Luciano había vuelto al país a mediados de agosto, cuando comenzaron las lluvias de fin de año.
Emely lo supo porque Ian volvió a hacer revuelo sobre su llegada. Era un hombre raro, de esos que olvidan el pasado con el paso de los años y hace como si nada hubiese ocurrido. Aunque, ella misma se había olvidado de esas conversaciones ingenuas que tuvo con él sobre el futuro y el amor verdadero.
Para ese tiempo, Emely solo sabía pensar en que el grupo Walton había comprado la agencia de publicidad, así que ahora era su jefe. Era como una broma de la vida, porque él en el pasado le dijo que deseaba que trabajaran juntos y ahora era una realidad.
Tenía una reunión a primera hora de la mañana, donde se reuniría toda la junta directiva y debería ver a Luciano después de tantos años.
Así que se vistió bastante formal y decidi
Las chicas llegaron a la entrada de la sala de reuniones y vieron que los empleados ya estaban entrando y algunos hablando entre ellos.Vieron que un grupo de hombres comenzaron a acercarse desde el pasillo que conducía a los ascensores. El administrador los acompañaba y hablaba con uno de ellos.Emely los observó con detenimiento e impresión. Luciano era el hombre con el que el administrador hablaba.Y entonces, Luciano logró verla y desplegó una gran sonrisa entusiasmada, botando aquella seriedad que estaba cargando segundos atrás.—¡Emy! —soltó.El grupo de ejecutivos con los que venía Luciano buscaron con la mirada a la chica. Los compañeros de trabajo de Emely voltearon a verla. Y ella, bueno, ella… sintió que su corazón palpitó con tanta emoción y alegría como por años no lo hacía.—Luciano —saludó y mostró una sonrisa temblorosa en el rostro.El hombre caminó a pasos apresurados hasta ella y la rodeó con un gran abrazo.—¡Cómo estás de grande, Emy! —dijo entre una risa de emoci
La señora Rebeca de Walton era una mujer bajita, con porte de esas mujeres que saben que tienen el poder.Al principio, cuando le presentaron a Emely a la señora, sintió que le intimidaba, sin embargo, después que las dos se sentaron a la mesa y conversaron un poco, notó que era una mujer seria, pero con mucha humildad.Le sorprendió cuando ella la llamaba por su nombre con muchísima naturalidad, como si estuviera acostumbrada a decir su nombre.—Ian nunca había durado tantos años con una mujer —le comentó la señora Rebeca—. Debes hacer que se case contigo pronto.Emely sonrió con amabilidad, pero los ojos miel de la señora, llenos de arrugas, la inspeccionaron.—¿No te quieres casar con él? —indagó.La joven se sorprendió por aquella pregunta.—Bueno… siento que estoy bastante joven para casarme —respondió.Rebeca desplegó una sonrisa de satisfacción.—Claro, te sientes joven, trabajando y sintiéndote independiente. Estás en un momento de tu vida donde solo piensas en ser libre y cum
Deseaba preguntarle a Luciano si quería acompañarla a la habitación, pero le daba temor que se negara y pasara una gran vergüenza, así que se limitó a sonreír y después se alejó al interior de la cabaña, para poder subir por las escaleras a la segunda planta.Al llegar a la segunda planta, entró a la habitación principal, cerró la puerta con seguro y caminó por la habitación, sintiendo una desilusión por no haberse arriesgado a preguntarle a Luciano si la acompañaba.Por Dios, Emely, habría sido una locura —pensó—. ¿Cómo se te ocurre ser tan lanzada?Lo que Emely no imaginaba era que Luciano también estaba en ese momento pensando en que estaba dejando pasar una gran oportunidad.Estaba ahí, en el pasillo, observando su copa de vino, pensando qué probabilidades había en poder subir, tocar a la puerta y comerse a besos a Emely. Ella le había dicho que estaría sola en el cuarto, que nadie iba a molestarla y mucho menos Ian la buscaría en todas esas horas.Prefirió correr el riesgo y se a
