Los gemidos de Emely eran música para sus oídos: escuchar cómo le encantaba que su lengua jugara en su vulva. Ella se retorcía de placer y masajeaba sus dedos en su cabello y lo llamaba por su nombre.
Estaba completamente desnuda, dejando que Luciano por fin pudiera ver sus fantasías hechas realidad.
Emely se sentía bastante excitada y lo demostraba por sus gemidos y cómo retorcía su cuerpo.
Luciano se deslizó por la cama, quedando encima de la joven, hizo que abriera las piernas para poder masajear su miembro en su vagina.
—He deseado esto por años —le susurró al oído—. Lo he fantaseado muchas veces.
—Yo también —jadeó Emely.
Lentamente, se introdujo dentro de ella. Al principio, Emely cerró los ojos y soltó un pequeño grito de dolor, después, cuando ya todo estuvo dentro de ella,
Emely abrió sus ojos después de soltar un suspiro y observó la cama vacía cubierta con las sábanas blancas llenas de arrugas. El sol se colaba por la ventana, dejando caer uno de sus rayos cerca de Emely.La joven llevó una de sus manos hasta el rayo de sol, palpó con sus delgados dedos la sábana; el calor del rayo de sol rosaba su piel, pero estaba el frío del ambiente artificial creado por el aire acondicionado.Muy al fondo sus oídos pudieron escuchar el ligero sonido del agua proveniente del baño. Aún le costaba procesar que Luciano le había besado hasta el fondo más recóndito de su cuerpo.Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro. Luciano... ese musculoso y sexi hombre, cómo la llenaba de vida, la hacía fantasear desde lo más profundo de su subconsciente. ¿Qué más podía pedirle a la vida? Era
Se había acabado la velada, la mayoría de los invitados se marcharon y solo quedaron en la cabaña Emely, Ian, Luciano y la señora Rebeca.Curiosamente, Ian nunca notó que Emely se había perdido por varias horas porque estuvo hablando animosamente con varios de sus amigos y esposas. Aquel grupo fue el último en marcharse de la cabaña, porque estuvieron planeando un paseo a la hacienda de uno de ellos para pasar el siguiente fin de semana, hablaban de hacer una fiesta “como antes” y relataban historias de fiestas de su adolescencia.Con una conversación como aquella, Ian se olvidó de Emely y Luciano por muchísimas horas. No fue hasta que ella se acercó a él, para pedirle que la acompañara a despedir a los invitados que el hombre se levantó a regañadientes de su puesto.Pasadas unas dos horas más, el grupo de amigos más cercanos
Emely se recostó en la cama, observando fijamente a Ian con aquel rostro serio que le anunciaba una discusión.—Ian, estoy cansada, voy a dormir —pidió ella.—No, yo no voy a dormir hasta que aclaremos esto —soltó él con amargura—. Hace un momento me preguntaste, ¿hasta cuándo haremos esto? Ahora soy yo quien te lo pregunto. Emely, llevamos seis años en esta relación y hace mucho que se ha ido al fiasco y a ti se te nota que no te importa en lo absoluto.Emely soltó un jadeo al no poder creer lo que escuchaba.—Ah, ahora yo soy la que ha mandado esta relación al carajo —aleteó las manos, impotente por la discusión.—¡Sí, claro que es así! He intentado de las mil formas arreglar las cosas y a ti te parece que todo lo que yo hago, te fastidia.—¡No, pues, gracias por esa dedi
Uff… qué extraño se sentía volver a abrazarlo así. Lo cierto era que Ian, cuando se proponía en ser cariñoso, le salía muy bien.—Yo te amo, Emy, te amo mucho —susurró—. No quiero dejarte. Sé que a veces crees que yo no le doy importancia a lo nuestro, pero no es así, claro que me importa. Lo que pasa es que yo no quiero casarme si nuestra relación está en esta situación, sé que las cosas no van a mejorar si pisamos un altar. Debemos resolver las cosas antes.Emely soltó el llanto con más fuerza y su cuerpo tembló. Ian siguió ahí, consolándola con masajes en su espalda.—Amor… me duele muchísimo el que sufras de esta forma por mi culpa —dijo con tono triste—. Perdón por ser tan mala persona contigo. Por eso he cambiado, por eso dejé de celarte. Sé
