Por primera vez después de mucho tiempo, tuvo un despertar placentero. Se sentía en el cielo. Estaba segura que hoy iba a ser un día sin preocupaciones. Sólo tendría que divertirse y esquiar.
Todos habían acordado reunirse en el restaurante del hotel para desayunar, así que después de asearse y cambiarse, Ángela, Patricia y Gabriela se pusieron en marcha.
-¿Por qué iba a pensar eso?-Porque no quiere a mi hermano cerca. Supongo que ya sabes que no se llevan bien –Gabriela asintió, aunque en realidad no sabía mucho del tema, sólo que conociendo a su hermana seguramente estaría rehuyéndolo como siempre hacía cuando un hombre se interesaba en ella-. ¿Y qué hacemos nosotras? Lo invitamos.
Al final tuvo que acompañar a Carolina, pero no le importó porque a Fernando también se lo llevaron. Entre Alba y Gabriela lo animaron a alcanzarlas, y como no era de piedra, no lo pensó dos veces y fue tras ellas, después de todo, le encantaba perseguir bellas damas.Patricia se sentía culpable y quería...no, necesitaba encontrar una solución a todo aquello. -No gracias, Angy. Susana y yo necesitamos intimidad. Espero que no os importe –miró hacia el hotel-. Será mejor que vaya a buscarla. Ya está tardando mucho.-No, claro que no. Disfrutad de vuestra luna de miel –intervino Patricia. Inmediatamente después, miró a su hermano por el rabillo del ojo. Por nada del mundo quería perderse su reacción cuando comprendiera que Pedro era un hombre casado. Felipe sentía que por fin la suerte se ponía de su parte. No estaba mirando a Ángela, pero notaba su respiración irregular y sus pequeños sobresaltos cuando rozaba su piel con los dedos. Le gustaba tanto aquello que se estaba tardando más de lo debido.-¡Listo! –exclamó Felipe sonriendo y levantando la cabeza.Ángela se encontCapítulo 18
Capítulo 19
No estaba seguro, pero quizás era únicamente atracción por ella, una atracción nueva para él porque no podía hacerla suya. Ni siquiera podía rozarle la mejilla, reflexionó con frustración.Ella lo estaba mirando con ojos redondos como platos y la boca entreabierta, seguramente porque quería decir algo. Sería tan fácil inclinarse y atrapar esos labios aterciopelados. Poco a poco, el cielo fue cubriéndose de nubes grises y espesas que avecinaban una tormenta. Cada vez había menos gente en las pistas, y para disgusto de Felipe, tuvieron que regresar al hotel.Pronto, Ángela ya no sería sólo para él.Capítulo 21
Apoyó las manos en el pecho del señor Cruz e intentó apartarlo. Fue inútil. Él aumentó la presión disminuyendo el espacio entre ellos.-¡Ya basta! Suéltame, por favor –exigió.Felipe no iba a ceder esta vez. Verla allí, actuando con naturalidad sin ningún atisbo de timidez, despertó en su interior s
Una barrera se rompió.Felipe, que había dejado de degustar el néctar de sus labios para besar la sedosidad de su cuello, escuchó el grito de dolor. Se paró en seco y buscó la mirada de Ángela. La joven tenía los ojos cerrados con fuerza.-¡Dios mío, pequeña! ¿Estás bien? –exclamó preocupado-