Era la primera noche que Emely dormía por fuera de su casa, siendo consciente que su madre sabía que estaba con su jefe. Seguramente hablarían con mucha seriedad cuando volviera a casa.Pero no le importaba, ella no pensaba en ningún problema en aquel instante, cuando Ian la devoraba a besos sobre la cama.Hicieron el amor como ninguna otra noche. Emely conoció lo que era un gran orgasmo que la hizo retorcerse de placer.Ian le hizo un oral que la hizo gemir y gritar su nombre. Después la penetró con mucha fuerza, como a ella le gustaba que la trataran. La hizo probar su flexibilidad con muchas poses nuevas para la joven, hasta que sus piernas temblaron.Fue la primera noche que durmieron juntos, acurrucados y Emely sintió que comenzó a enamorarse de él. Deseaba pasar el resto de su vida así, abrazada a Ian.A la mañana, desayunaron juntos, hablando sobre la noche anterior y el joven le comentaba sobre sus planes de pasar unas cortas vacaciones en una cabaña que tenía a las afueras de
La doctora le recetó unas que eran bastante ligeras y que eran ideales para ella.—Las Bellafice Suave te ayudarán a que aprendas a tomarlas correctamente y no interrumpas el ciclo —explicó la doctora.A Emely le gustó que la mujer se mostraba muy tranquila con el tema, de hecho, antes de irse del consultorio, la doctora la felicitó por preocuparse por su cuidado.—Ojalá todas las chicas pensaran maduramente a tu edad y se vieran con un médico para pedir asesoramiento sobre este tema —dijo.Emely se ruborizó y después sonrió. Si todo era por no poner en peligro su futura carrera universitaria, no le importaba tragarse su miedo y vergüenza: pediría asesoramiento de cuál era el mejor método para cuidarse.Le dio el nombre de las pastillas a Ian y él le compró tres cajas. Emely debía tomar las pastillas anticonceptivas por tres meses, después debía volver con la doctora para ver si las pastillas no le estaban creando algún malestar y hacerse un chequeo de rutina.. ...Emely salió de
Emely se marchó rumbo a la cocina y los dos muchachos se quedaron en silencio en la sala.—¿Emely vive contigo? —preguntó Luciano.—¿Qué? —Ian volteó a verlo—, no, no vivimos juntos. A ella le gusta quedarse aquí —sabía que era una pésima idea contarle que Emely era también su empleada de servicio.—Para tener poco tiempo de novios, se tienen muchísima confianza —Luciano sonrió—. Tú nunca has dejado que una mujer invada tu territorio; esa chica te ha cambiado mucho.Ian comenzó a reír.—Es menor de edad —comenzó a enumerar Luciano con una mano—, y no me lo puedes negar, porque acaba de graduarse del colegio.—Bueno, sí, pero es bastante madura para su edad, ya has hablado con ella y lo notaste.—Sí, pero eso no te libra de un gran problema legal si la mamá de esa chica te demanda.—Por favor, su mamá está encantada conmigo —soltó Ian con desinterés—. Además, Emely el otro año cumple los dieciocho. Ella no aparenta ser menor de edad, se ve de más edad.—Bueno, aparte de ello, también d
—¿Y tú? —volteó a verlo.—Amor, ¿en serio no lo sabes? —fingió estar algo ofendido.—Lo siento, pero casi no hablamos de tu trabajo.—Soy dueño de la cadena de hoteles Lexus.Ahora sí que mostraba su rostro de impresión: esos hoteles eran muy conocidos no solo en la región, sino en todo el país y sabía que se habían expandido a nivel internacional. Una vez pasaron por la televisión la inauguración de un enorme hotel en Hong Kong de aquella compañía y ella había quedado sorprendidísima por lo imponente que se veía. Para tener los dos tanto dinero, vivían una vida bastante común y nada excéntrica. Sobre todo Ian; ella le conocía su rutina y sabía que pasaba la mayor parte del tiempo trabajando. Claro, le gustaba pasear e ir a divertirse, como cualquier joven adulto, pero, ahora que sabía que tenía tanto dinero, era para que estuviera viajando por todo el planeta, viviendo en mansiones y relacionándose con gente famosa, ¿no?Además, Ian se había fijado en ella: una humilde jovencita que