Los gemidos de Emely eran música para sus oídos: escuchar cómo le encantaba que su lengua jugara en su vulva. Ella se retorcía de placer y masajeaba sus dedos en su cabello y lo llamaba por su nombre.Estaba completamente desnuda, dejando que Luciano por fin pudiera ver sus fantasías hechas realidad.Emely se sentía bastante excitada y lo demostraba por sus gemidos y cómo retorcía su cuerpo.Luciano se deslizó por la cama, quedando encima de la joven, hizo que abriera las piernas para poder masajear su miembro en su vagina.—He deseado esto por años —le susurró al oído—. Lo he fantaseado muchas veces.—Yo también —jadeó Emely.Lentamente, se introdujo dentro de ella. Al principio, Emely cerró los ojos y soltó un pequeño grito de dolor, después, cuando ya todo estuvo dentro de ella,
Emely abrió sus ojos después de soltar un suspiro y observó la cama vacía cubierta con las sábanas blancas llenas de arrugas. El sol se colaba por la ventana, dejando caer uno de sus rayos cerca de Emely.La joven llevó una de sus manos hasta el rayo de sol, palpó con sus delgados dedos la sábana; el calor del rayo de sol rosaba su piel, pero estaba el frío del ambiente artificial creado por el aire acondicionado.Muy al fondo sus oídos pudieron escuchar el ligero sonido del agua proveniente del baño. Aún le costaba procesar que Luciano le había besado hasta el fondo más recóndito de su cuerpo.Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro. Luciano... ese musculoso y sexi hombre, cómo la llenaba de vida, la hacía fantasear desde lo más profundo de su subconsciente. ¿Qué más podía pedirle a la vida? Era
Se había acabado la velada, la mayoría de los invitados se marcharon y solo quedaron en la cabaña Emely, Ian, Luciano y la señora Rebeca.Curiosamente, Ian nunca notó que Emely se había perdido por varias horas porque estuvo hablando animosamente con varios de sus amigos y esposas. Aquel grupo fue el último en marcharse de la cabaña, porque estuvieron planeando un paseo a la hacienda de uno de ellos para pasar el siguiente fin de semana, hablaban de hacer una fiesta “como antes” y relataban historias de fiestas de su adolescencia.Con una conversación como aquella, Ian se olvidó de Emely y Luciano por muchísimas horas. No fue hasta que ella se acercó a él, para pedirle que la acompañara a despedir a los invitados que el hombre se levantó a regañadientes de su puesto.Pasadas unas dos horas más, el grupo de amigos más cercanos
Emely se recostó en la cama, observando fijamente a Ian con aquel rostro serio que le anunciaba una discusión.—Ian, estoy cansada, voy a dormir —pidió ella.—No, yo no voy a dormir hasta que aclaremos esto —soltó él con amargura—. Hace un momento me preguntaste, ¿hasta cuándo haremos esto? Ahora soy yo quien te lo pregunto. Emely, llevamos seis años en esta relación y hace mucho que se ha ido al fiasco y a ti se te nota que no te importa en lo absoluto.Emely soltó un jadeo al no poder creer lo que escuchaba.—Ah, ahora yo soy la que ha mandado esta relación al carajo —aleteó las manos, impotente por la discusión.—¡Sí, claro que es así! He intentado de las mil formas arreglar las cosas y a ti te parece que todo lo que yo hago, te fastidia.—¡No, pues, gracias por esa dedi
Uff… qué extraño se sentía volver a abrazarlo así. Lo cierto era que Ian, cuando se proponía en ser cariñoso, le salía muy bien.—Yo te amo, Emy, te amo mucho —susurró—. No quiero dejarte. Sé que a veces crees que yo no le doy importancia a lo nuestro, pero no es así, claro que me importa. Lo que pasa es que yo no quiero casarme si nuestra relación está en esta situación, sé que las cosas no van a mejorar si pisamos un altar. Debemos resolver las cosas antes.Emely soltó el llanto con más fuerza y su cuerpo tembló. Ian siguió ahí, consolándola con masajes en su espalda.—Amor… me duele muchísimo el que sufras de esta forma por mi culpa —dijo con tono triste—. Perdón por ser tan mala persona contigo. Por eso he cambiado, por eso dejé de celarte. Sé