de la resiliencia, por eso siguió trabajando en lo suyo, produciendo para el que ahora era su actual jefe malhumorado que le había prohibido y frenado de tomarse unas vacaciones más largas, como a ella le hubiera gustado, sin embargo, tampoco pod
CAPÍTULO CIENTO CINCUENTA Y DOS Emily y Alex siguieron conversando y riendo juntos, tratando ambos de pasar el trago amargo que tenían en la punta de su lengua al estar en un hospital. A ninguno de los dos le gustaba ese ambiente tan fúnebre y deprimente que se tejía a su alrededor. Las luces artificiales les encandilaban la mirada y el olor a anestesia y medicamentos les comenzaba a dar náuseas, pero aguantaban, Emily por apoyar a Daphne y Alex por darle ánimo a su cuñada favorita y a la única que tenía, y a la que había extrañado un montón. Por otro lado, Aiden había ido a la cafetería. El joven empresario cuando llegó, la cafetería no estaba tan concurrida; tan solo había una que otra persona sentada en distintas mesas tomándose un café. La televisión, en la cual mostraban las noticias de la madrugada, colgada en una de las paredes blancas, amortiguaba el silencio del lugar. Él no tomó asunto de quien lo observaba, si no que se fue directo al mesón a pedir un café negro, un caf
CAPÍTULO CIENTO CINCUENTA Y TRES Emily no dejaba de morderse las uñas. Su pierna derecha se movía inquietamente y no podía concentrarse con el ruido de la televisión, que era lo único que se escuchaba en la sala de espera. Aiden y Alex se estaban demorando mucho, por lo que pensó en ir en su búsqueda, pero justo cuando ella no aguanto más y se puso de pie, vio a los hermanos Preston doblar por el pasillo. Dio un suspiro largo y se volvió a sentar. Cuando Aiden llegó a su lado, Emily de inmediato arrugó las cejas. —¿A dónde fuiste? —lo increpó con un tono de voz ácido. Aiden se puso al frente de su esposa y se inclinó con actitud dulzona. Luego le movió un mecho de su cabello y se lo puso detrás de su oreja. —¿Estabas preocupada por mí, pequeña rosa? —Si —contestó Emily sin ocultar sus sentimientos, pero ese enojo y nerviosismo que tenía en su vientre, luego cambio a un sentimiento inexplicable de compasión y ternura—. ¿Qué sucedió? Aiden se irguió nuevamente y frunció sus ceja
Emily le había pegado una bofetada al hombre que ya no reconocía. Al hombre que le hizo daño y al hombre que ahora se desquitaba con un alma inocente. Ya había perdido la cuenta de las bofetadas que le habían dado, pero sentía que cada una de ellas se las merecía.—Es mi familia y es tuya —le recordó dolida—. Porque este niño es vivo retrato de Lucca.Aiden apreto los labios en una línea fina. El sabia que Nate era hijo de Lucca. Lo sabia por aquella prueba de paternidad que hizo y porque su Em tenia razón, eran dos gotas de agua, y por eso lo odiaba. Era el vivo retrato de su enemigo y tambien el vivo retrato del abusador de Em.Como poria siquiera tolerarlo. Y como Emily podía defenderlo.—Me importa una mierda de donde salió ese crio, tu no deberías querer una familia que te destruyo—Y que te incluye a ti —espeto Emily y Aiden trago saliva—. Estoy tan decepcionada de ti. ¿Qué fue lo que sucedió para que cambiaras tanto?—Te fuiste y me abandonaste.