Capítulo 5.

Heaven

Antes de amar a alguien más, debes aprender a amarte a ti mismo.

Fue aquello lo que tuve que repetirme una y otra vez hace un par de años, cuando no confiaba en mi belleza y vivía a través de las opiniones ajenas.

Observé mi reflejo en el espejo para asegurarme de verme bien para el almuerzo con mi más reciente clienta. Decidí usar una blusa blanca con cuello de tortuga acompañada de una falda de curo negra que me llegaba hasta las rodillas junto con un collar largo y tacones. Tomé un taxi hasta el restaurante que Victoria me había indicado y sonreí al notar lo lujoso que se veía el lugar y aunque no fuera una fanática de lo ostentoso, me alegraba que un cliente me tratara de la mejor forma.

—¡Señorita Duch! —sonreí al visualizar a mi cliente, que me llamó desde una de las mesas y me apresuré para llegar. Su cabello era bastante largo y rubio y ni hablar de sus lindos ojos cafés oscuros—Soy Victoria, es un enorme gusto conocerla en persona.

—Digo lo mismo, Victoria —apreté su mano— También es un enorme placer ayudarla con la organización de su boda soñada. Espero que al final, se sienta muy contenta con el trabajo que voy a realizar a lo largo de todos estos meses.

—¿Hasta el momento que le ha parecido la ciudad?

—Ya había venido en ocasiones anteriores, sin embargo, jamás deja de sorprenderme lo ruidosa que puede llegar a ser —reí bajo— Entonces, ya que usted me ha dicho que está interesada en una temática floral he traído un par de imágenes como referencia.

—Eso es genial, muchas gracias.

—Ni hablar —reí buscando las fotografías dentro de una de mis carpetas. Al encontrarlas las puse sobre la mesa.

En la primera imagen podía observarse la decoración de las mesas con un enorme arreglo de flores celestes y servilletas del mismo color acompañadas de finas copas y cubiertos, en la segunda fotografía se veía un grandioso vestido de novia blanco sumamente largo y en la última, aparecía la decoración del altar.

—¿Acaso me has leído la mente, señorita Duch? —sus ojos tuvieron un brillo peculiar.

—Tal vez solo escuché muy bien cada una de tus palabras cuando conversábamos.

—Su capacidad de escuchar es demasiado alta, si le soy honesta.

—Sinceramente, creo que una de las mejores formas de aprender es escuchando además al hacerlo también podemos aprender de nuestros errores y no volver a cometerlos jamás. Y por supuesto, no herir a los demás en el camino.

Estuve hasta muy tarde esa noche conversando con mi nueva cliente acerca de cada uno de los detalles de su tan esperada boda, desde los más grandes hasta los más pequeños. Por fortuna, ellos ya lo tenían todo pensando y eso iba a ahorrarme cientos de dudas en el camino hacia al altar de Victoria.

Opté por lucir bastante elegante, sin llegar a lo ostentoso, con el objetivo de no arruinar la imagen que los dueños del hotel tenían de mí: una mujer muy eficiente en su trabajo, elegante y delicada sin llegar a ser extremadamente exagerada. Solté un suspiro cuando salí de mi habitación y supe que no habría vuelta atrás.

En realidad, los nervios que sentía no eran por la cena con los dueños de semejante hotel, sino, por volver a ver a ese hombre que tanto me cautivó aquella noche de estrellas.

Caminé recto y me obligué a mí misma a llevar una grandiosa sonrisa en el rostro al ver a la familia Clarck esperando por mí en una mesa, que, a simple vista, era la mejor del lugar y que lucía un delicioso banquete.

—Buenas noches a todos, mi nombre es Heaven Duch. Encantada de conocerlos —Les sonreí a todos luego de tragar saliva para tratar de calmarme un poco, visualicé por un momento el asiento que tal vez me pertenecí, pero, Paige me indicó que me sentara al lado de su madre.

—Buenas noches querida, qué bueno es tenerte con nosotros en este momento —Me contuve a darle otra mirada cotilla a aquel carísimo collar de oro que adornaba su cuello. Vaya, esta familia sí que sabe lo que significa nadar en una tina llena de billetes— Qué gusto tenerla con nosotros.

—El gusto es mío, sin duda alguna.

—Señorita Duch, para mí es un placer presentarle a mi esposo: el señor Andreu Clarck —fijé mi mirada en el mayor dueño del hotel y de verdad era un hombre muy elegante— Y a mis tres adorados hijos: Paige, Timotheé y Alexandre —mis mejillas se ruborizaron y el cuerpo entero se me hizo gelatina en el instante en que sus atractivos ojos azules me miraron con leve picardía.

—Me encantaría agradecerles por la invitación, no tenían que haberse molestado.

