Se había acabado la velada, la mayoría de los invitados se marcharon y solo quedaron en la cabaña Emely, Ian, Luciano y la señora Rebeca.
Curiosamente, Ian nunca notó que Emely se había perdido por varias horas porque estuvo hablando animosamente con varios de sus amigos y esposas. Aquel grupo fue el último en marcharse de la cabaña, porque estuvieron planeando un paseo a la hacienda de uno de ellos para pasar el siguiente fin de semana, hablaban de hacer una fiesta “como antes” y relataban historias de fiestas de su adolescencia.
Con una conversación como aquella, Ian se olvidó de Emely y Luciano por muchísimas horas. No fue hasta que ella se acercó a él, para pedirle que la acompañara a despedir a los invitados que el hombre se levantó a regañadientes de su puesto.
Pasadas unas dos horas más, el grupo de amigos más cercanos
Emely se recostó en la cama, observando fijamente a Ian con aquel rostro serio que le anunciaba una discusión.—Ian, estoy cansada, voy a dormir —pidió ella.—No, yo no voy a dormir hasta que aclaremos esto —soltó él con amargura—. Hace un momento me preguntaste, ¿hasta cuándo haremos esto? Ahora soy yo quien te lo pregunto. Emely, llevamos seis años en esta relación y hace mucho que se ha ido al fiasco y a ti se te nota que no te importa en lo absoluto.Emely soltó un jadeo al no poder creer lo que escuchaba.—Ah, ahora yo soy la que ha mandado esta relación al carajo —aleteó las manos, impotente por la discusión.—¡Sí, claro que es así! He intentado de las mil formas arreglar las cosas y a ti te parece que todo lo que yo hago, te fastidia.—¡No, pues, gracias por esa dedi
Uff… qué extraño se sentía volver a abrazarlo así. Lo cierto era que Ian, cuando se proponía en ser cariñoso, le salía muy bien.—Yo te amo, Emy, te amo mucho —susurró—. No quiero dejarte. Sé que a veces crees que yo no le doy importancia a lo nuestro, pero no es así, claro que me importa. Lo que pasa es que yo no quiero casarme si nuestra relación está en esta situación, sé que las cosas no van a mejorar si pisamos un altar. Debemos resolver las cosas antes.Emely soltó el llanto con más fuerza y su cuerpo tembló. Ian siguió ahí, consolándola con masajes en su espalda.—Amor… me duele muchísimo el que sufras de esta forma por mi culpa —dijo con tono triste—. Perdón por ser tan mala persona contigo. Por eso he cambiado, por eso dejé de celarte. Sé
Es curioso, cuando te separas de una persona con la que estuviste por tanto tiempo, las cosas ya no son las mismas. Es como volver a nacer: todo es nuevo para ti.Emely notó que nunca estuvo soltera; o sea, nunca lo estuvo en el tiempo en que uno puede tener novio. Ella desde muy joven se volvió novia de Ian y siempre que le preguntaban por si tenía novio, decía que sí, así que se acostumbró a rechazar a los pretendientes. Después de un tiempo, las personas ya sabían que Emely tenía pareja, así que, si la invitaban a algún plan, tenían que hacerse a la idea de que seguramente llegaría acompañada de Ian.Así que siempre fue Ian y Emely. En las tarjetas de invitación para bodas y eventos especiales, sus nombres estaban juntos. Ian y Emely. Emely e Ian.Los recuerdos siempre los tenía asociados con Ian. Por ese motivo, por más que ya no estuviera con él, siempre lo tendría presente por el cúmulo de recuerdos a su lado.Fue muy raro separarse de Ian. Fue tan extraño que lo sentía irreal y
Luciano se sentía patético.Quería pensar que Emely iba a seguir adelante una vez terminara con Ian. Que lo amaría después de que pasaran aquella tarde de pasión. De hecho, intentó simplemente esperar a que pasaran los días para que las cosas se calmaran, pensando que todo era cuestión de tiempo.Pero nada de eso funcionó. De hecho, su sentimiento de estar estorbando incrementó cuando fue a visitar a su amigo en la casa de la montaña.Lo encontró alcoholizado, con las botellas rodando por el piso y pasaba las tardes observando el paisaje natural desde una terraza en un viejo sofá.Al sentarse, Ian comenzó a hablar de todas las cosas que había hecho al lado de Emely.—Incluso le pagué toda la carrera, le di todo lo que necesitaba —decía—. ¿Sabes cómo la conocí? Estaba intentando que un viejo pervertido le fiara la comida. Me dio tanta impotencia, porque no era justo que tuviera que pasar por tanto, así que decidí ayudarla. Prácticamente le cambié la vida por completo. —Tomó un trago de
