Leonardo caminó hasta donde estaba Isabella, asegurándose de llevar consigo una cobija para el frío, una botella de champán y dos copas. Al llegar, la vio sentada en la arena, con la mirada perdida en el mar iluminado por la luna.Sin decir nada, tomó la cobija y la colocó sobre sus hombros. Isabella se sobresaltó ligeramente, pero al ver que era Leonardo, le dedicó una leve sonrisa.—Gracias.—¿Quieres? —preguntó él, levantando la botella de champán.—Sí, claro.Leonardo se sentó a su lado y destapó la botella con cuidado. El corcho salió con un leve estallido y un aroma burbujeante llenó el aire. Sirvió en ambas copas y le tendió una a Isabella.—Brindemos.Isabella tomó la copa y lo miró con curiosidad.—¿Por qué brindamos?Leonardo sostuvo su mirada por un momento antes de responder.—Por esta noche.Ella levantó una ceja y sonrió.—¿Solo por esta noche?—Por esta noche, porque decidiste venir, porque después de tanto caos, estamos aquí, disfrutando de la tranquilidad.Isabella du
Doña Victoria observaba la escena con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Desde el primer día, había visto algo especial en Isabella, y ahora, viendo a su hijo besarla con tanta intensidad, supo que su intuición no había fallado.—Te lo dije, Mario —susurró, sin apartar la vista de la pareja—. Solo necesitaban un empujón.Don Mario, con los brazos cruzados, esbozó una leve sonrisa.—Sí, pero ahora el problema será Leonardo. Sabes tan bien como yo que todavía está enredado con Valeria.Victoria suspiró.—Espero que no cometa el error de seguir aferrándose a ella. Si lo hace, perderá a Isabella para siempre, y créeme, Mario, ella no es una mujer que se quede esperando.—Nuestro hijo es terco, pero también inteligente —dijo Mario con tono serio—. Solo espero que esta vez se dé cuenta antes de que sea demasiado tarde.Ambos continuaron mirando desde la distancia, deseando que ese momento marcara el verdadero inicio de la historia de amor entre Leonardo e Isabella. Sin embargo, sabía
El día siguiente transcurrió con normalidad hasta que Leonardo llegó a su empresa. Apenas puso un pie en su oficina, su expresión cambió a una de absoluta seriedad. Tomó asiento y de inmediato llamó a uno de sus hombres de confianza.Minutos después, un hombre robusto y vestido de traje oscuro entró a la oficina y cerró la puerta tras de sí.—Señor, ya logramos atrapar a uno de los infiltrados que sacaban información de la empresa. Lo tenemos retenido en un lugar seguro.Leonardo entrecerró los ojos, su mandíbula se tensó.—Bien hecho. Ahora sabremos quién está detrás de esto.El hombre asintió.—El sujeto se ha mantenido callado, pero tenemos métodos para hacer que hable.Leonardo se levantó de su silla y caminó hacia la ventana con las manos en los bolsillos. Sus pensamientos giraban en torno a la traición dentro de su propia empresa.—No quiero métodos extremos, al menos no aún —dijo con voz firme—. Déjenme hablar con él primero.—Como ordene, señor. ¿Quiere que lo llevemos a otro
Leonardo salió del oscuro almacén donde había interrogado al infiltrado. Su mente estaba llena de pensamientos turbulentos. Tenía que hablar con su padre de inmediato. Santamaría estaba jugando con fuego, y él no iba a permitir que lo destruyera.Mientras caminaba hacia su auto, sintió su teléfono vibrar en su bolsillo. Miró la pantalla: Valeria.Apretó los dientes con fastidio antes de contestar.—¿Qué sucede, Valeria? —preguntó con voz impaciente.—Amor, ¿por qué no contestas mis llamadas? —su tono era dulce, pero él detectó un dejo de reproche.Leonardo cerró los ojos por un segundo, intentando mantener la calma.—Estoy muy ocupado, por eso no te he llamado.Hubo un breve silencio antes de que Valeria insistiera.—Quiero verte, por favor.Leonardo suspiró. Sabía que no iba a dejarlo en paz hasta que accediera.—Está bien, Valeria. ¿Dónde estarás?—¿Qué te parece si nos vemos en el hotel de mi padre?Leonardo dudó por un instante. ¿Era realmente buena idea? Había demasiadas cosas en