—Por supuesto que no es una molestia, Heaven.

Juro que no tenía idea acerca de lo que debería decir parar lograr que la conversación fluyera, sin embargo, Timotheé me salvó antes de caer en la desgracia:

—Señorita Duch... ¿Puedo preguntar de dónde es usted? —Cuestionó con curiosidad.

—Nací en Inglaterra, en Londres —le respondí con la mayor amabilidad.

—Oh, Londres es exquisitamente maravilloso.

—Concuerdo con mi hermano totalmente...Por cierto, cuando nos encontramos en el ascensor usted mencionó que ha venido a Nueva York por asuntos de trabajo...

—Es así. En esta ocasión, he venido a organizar una boda y me quedaré en la ciudad por alrededor de cinco meses por la misma razón.

—Usted es espléndida organizando bodas según dice la gente.

—Intento dar lo mejor de mí en cada lugar al que voy sencillamente.

—Sería maravilloso si usted organizara la boda de alguno de mis hijos.

—Oh ¿Lo dice por qué uno de ellos va a casarse pronto tal vez?

—Ninguno de nosotros va a casarse próximamente porque ni siquiera tenemos una pareja —Noté como Alexandre se tensaba cada vez más mientras hablaba— Es solo que a mi padre le encanta adelantarse a los hechos.

—Ya veo —suspiré incómoda al ver que cada uno de ellos se tensó un poco luego de eso, por lo que decidí intentar que volvieran a sentirse cómodos —Es un poco gracioso, no obstante, es mi primera vez quedándome en uno de sus hoteles.

—¿Lo dice en serio?

—Sí, aunque no lo parezca.

—Es sorprendente que alguien como usted, que se la pasa viajando por todo el mundo debido a su apretada agenda de trabajo, no se haya hospedado en alguno de nuestros hoteles alrededor del mundo.

—Probablemente sea debido a que jamás reservo las habitaciones en las que pienso quedarme...Eso lo hace mi hermana menor, Sky, porque siempre se lo pido. Además, normalmente prefiero hospedarme en habitaciones simples.

—No deja de sorprenderme, señorita Duch...A pesar que usted es una mujer muy elegante y rica, no le interesa reservar una suite en cualquier hotel con relevancia.

—Honestamente, me he acostumbrado a lucir de manera tan elegante por mi trabajo...Pero, hablando con el corazón en la mano, no soy una gran fanática de los lujos.

—Me gusta como piensas, déjame felicitarte por ello —Timotheé rió— No vemos a mujeres desinteresadas en la riqueza por aquí normalmente...Las mujeres que vienen al hotel, parecen muñequitas Barbie de plástico.

Aunque intenté contener mi risa, solté una gran carcajada y Alexandre se limitó a sonreír de lado.

—Si me permiten opinar...

—Claro que sí.

—No creo que las mejores mujeres o damas de la sociedad sean las que usan Chanel o Gucci y que tratan de conquistarte por su físico...Sino, aquellas que te conquistan cuando las escuchas hablar —confesé esbozando una mueca al ver todos los lujos que me rodeaban— Simplemente, es eso lo que creo al respecto.

—Concuerdo totalmente...Ya estoy harto de esas muñequitas de plástico barato —me pellizqué el brazo para evitar reírme como una loca sin control.

Pasamos un poco más de dos horas hablando de temas al azar, como: trabajo, opiniones y demás hasta que la señora Clarck tocó un tema que me llamaba mucho la atención.

—Entonces...Supongo que este es el mejor momento para presentarte mi propuesta, Heaven —afirmó y yo solo asentí en forma de respuesta— En realidad, siendo muy directa, quiero que trabajes en el hotel con nosotros.

Bueno, eso no me lo esperaba.

—¿Quiere que trabaje en el hotel? —No pienso nunca en trabajos de ese tipo, es decir, muy formales y bajo un contrato porque lo mío son las bodas principalmente. No es una mala oferta...Pero, tendría que pensármelo muy bien antes de dar una respuesta definitiva—¿Puedo preguntarle acerca del cargo que le gustaría darme?

—Pienso que podrías trabajar como mi asistente personal o como asistente corporativa...O sin darnos tantas vueltas, ambas.

—Le agradezco la oferta...Seguramente a cualquier persona le encantaría tener un puesto en un hotel tan reconocido como este, no obstante, tengo que pensar...

—Comprendo que tengas que analizar la propuesta puesto que no acostumbras a trabajar en un mismo lugar por mucho tiempo...Pero, estoy dispuesta a darte un muy buen sueldo solo porque me des el honor de tenerte trabajando en mi hotel y a mi lado, especialmente.