—No, disculpa, Luciano —dijo Emely con rostro avergonzado—. Tienes razón, yo debo terminar todo esto de raíz. Tienes razón.Luciano dejó salir un suspiro y después sonrió.—Conozco unos lindos apartamentos frente a la playa —comentó—. Son accesibles e idóneos para una chica soltera como tú. Además, te quedaría cerca del trabajo. Puedo darte la dirección para que vayas y los veas.Emely sintió que sus hombros se relajaron.—Muchas gracias, Luciano....El apartamento era pequeño, modesto: perfecto para que viviera una sola persona.—Tiene bonita vista hacia el mar —comentó Diana.Emely desde hace dos años había adoptado un gato angora y lo trajo consigo. Ahora él descansaba en la ventana, disfrutando el frescor de la brisa veraniega del atardecer.Ya se había cumplido un mes desde que había roto con Ian y comenzaba a asimilar que no iban a volver a estar juntos. De hecho, acababa de cambiar el número, motivada por Diana (que ya sabía todo, de hecho, la gente comenzaba a sospecharlo)
Emely tomaba un sorbo de café y sus ojos estaban posados en el bello atardecer. El sol se ocultaba lentamente por el horizonte de la playa y el olor a café se mezclaba con la sal de la bahía.Sintió que una mano acarició su cabello rubio. Volteó y notó que Luciano sumergía su rostro en su cuello.—Luciano, ¿qué haces? —preguntó.—Me encanta tu aroma, Emy —susurró.El aliento del hombre golpeaba en su piel y la hacía erizar, haciendo que su corazón palpitara con fuerza.Apretó con fuerza el pocillo blanco en sus manos y tragó en seco.Su meta era no volver a tener sexo con Luciano, pero, desde el momento en que dejó que cruzara la puerta principal de su apartamento, imaginó que algo como esto podría pasar.Luciano alejó sus labios del cuello de la chica y observó que tenía los ojos cerrados, demostrando que había estado disfrutando del momento. Deslizó una sonrisa ladeada por sus labios y se acercó para besarle aquellos labios rosados.Estuvo esperando meses por ese momento: su pacienc
—Es que no vas a comprenderlo hasta que te pase a ti —es lo que las personas siempre dicen.A la gente siempre le gusta hablar desde su experiencia personal. De hecho, a la gente siempre le gusta hablar de ella misma y lo que ha vivido. Emely está segura que la gente habla de sí misma el ochenta por ciento del día, a veces, llega a creer que más. Sin embargo, también está segura que habla mucho más si alguien les da ese empujoncito con rumores.—Es que no debería hacerlo, es una regalada, ¿cómo se le ocurre hacer algo así? —Es lo que una vez escuchó que dijo su madre cuando se enteró que una de sus primas le fue infiel al marido. A Emely le gusta escuchar a la gente hablar, así puede saber cuándo debe juntarse con cierta persona u otra. Cuando se deja hablar a las personas todo lo que desean, se abren a ti y puedes conocer lo que reamente son, lo que casi no muestran en la sociedad. Y lo más recomendable para que nadie se dé cuenta que no hablas mucho, es hacerlos creer que estás h
Era el cumpleaños de Emely y Diana le había prometido a su amiga que irían a ver una película (una costumbre que habían adquirido esos años). Pero a Diana se le había olvidado por completo que ese día debía comprar las entradas a cine y esperar a su amiga en la entrada. Pudo recordarlo cuando Emely le escribió muy emocionada sobre si ya había comprado las entradas y a qué hora debían verse.Diana respondió el mensaje de Emely y después metió su celular en su cartera. Sus piernas temblaban de la desesperación, Emely ya iba en camino y ella nada que llegaba al centro comercial, el bus en el que iba viajaba muy lento y por más que se quejaba, parecía que el chofer lo hacía a propósito. Porque sí, ella seguía siendo pobre; como todos los mortales, y siempre estaba ahorrando para comprar un auto con ayuda de su esposo Rodolfo, pero eran malos ahorradores y nunca lo hacían realidad. Mientras Diana iba en el bus rumbo hacia el centro comercial, apreció la tarde que caía lentamente en la ru