Los días siguieron transcurriendo como de costumbre. Pero, Ian llegaba bastante temprano al apartamento y la lograba encontrar antes de salir. Él le pedía que se quedara a cenar con él y lo hacían mientras veían alguna película.Ian estaba muy cariñoso con ella. Se sentía con la confianza suficiente con ella y la besaba, acariciaba y, cuando ella menos pensaba, comenzaba a comerla a besos, hasta arrastrarla a la cama para hacerla gemir hasta que se saciaba.Claro, Emely le encantaba todo esto. Se sentía como una mujer mayor, alguien totalmente diferente y que estaba aprendiendo cosas que nadie imaginaría que ella fuera capaz de hacer. Era la mezcla de una joven tímida e inocente de día y una mala y pervertida de noche.Se sentía más entusiasmada por ir al apartamento de Ian y tomaba cualquier excusa para quedarse a esperarlo. Su orgullo hacía que se mintiera con la más tonta excusa, y, de hecho, se las decía a Ian. Él la contemplaba con una sonrisita y le seguía el juego. El sábado I
Para las personas que tenían dinero, parecía que todo era muy fácil. Para lo que Emely era un problema, para Ian solía ser una pequeñez que podía solucionar; como pedirle sus datos personales para poder pagar la inscripción en una universidad costosísima.Para ella, el problema no consistía en pagar la inscripción sino en cómo pagaría la matrícula.—Entonces, debes llevar la carpeta con los papeles mañana, para que termines de inscribirte —decía Ian mientras leía el paso a paso—. ¿Quieres que te acompañe? Podría darte un recorrido por el campus; tengo tiempo que no voy por allí.Emely no le prestaba atención porque su mente únicamente pensaba en cómo pagaría la matrícula.—Emy, Emy —llamaba Ian mientras la veía fijamente.Ella salió de sus pensamientos y parpadeó dos veces.—¿Qué te sucede? —Indagó Ian—. ¿No te emociona el que ya tengas asegurada la universidad?—Ian… yo no puedo estudiar allí —sacudió la cabeza—. Es… imposible.La sonrisa de Ian se descompuso y arrugó su entrecejo.—
Entrada la noche, Emely ya se sentía mareada por el alcohol. Decidió dejar de tomar, sentía que iba a perder los cabales si no se calmaba, además de sentir un horrible malestar en el estómago.Se sentó en un sillón en el que había dejado horas antes su bolso. Sintió una vibración y supo que era una llamada, así que sacó el celular para contestar.—Amor, ¿amor? —escuchó que le hablaban.Ella intentaba hablar, pero había mucho ruido, así que salió al patio de la casa.—¿Ian? —habló, pero sintió su lengua algo dormida por el alcohol.—Emy, ¿estás borracha?—Algo, bueno, sí, pero no tanto; creo —contestó.—Dijiste que estarías un momento en la fiesta y después regresarías —dijo Ian con voz algo seria—. ¿Sigues donde Diana? —Sí, aquí estoy.—Se te olvidó que quedaríamos en vernos, ¿verdad? —ahora su voz sonaba molesta.—Disculpa, Ian, se me olvidó por completo. ¿Podemos vernos mañana? Sé que no me van a dejar ir de aquí, Iván no se me despega ni un poco.—¿Estás con Iván? —La voz de Ian
—¿Por qué dices eso? —inquirió Emely.—Porque sé que no te llamó tu mamá, estabas hablando con Ian, ¿verdad?Emely volteó a verlo.—Te vas a ver con él —la voz de Iván sonaba molesta.Sabía que ya la había descubierto, así que ya no debía mentir.—Bueno, sí, me llamó. Me dijo que nos viéramos porque me dará un regalo de graduación.Los inundó un silencio incómodo y Emely no sabía cómo podría salir de aquel momento. Nunca había estado en una conversación seria con Iván.—¿Desde cuándo hablas con él? —preguntó el joven con mirada triste.—Hace un tiempo —respondió la chica y entrelazó sus manos, al no saber cómo actuar—. Hablamos por… fuera —su mente estaba en blanco, totalmente nerviosa por seguir mintiendo.—¿Ah sí? —Iván parecía no estar creyéndose nada.—Sí, lo conocí en una tienda estadero, la que queda afuera de mi barrio.—Sí, sé cuál es —espetó Iván.—Bueno —Emely intentó mantenerse calmada—. Desde ese momento hemos estado hablando y nos hicimos amigos.—Para darte regalos, debe