Era bastante irónico creer que Diana había sido admitida en la universidad pública y Emely no. Todos sus antiguos compañeros hablaban de ello. Porque sí, después que le contó a su madre que estudiaría en la Universidad del Norte, la noticia se corrió por su localidad como un ventarrón y todos decían:—No pasó el examen de admisión, pero va a estudiar en la Universidad del Norte.Se excluyó mucho de su círculo social, porque ya todos sabían que ella tenía una relación con un hombre rico y la miraban con cara de impresión, con ese rostro que todos ponen cuando se dan cuenta que la chica tontica, la que parecía no matar una mosca, los impresionaban con algo que ni ellos mismos serían capaces de hacer.También, en esos días, había crecido un rumor de que Emely era una prepago, que la llegaban a recoger en camionetas lujosas y siempre estaba acompañada de un hombre diferente. Según el rumor, no tenía un solo novio, realmente tenía muchos y por eso era que estaba estudiando en una universid
—¿Qué sucede, mami? —preguntó la joven con tono serio.—Conocí a alguien —informó con una amplia sonrisa—, es un empleado de la empresa. Se llama Augusto, es contador y… Bueno, al principio él me pretendía, pero yo no le prestaba atención, ya sabes, te tengo a ti, a mi Nani; por favor, ¿cómo podía fijarme en un hombre? —Sonrió nerviosa— debía pensar en ustedes. Pasaron los meses y Augusto seguía pretendiéndome, yo le acepté una cita, nada del otro mundo, ni siquiera dejé que se entrara mucho la noche. En fin, las cosas siguieron fluyendo, pasaron los meses y… —dejó salir un suspiro—. Emely, Augusto es el hombre que yo siempre he anhelado conocer. Sabe que yo las tengo a ustedes y aun así quiere algo serio conmigo.Emely tragó en seco, ¿en qué momento su mamá tuvo tiempo para salir a citas con un hombre? ¿Estaba tan metida en sus cosas que no se dio cuenta que su madre estaba teniendo un romance con aquel Augusto?—¿Cuánto tiempo llevas con él? —preguntó.—Siete meses —respondió.—¡¿Si
—Bueno, puedo hablar con él —comentó Emely—, que te consiga algún trabajo. ¿Qué sabes hacer?—Eh… —Diana lo meditó—. Trabajaba como mesera, ¿te acuerdas? En las vacaciones donde conseguí trabajo en ese restaurante cerca de la playa.—Claro, me acuerdo. Bueno, le diré a Ian que te ayude. Como ahora ya estarás cursando segundo semestre, tienes más tiempo, organizas tus horarios para que dejes la tarde libre y trabajas medio tiempo.—Ay, sí, porque yo quiero independizarme, pagarme un cuarto cerca de la universidad y que mis padres me dejen de sacar todo en cara —soltó un suspiro tembloroso y sus ojos se llenaron de lágrimas calientes—. Siempre me comparan con Iván: que él sacó el promedio más alto cuando estaba en primer semestre; que él ayudaba en la casa en vacaciones; que él no lloraba por tener tantas clases. Es horrible, Emy, no te imaginas. Siento que… —dejó salir el llanto—. Siento que entiendo el por qué Ian no nos quiere ver ni en pintura —se abalanzó a la chica y la abrazó—. M
Augusto era un hombre que debía estar a punto de cruzar a los cincuenta años. Seguramente, antes de conocer a la madre de Emely debió creer que iba a quedar soltero y sin hijos. Hacía muy malos chistes. Era delgado y utilizaba lentes grandes.La cena fue sumamente aburrida para Emely, quien quería encerrarse en su cuarto a dormir, implorando que llegara el día siguiente.—Y Emely —dijo Augusto a mitad de la cena—, ¿cómo te va en la universidad?—Oh, le va muy bien, sacó el mejor puntaje de su grupo —respondió su mamá con tono orgulloso.El hombre miró fijamente a Emely con una leve sonrisa.—¿Qué carrera estudias?—Finanzas y comercio internacional —respondió la chica.—Vaya, es una buena carrera —elogió el hombre con rostro sorprendido—, vas por muy buen camino, además, graduada de la Universidad del Norte, hará que se te abran muchas puertas en muchas buenas empresas. —Sí, su novio es dueño de la cadena de hoteles Lexus, le prometió un puesto importante —comentó la mujer.—¡Ah… va