Está bien... ¿Cómo debería cuestionarle sobre el sueldo que estaría dispuesta a pagar por mis servicios mensualmente sin que suene interesada?

Si bien ganaba cerca de cuatro mil dólares o más, dependiendo del presupuesto para la boda, y aquella era mi recompensa por casi nueve meses de trabajo...A veces se puede encontrar mejores oportunidades de forma inesperada.

—Sé que este tipo de cosas no se debe preguntar, pero, ¿Cuál es el pago que recibes por la organización tan larga de una boda?

—Del diez al quince por ciento del presupuesto total de la boda...Por ejemplo, si el presupuesto de una boda es de cuarenta mil dólares, mi sueldo va a ser de seis mil dólares.

Ella se mantuvo en silencio por varios segundos.

—De acuerdo...Te ofrezco tres mil trescientos dólares mensuales por ocho horas diarias de trabajo de lunes a viernes —Gran oferta, no puedo negarlo siquiera.

—Vaya, es una enorme oferta...

—Lo es, por supuesto que es una oferta magníficamente alta...

—Ya ha quedado claro que amo el trabajo que haces sin duda alguna, y por lo mismo he estado considerando algo...Y como ya sabes, es el proponerte un puesto de trabajo.

—Una vez más, muchas gracias...Lo pensaré.

—La cena ha estado maravillosa así que les agradezco mucho por invitarme —les sonreí.

—No es nada, Heaven...Además estaré al pendiente respecto a la decisión que tomes sobre la propuesta que te he hecho.

—Le avisaré al respecto mañana mismo porque solo necesito pensarlo un poco...Así que apenas haya tomado una decisión, yo la buscaré para comentarle.

—A pesar que yo espero que aceptes y trabajes con nosotros lo más pronto, no te sientas presionada por lo que diga o desee...Toma una decisión pensando en lo que te conviene y quieres hacer.

—De nuevo muchas gracias Leigh, significa mucho para mí que me consideren de esta manera.

—El honor es totalmente nuestro, ahora ve y descansa que tienes demasiado que pensar por hoy.

—Gracias a todos, ojalá pueda verlos pronto.

—Un placer conocerla, señorita Heaven.

—Ha sido un placer también —me despedí y Alexandre corrió detrás de mí.

Estaba esperando que acortaras la distancia entre nosotros.

La verdad, he estado esperando por ti Alexandre.

—¡Heaven, permíteme que te acompañe! —sin querer, sonreí enormemente cuando se acercó y cortó la distancia que nos separaba.

No deberías mostrar debilidad ante un hombre, al menos no aún.

—Hoy te ves muy linda, disculpa si no lo dije antes —me controlé con todas mis ganas para evitar que mis mejillas se tiñeran de un rojo carmesí, no obstante, no lo logré.

—Alexandre, te agradezco el cumplido...Sin embargo, no me parece necesario que me acompañes a mi habitación cuando mereces descansar de tu cansado horario de trabajo.

Nunca olvides ser considerado con la persona que te atrae.

—No es nada, apenas te deje iré a casa y tendré el descanso que necesito.

—No seas terco...

—Solo quiero acompañarte mientras podemos conversar de algunas cosas más ¿Podrías conceder mi tonto deseo?

—No es necesario que me acompañes hasta mi habitación Alexandre, no te hagas problema —le dije, intentando que comprendiera.

—Quiero acompañarte pues no es ninguna molestia.

Me encogí de hombros al darme cuenta que no iba a lograr que entrara en razón. Terminé aceptando que Alexandre me acompañara hasta mi habitación porque así iba a sentirse más tranquilo, pero, no contaba con encontrarnos frente a frente con uno de los hombres más fastidiosos que existen en este planeta desde mi perspectiva: Tristán Grey.

Seguramente se preguntarán la razón por la cual este hombre me parecía tan fastidioso, entonces supongo que se los contaré: Lo conocí hace dos años cuando asistió a una de las bodas que estaba organizando en Italia y coqueteó conmigo desde el primer instante, no obstante, le mencioné que no estaba interesada en ninguna relación. A él no le quedó muy en claro por lo que cada vez que ha tenido la oportunidad de verme, más o menos siete veces, me ha regalado cosas extremadamente caras y además ha conseguido mi número de teléfono. Cree que por ser un hombre muy rico voy a caer ante él como una estúpida, pero, no me considero ambiciosa ni interesada.

Tristán es millonario, al extremo en realidad, puesto que es dueño de las cadenas de hospitales más grandes de toda Australia: "Grey Hospital" y aunque empezó siendo uno de los mejores médicos vasculares de dicho país, logró convertirse en mucho más que eso.

Pero, ojalá toda esa fortuna nunca hubiese causado que se le suban los humos a la cabeza.

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