Es curioso, cuando te separas de una persona con la que estuviste por tanto tiempo, las cosas ya no son las mismas. Es como volver a nacer: todo es nuevo para ti.Emely notó que nunca estuvo soltera; o sea, nunca lo estuvo en el tiempo en que uno puede tener novio. Ella desde muy joven se volvió novia de Ian y siempre que le preguntaban por si tenía novio, decía que sí, así que se acostumbró a rechazar a los pretendientes. Después de un tiempo, las personas ya sabían que Emely tenía pareja, así que, si la invitaban a algún plan, tenían que hacerse a la idea de que seguramente llegaría acompañada de Ian.Así que siempre fue Ian y Emely. En las tarjetas de invitación para bodas y eventos especiales, sus nombres estaban juntos. Ian y Emely. Emely e Ian.Los recuerdos siempre los tenía asociados con Ian. Por ese motivo, por más que ya no estuviera con él, siempre lo tendría presente por el cúmulo de recuerdos a su lado.Fue muy raro separarse de Ian. Fue tan extraño que lo sentía irreal y
Luciano se sentía patético.Quería pensar que Emely iba a seguir adelante una vez terminara con Ian. Que lo amaría después de que pasaran aquella tarde de pasión. De hecho, intentó simplemente esperar a que pasaran los días para que las cosas se calmaran, pensando que todo era cuestión de tiempo.Pero nada de eso funcionó. De hecho, su sentimiento de estar estorbando incrementó cuando fue a visitar a su amigo en la casa de la montaña.Lo encontró alcoholizado, con las botellas rodando por el piso y pasaba las tardes observando el paisaje natural desde una terraza en un viejo sofá.Al sentarse, Ian comenzó a hablar de todas las cosas que había hecho al lado de Emely.—Incluso le pagué toda la carrera, le di todo lo que necesitaba —decía—. ¿Sabes cómo la conocí? Estaba intentando que un viejo pervertido le fiara la comida. Me dio tanta impotencia, porque no era justo que tuviera que pasar por tanto, así que decidí ayudarla. Prácticamente le cambié la vida por completo. —Tomó un trago de
—No, disculpa, Luciano —dijo Emely con rostro avergonzado—. Tienes razón, yo debo terminar todo esto de raíz. Tienes razón.Luciano dejó salir un suspiro y después sonrió.—Conozco unos lindos apartamentos frente a la playa —comentó—. Son accesibles e idóneos para una chica soltera como tú. Además, te quedaría cerca del trabajo. Puedo darte la dirección para que vayas y los veas.Emely sintió que sus hombros se relajaron.—Muchas gracias, Luciano....El apartamento era pequeño, modesto: perfecto para que viviera una sola persona.—Tiene bonita vista hacia el mar —comentó Diana.Emely desde hace dos años había adoptado un gato angora y lo trajo consigo. Ahora él descansaba en la ventana, disfrutando el frescor de la brisa veraniega del atardecer.Ya se había cumplido un mes desde que había roto con Ian y comenzaba a asimilar que no iban a volver a estar juntos. De hecho, acababa de cambiar el número, motivada por Diana (que ya sabía todo, de hecho, la gente comenzaba a sospecharlo)
Emely tomaba un sorbo de café y sus ojos estaban posados en el bello atardecer. El sol se ocultaba lentamente por el horizonte de la playa y el olor a café se mezclaba con la sal de la bahía.Sintió que una mano acarició su cabello rubio. Volteó y notó que Luciano sumergía su rostro en su cuello.—Luciano, ¿qué haces? —preguntó.—Me encanta tu aroma, Emy —susurró.El aliento del hombre golpeaba en su piel y la hacía erizar, haciendo que su corazón palpitara con fuerza.Apretó con fuerza el pocillo blanco en sus manos y tragó en seco.Su meta era no volver a tener sexo con Luciano, pero, desde el momento en que dejó que cruzara la puerta principal de su apartamento, imaginó que algo como esto podría pasar.Luciano alejó sus labios del cuello de la chica y observó que tenía los ojos cerrados, demostrando que había estado disfrutando del momento. Deslizó una sonrisa ladeada por sus labios y se acercó para besarle aquellos labios rosados.Estuvo esperando meses por ese momento: su pacienc