Leonardo, visiblemente molesto, toma Valeria de manera abrupta en medio de la pista de baile. Su rostro estaba tenso, reflejando una mezcla de incomodidad y enojo.—¿Qué estás haciendo aquí, Valeria? —preguntó en un tono bajo pero cargado de reproche—. Sabías que este evento era importante para Isabella y para mí.Valeria, con una sonrisa aparentemente inocente, inclinó ligeramente la cabeza.—Bueno, Leo, Santamaría es un amigo cercano de mi padre, y me invitó. Además —añadió, acercándose un poco—, sabía que tú estarías aquí. No podía resistirme a verte, aunque sea de lejos.Leonardo suspiró profundamente, intentando mantener la calma. Miró a su alrededor, tratando de no llamar la atención de los presentes.—Esto no está bien, Valeria —dijo con firmeza—. Lo sabes. No puedes aparecer así y comportarte como si nada. Es inapropiado, y más aún con él. ¿Qué pretendes?—¿Inapropiado? —replicó Valeria con un deje de indignación—. No estoy haciendo nada malo, Leonardo. Solo vine a acompañarlo
.Leonardo, atrapado en una mezcla de emociones que ni él mismo lograba comprender, miró a Isabella fijamente mientras seguían moviéndose al ritmo de la música. Sus ojos buscaban respuestas en los de ella, pero lo único que encontró fue una mezcla de sorpresa y desconcierto. Fue entonces cuando, sin pensarlo, se inclinó hacia ella y la besó.El salón entero pareció detenerse. Isabella abrió los ojos, sorprendida, y por un instante pensó en apartarse, pero el gesto fue tan inesperado y lleno de intensidad que no pudo hacerlo. En lugar de rechazarlo, se dejó llevar, cerrando los ojos y entregándose a ese momento que jamás imaginó vivir con él.Esteban, quien observaba desde la distancia, apretó los puños al ver la escena. Su mandíbula se tensó y su mirada se oscureció mientras luchaba por mantener la compostura.—No puede ser... —murmuró entre dientes, desviando la mirada, incapaz de seguir viendo cómo Leonardo e Isabella se besaban frente a todos.A unos metros, Valeria también presenci
Isabella, aún intentando calmar su mente tras lo sucedido en la pista, entró al baño buscando un momento para recomponerse. Apenas cerró la puerta, sintió unos pasos apresurados detrás de ella. Valeria apareció, con el rostro desencajado por la rabia, cerrando la puerta tras de sí con fuerza.—¡Eres una perra! —gritó Valeria, apuntándola con el dedo acusador—. Si crees que me vas a quitar a Leonardo, estás muy equivocada.Isabella giró lentamente, su expresión era serena, pero sus ojos reflejaban una mezcla de cansancio y determinación.—¿Quitarle a Leonardo? —repitió con voz calmada—. Valeria, tú misma te encargaste de alejarlo con tus propios actos. Yo no tengo nada que ver con eso.—¡Cállate! —chilló Valeria, dando un paso hacia ella—. No tienes idea de lo que significa estar a su lado, lo que hemos vivido juntos... Y ahora te atreves a aparecer como si fueras alguien importante.Isabella levantó una ceja, sin retroceder.—¿Alguien importante? —dijo con frialdad—. Valeria, esto no
Ambos subieron al auto en completo silencio. El ambiente estaba cargado de tensión, y aunque Leonardo intentó iniciar una conversación, Isabella no le dirigió la palabra. Sus pensamientos eran un torbellino, y lo único que podía hacer era mirar hacia afuera, evitando cualquier contacto visual con él. Estaba molesta, frustrada, y aunque sabía que sus sentimientos estaban tomando el control, no podía callar lo que sentía.El auto llegó al apartamento, y al estacionarse, Leonardo se bajó rápidamente. Isabella lo siguió, pero sin apresurarse, como si tratara de poner distancia en cada paso. Entraron en el apartamento, y la incomodidad era palpable.Isabella caminó directamente a la cocina, sin decir una palabra. Abrió una alacena y vio una botella de whisky que había quedado del día anterior. Sin pensarlo, la tomó con fuerza, y con un gesto de desesperación, abrió la botella. La miró por un momento, como si estuviera esperando que el alcohol pudiera adormecer sus pensamientos. Con una det