Emely se ruborizó y observó con impresión a Luciano, sintió que él apretó su agarre y su mirada se volvió más profunda, embriagándola por completo.Ella, confundida, soltó el agarre y esquivó su mirada, volteando hacia Ian.—¿Cómo que has hablado de mí? —preguntó.Ian se notaba que no había notado nada extraño, sonreía como cualquiera que no ha visto a alguien especial por años.—Bueno, él exagera, solo le he contado de ti desde que me comentó que iba a volver al país —explicó—. Eso fue hace dos semanas.Emely sonrió y sintió que Ian la tomaba de la mano.—Quiero presumir a mi hermosa novia —esbozó....Fueron a cenar en un restaurante frente a la playa, donde Emely nunca habría imaginado algún día a estar. Siempre pasó por aquel sector y veía imposible que algún día pudiera sentarse en uno de esos lujosos restaurantes y disfrutar de la comida sin pensar en el enorme gasto que resultaría.Pero ahí estaba, sentada con una hermosa vista del mar, escuchando de fondo una melodía de jazz
Era la primera noche que Emely dormía por fuera de su casa, siendo consciente que su madre sabía que estaba con su jefe. Seguramente hablarían con mucha seriedad cuando volviera a casa.Pero no le importaba, ella no pensaba en ningún problema en aquel instante, cuando Ian la devoraba a besos sobre la cama.Hicieron el amor como ninguna otra noche. Emely conoció lo que era un gran orgasmo que la hizo retorcerse de placer.Ian le hizo un oral que la hizo gemir y gritar su nombre. Después la penetró con mucha fuerza, como a ella le gustaba que la trataran. La hizo probar su flexibilidad con muchas poses nuevas para la joven, hasta que sus piernas temblaron.Fue la primera noche que durmieron juntos, acurrucados y Emely sintió que comenzó a enamorarse de él. Deseaba pasar el resto de su vida así, abrazada a Ian.A la mañana, desayunaron juntos, hablando sobre la noche anterior y el joven le comentaba sobre sus planes de pasar unas cortas vacaciones en una cabaña que tenía a las afueras de
La doctora le recetó unas que eran bastante ligeras y que eran ideales para ella.—Las Bellafice Suave te ayudarán a que aprendas a tomarlas correctamente y no interrumpas el ciclo —explicó la doctora.A Emely le gustó que la mujer se mostraba muy tranquila con el tema, de hecho, antes de irse del consultorio, la doctora la felicitó por preocuparse por su cuidado.—Ojalá todas las chicas pensaran maduramente a tu edad y se vieran con un médico para pedir asesoramiento sobre este tema —dijo.Emely se ruborizó y después sonrió. Si todo era por no poner en peligro su futura carrera universitaria, no le importaba tragarse su miedo y vergüenza: pediría asesoramiento de cuál era el mejor método para cuidarse.Le dio el nombre de las pastillas a Ian y él le compró tres cajas. Emely debía tomar las pastillas anticonceptivas por tres meses, después debía volver con la doctora para ver si las pastillas no le estaban creando algún malestar y hacerse un chequeo de rutina.. ...Emely salió de
Emely se marchó rumbo a la cocina y los dos muchachos se quedaron en silencio en la sala.—¿Emely vive contigo? —preguntó Luciano.—¿Qué? —Ian volteó a verlo—, no, no vivimos juntos. A ella le gusta quedarse aquí —sabía que era una pésima idea contarle que Emely era también su empleada de servicio.—Para tener poco tiempo de novios, se tienen muchísima confianza —Luciano sonrió—. Tú nunca has dejado que una mujer invada tu territorio; esa chica te ha cambiado mucho.Ian comenzó a reír.—Es menor de edad —comenzó a enumerar Luciano con una mano—, y no me lo puedes negar, porque acaba de graduarse del colegio.—Bueno, sí, pero es bastante madura para su edad, ya has hablado con ella y lo notaste.—Sí, pero eso no te libra de un gran problema legal si la mamá de esa chica te demanda.—Por favor, su mamá está encantada conmigo —soltó Ian con desinterés—. Además, Emely el otro año cumple los dieciocho. Ella no aparenta ser menor de edad, se ve de más edad.—Bueno, aparte de ello, también d