-No gracias, Angy. Susana y yo necesitamos intimidad. Espero que no os importe –miró hacia el hotel-. Será mejor que vaya a buscarla. Ya está tardando mucho.
-No, claro que no. Disfrutad de vuestra luna de miel –intervino Patricia. Inmediatamente después, miró a su hermano por el rabillo del ojo. Por nada del mundo quería perderse su reacción cuando comprendiera que Pedro era un hombre casado.
Felipe sentía que por fin la suerte se ponía de su parte. No estaba mirando a Ángela, pero notaba su respiración irregular y sus pequeños sobresaltos cuando rozaba su piel con los dedos. Le gustaba tanto aquello que se estaba tardando más de lo debido.-¡Listo! –exclamó Felipe sonriendo y levantando la cabeza.Ángela se encont
No estaba seguro, pero quizás era únicamente atracción por ella, una atracción nueva para él porque no podía hacerla suya. Ni siquiera podía rozarle la mejilla, reflexionó con frustración.Ella lo estaba mirando con ojos redondos como platos y la boca entreabierta, seguramente porque quería decir algo. Sería tan fácil inclinarse y atrapar esos labios aterciopelados. Poco a poco, el cielo fue cubriéndose de nubes grises y espesas que avecinaban una tormenta. Cada vez había menos gente en las pistas, y para disgusto de Felipe, tuvieron que regresar al hotel.Pronto, Ángela ya no sería sólo para él.Capítulo 21
Apoyó las manos en el pecho del señor Cruz e intentó apartarlo. Fue inútil. Él aumentó la presión disminuyendo el espacio entre ellos.-¡Ya basta! Suéltame, por favor –exigió.Felipe no iba a ceder esta vez. Verla allí, actuando con naturalidad sin ningún atisbo de timidez, despertó en su interior s
Una barrera se rompió.Felipe, que había dejado de degustar el néctar de sus labios para besar la sedosidad de su cuello, escuchó el grito de dolor. Se paró en seco y buscó la mirada de Ángela. La joven tenía los ojos cerrados con fuerza.-¡Dios mío, pequeña! ¿Estás bien? –exclamó preocupado-
Una calidez excesivamente agradable, la despertó. Algo no la dejaba moverse con libertad. Miró hacia abajo y descubrió un brazo, que se movió levemente acariciando la parte baja de su espalda. El delicioso hormigueo que sintió agudizó sus sentidos. Primero, notó una débil respiración sobre su cabeza, después, el latido de un corazón, y por último, la presencia de alguien a su vera. El recepcionista no quiso darle el número de la habitación de Ángela. Si hubiera sido una mujer, hubiera podido camelársela, reflexionó con frustración.Buscó a los demás pensando que tal vez Ángela ya estaría con ellos. Ya eran más de las diez de la mañana y estarían esquiando en alguna de las pistas que aún no habían probado. Le costó un poco encontrarlos, pero cuando los localizó, no hubo ni rastro de Ángela.Capítulo 25
No soportaba el semblante tranquilo de ese hombre. Si tanto quería ver a su hermana, ¿por qué no lo parecía?-No voy a permitir que se acerque a mi hermana –gritó subiendo las escaleras-. Gaby, respeta las decisiones de Ángela y no te vayas