Al día siguiente, el sol apenas comenzaba a asomarse por la ventana cuando tanto Leo como Isabella se levantaron temprano, con el peso de la noche anterior aún en sus hombros.Leo, con su pijama, estaba sentado a la mesa, ya sirviéndose el café. Sus ojos aún reflejaban la falta de descanso, aunque su expresión era más tranquila que la de anoche. Tal vez porque sabía que tenían que enfrentar el día, a pesar de lo sucedido.Isabella salió de su habitación, vestida con su pijama de dormir, con el cabello alborotado y la mirada algo cansada. Su rostro mostraba una mezcla de pena y agotamiento por la pelea de la noche anterior, pero también de incertidumbre. No sabía cómo iba a seguir esto, ni si deberían siquiera hablar de lo sucedido.—Buenos días —dijo en voz baja, su tono suave, un tanto tímido, como si quisiera romper el hielo pero no estuviera segura de cómo hacerlo.Leo levantó la vista, viéndola por un momento antes de responder. La última vez que se miraron, las palabras no fueron
Leonardo terminó de preparar las últimas cosas y dejó los sándwiches dentro de una pequeña nevera portátil junto con unas bebidas. Se limpió las manos y fue hacia su cuarto para cambiarse. Mientras tanto, Isabella buscaba en su armario algo adecuado para el paseo en el yate. Optó por un vestido ligero, de tela blanca con detalles bordados, que le llegaba justo encima de las rodillas. Era elegante pero cómodo, ideal para un día soleado.Al terminar, ambos salieron de sus respectivas habitaciones al mismo tiempo y se encontraron en el pasillo. Leonardo se detuvo al verla.—¿Estás lista? —preguntó, sus ojos recorriendo por un instante el atuendo de Isabella.—Sí, ya estoy lista. ¿Y tú? —respondió ella, ajustándose el sombrero que había elegido para protegerse del sol.Leonardo asintió, con una pequeña sonrisa.—Entonces vamos. Mis padres ya deben estar esperándonos.Tomaron lo necesario y salieron juntos hacia el puerto. Aunque el ambiente seguía siendo tenso por lo ocurrido la noche ant
Isabella intentó apartarse de Leonardo, pero antes de que pudiera hacerlo, él la sujetó con más firmeza y, sin pensarlo demasiado, inclinó su rostro hacia el de ella. Antes de que pudiera protestar, sintió los labios de Leonardo sobre los suyos. Fue un beso inesperado, cargado de intensidad y pasión, que la dejó completamente desconcertada.Al principio, Isabella quiso resistirse, pero la calidez de aquel beso y la forma en que él la sostenía la hicieron ceder. Lentamente, cerró los ojos y respondió al beso, dejándose llevar por aquel momento tan inesperado como abrumador.La brisa marina los envolvía; el sonido de las olas chocando contra el yate parecía marcar el ritmo de ese instante que los atrapaba a ambos. El mundo exterior se desvaneció, y por unos segundos, solo existían ellos dos.Cuando finalmente Leonardo se separó, sus miradas se encontraron. Isabella estaba completamente aturdida, con las mejillas sonrojadas y la respiración agitada.—¿Qué... qué estás haciendo? —preguntó
El yate finalmente se detuvo frente a una isla de ensueño, rodeada por aguas cristalinas que reflejaban los últimos tonos del atardecer. La arena blanca brillaba bajo la luz dorada, y una pequeña cabaña de madera con un muelle privado daba la bienvenida en la distancia.Isabella bajó del yate detrás de Leonardo, deteniéndose un momento para admirar la escena. El lugar parecía sacado de una postal.—Esto es... increíble —murmuró, casi sin aliento, mientras giraba sobre sí misma para observar cada rincón.Doña Victoria sonrió con satisfacción.一Sabía que te gustaría, hija. Mario y yo encontramos este lugar hace muchos años. Desde entonces, es nuestro pequeño paraíso.一Es impresionante —admitió Isabella, caminando lentamente por la arena. El sonido de las olas y la suave brisa hacían que todo pareciera irreal.Leonardo la observaba desde atrás, con una ligera sonrisa en los labios.一No suelo decir esto, pero es uno de los pocos lugares donde realmente se puede sentir paz –comentó, dejand