Doña Victoria hizo una pausa, recordando con dolor aquella noche. Sus dedos temblaban ligeramente mientras entrelazaba las manos sobre su regazo.—Ese día fui a la cena… Todo estaba decorado de manera elegante, con velas y flores por todas partes. Me sentía inquieta, pero debía enfrentar la situación. Cuando llegué, Santamaría me recibió con una sonrisa, creyendo que aquella noche sería el inicio de nuestro futuro juntos. Pero yo… yo lo miré a los ojos y le dije que no me casaría con él.Leonardo escuchaba atentamente, con el ceño fruncido.—¿Cómo reaccionó? —preguntó, sintiendo que la historia estaba lejos de terminar.Doña Victoria apretó los labios y miró a Don Mario.—Se enfureció… Al principio, intentó convencerme con palabras dulces, diciendo que sería el mejor esposo, que mi familia quería esa unión y que no podía defraudarlos. Pero cuando vio que no cambiaría de opinión, su actitud cambió. Se volvió frío, amenazante. Me dijo que me arrepentiría de rechazarlo, que nadie desaira
Leonardo se puso de pie con determinación, sus ojos reflejaban una mezcla de rabia y convicción.—No voy a permitir que ese hombre se salga con la suya. Cueste lo que me cueste, voy a sacarlo de nuestras vidas… y se va a arrepentir, se los juro.Don Mario lo observó en silencio. Había visto muchas emociones en su hijo antes, pero nunca esta. No era simple enojo, era una decisión firme, un deseo de justicia… o tal vez de venganza.—Leonardo… —intentó decir algo, pero el joven ya estaba tomando su chaqueta, listo para irse.Doña Victoria, que había estado escuchando la conversación con el corazón oprimido, se acercó a su hijo y le acarició el rostro con ternura.—Ahora me tengo que ir. Nos vemos después —dijo Leonardo, tratando de suavizar la despedida.—Adiós, hijo… cuídate —susurró su madre, sintiendo un mal presentimiento.Leonardo le dedicó una última mirada a sus padres antes de salir por la puerta.Don Mario se quedó de pie, con el ceño fruncido, observando cómo su hijo se marchab
Leonardo miró a Valeria con firmeza, esperando que hablara. Pero ella sonrió con un aire de misterio y caminó hacia la mesa, donde tomó un sobre blanco y lo sostuvo entre sus dedos.—Muy bien… entonces hablaré yo primero —dijo con una mirada desafiante—. Veamos qué dices cuando veas esto.Se lo entregó sin apartar la vista de su rostro.Leonardo frunció el ceño y tomó el sobre con desconfianza. Lo abrió con cuidado y sacó un documento. Sus ojos recorrieron las palabras con rapidez, hasta que se detuvieron en un punto específico.Prueba de embarazo: Positivo.El aire pareció atascársele en la garganta. Sentía el peso de la revelación sobre sus hombros cuando Valeria, con una expresión de aparente dulzura, habló de nuevo.—Y si no me crees, aquí tienes esto también.De su bolso sacó otro papel y se lo tendió.Leonardo lo tomó con las manos ligeramente temblorosas. Era un ecograma, donde claramente se indicaba: 4 semanas de gestación.El impacto lo golpeó de lleno. Sintió que el mundo se
Valeria se quedó allí, inmóvil, viendo cómo la puerta se cerraba tras Leonardo. Sus labios temblaban y sus manos estaban fuertemente apretadas en puños.Un torrente de emociones la consumía por dentro. El dolor, la humillación, la impotencia… pero sobre todo, la rabia. Una rabia ardiente que se aferraba a su pecho como un veneno.Las lágrimas seguían rodando por sus mejillas, pero esta vez no eran de tristeza. Eran de furia.—Me las vas a pagar, Isabella… —susurró con voz quebrada, pero llena de veneno.Se acercó al espejo de la habitación y se miró. Su reflejo le devolvía la imagen de una mujer despechada, rechazada… una mujer que había perdido.—Te lo juro… —apretó los dientes y golpeó con furia la mesa frente a ella—. Te haré sufrir por cada lágrima que he derramado.Respiró hondo, tratando de calmarse, pero solo lograba avivar más su odio.—Voy a hacerte pagar por esto…Sus ojos brillaban con una mezcla peligrosa de dolor y venganza. Ya no le importaba lo que tuviera que hacer. Is