Leonardo terminó de preparar las últimas cosas y dejó los sándwiches dentro de una pequeña nevera portátil junto con unas bebidas. Se limpió las manos y fue hacia su cuarto para cambiarse. Mientras tanto, Isabella buscaba en su armario algo adecuado para el paseo en el yate. Optó por un vestido ligero, de tela blanca con detalles bordados, que le llegaba justo encima de las rodillas. Era elegante pero cómodo, ideal para un día soleado.Al terminar, ambos salieron de sus respectivas habitaciones al mismo tiempo y se encontraron en el pasillo. Leonardo se detuvo al verla.—¿Estás lista? —preguntó, sus ojos recorriendo por un instante el atuendo de Isabella.—Sí, ya estoy lista. ¿Y tú? —respondió ella, ajustándose el sombrero que había elegido para protegerse del sol.Leonardo asintió, con una pequeña sonrisa.—Entonces vamos. Mis padres ya deben estar esperándonos.Tomaron lo necesario y salieron juntos hacia el puerto. Aunque el ambiente seguía siendo tenso por lo ocurrido la noche ant
Isabella intentó apartarse de Leonardo, pero antes de que pudiera hacerlo, él la sujetó con más firmeza y, sin pensarlo demasiado, inclinó su rostro hacia el de ella. Antes de que pudiera protestar, sintió los labios de Leonardo sobre los suyos. Fue un beso inesperado, cargado de intensidad y pasión, que la dejó completamente desconcertada.Al principio, Isabella quiso resistirse, pero la calidez de aquel beso y la forma en que él la sostenía la hicieron ceder. Lentamente, cerró los ojos y respondió al beso, dejándose llevar por aquel momento tan inesperado como abrumador.La brisa marina los envolvía; el sonido de las olas chocando contra el yate parecía marcar el ritmo de ese instante que los atrapaba a ambos. El mundo exterior se desvaneció, y por unos segundos, solo existían ellos dos.Cuando finalmente Leonardo se separó, sus miradas se encontraron. Isabella estaba completamente aturdida, con las mejillas sonrojadas y la respiración agitada.—¿Qué... qué estás haciendo? —preguntó
El yate finalmente se detuvo frente a una isla de ensueño, rodeada por aguas cristalinas que reflejaban los últimos tonos del atardecer. La arena blanca brillaba bajo la luz dorada, y una pequeña cabaña de madera con un muelle privado daba la bienvenida en la distancia.Isabella bajó del yate detrás de Leonardo, deteniéndose un momento para admirar la escena. El lugar parecía sacado de una postal.—Esto es... increíble —murmuró, casi sin aliento, mientras giraba sobre sí misma para observar cada rincón.Doña Victoria sonrió con satisfacción.一Sabía que te gustaría, hija. Mario y yo encontramos este lugar hace muchos años. Desde entonces, es nuestro pequeño paraíso.一Es impresionante —admitió Isabella, caminando lentamente por la arena. El sonido de las olas y la suave brisa hacían que todo pareciera irreal.Leonardo la observaba desde atrás, con una ligera sonrisa en los labios.一No suelo decir esto, pero es uno de los pocos lugares donde realmente se puede sentir paz –comentó, dejand
"Alianza Prohibida" Leonardo MontielTrabaja en la empresa familiar Montiel Corporation, una de las más influyentes en el sector de la construcción y bienes raíces.Es inteligente, reservado y analítico. Siempre busca soluciones prácticas, aunque su carácter puede ser frío y distante debido a la presión que ha cargado desde joven para ser el heredero de la empresa. Él está acostumbrado a la competencia feroz y tiene un sentido del deber muy marcado hacia su familia.Aunque respeta profundamente a Don Mario, la relación con él es tensa. Su padre ha sido duro y exigente, y Leonardo siempre ha sentido que tiene que demostrarle su valía.La oficina está silenciosa, solo se escucha el ligero zumbido de la computadora de Leonardo, quien revisa con detenimiento algunos documentos financieros. La puerta se abre con firmeza, y Don Mario entra con paso decidido.----Leonardo, ¿has revisado los informes de la reunión con los inversores?----Sí, los revisé esta mañana. Estamos en una posición
En la oficina de don Mario Montiel, los asesores financieros están terminando de exponer los graves problemas que enfrenta su empresa. Don Mario escucha en silencio, su mirada fija en los papeles que muestran la inminente quiebra. Sabe que tiene pocas opciones, y aunque detesta la idea, decide llamar a su rival, don Samuel Colmenares, para una reunión.Don Mario (marcando el número en su teléfono):—Colmenares... necesito hablar contigo. Es urgente, sobre nuestras empresas. Nos vemos en mi oficina mañana.En la oficina de Don Mario, al día siguienteDon Samuel entra en la sala de juntas, con una mirada de desconfianza. Ambos hombres tienen años de rivalidad, y cada uno ha luchado por dominar el mercado. Pero esta vez, Don Mario sabe que deben poner sus diferencias a un lado.Don Samuel (mientras toma asiento):—Nunca pensé que vería el día en que me llamaras para hablar de negocios. ¿Qué tan grave es la situación, Montiel?Don Mario (serio):—Grave. Ambas empresas están al borde de la
Don Samuel llega a su casa después de la tensa reunión con Don Mario. Su mente está llena de pensamientos, sabiendo que la conversación con su esposa y su hija será difícil. Aunque Isabella aún no conoce a Leonardo, el matrimonio arreglado parece ser la única solución para salvar la empresa. Don Samuel entra al salón y encuentra a su esposa, Doña Rosa, y a su hija, Isabella, sentadas en el sofá. Ambas levantan la vista cuando lo ven entrar con una expresión preocupada. Doña Rosa(preocupada): —Samuel, ¿qué sucede? Te ves alterado. Don Samuel (tomando asiento, suspirando): —La situación es más grave de lo que pensábamos, Carmen. Si no hacemos algo pronto, perderemos todo lo que hemos construido. La empresa está al borde de la quiebra. Isabella (frunciendo el ceño): —¿Qué quieres decir, papá? ¿Qué está pasando con la empresa? Don Samuel (mirando a su hija con gravedad): —Hoy me reuní con Don Mario Montiel... nuestro principal rival. La situación de su empresa es igual de mala.
Don Mario, tras la tensa conversación con Don Samuel Colmenares, vuelve a su hogar con una preocupación evidente. Tiene que hablar con su familia sobre lo que acaba de acordar con su rival. Al entrar a la sala de su casa, ve a su esposa, Doña Victoria, y a su hijo Leonardo, que lo esperan para cenar. El ambiente familiar está cargado, aunque aún nadie sabe lo que Mario está por decirles.Doña Victoria (notando la preocupación en su esposo):—Mario, ¿qué ocurre? Te veo más preocupado de lo normal.Don Mario (con un suspiro profundo, mientras toma asiento en la cabecera de la mesa):—Hoy tuve una reunión con Don Samuel Colmenares.Leonardo (sorprendido, frunciendo el ceño):—¿Con Samuel? Creí que no querías volver a hablar con él... ¿De qué hablaron?Don Mario (mirando a su hijo con seriedad):—De nuestras empresas. Estamos al borde de la quiebra, Leo. Tanto la nuestra como la de Samuel. Si no actuamos rápido, lo perderemos todo.Doña Victoria (sorprendida):—¿Qué dices, Mario? ¿Cómo es
Leonardo (en la puerta de la casa de Valeria, respirando hondo antes de tocar el timbre):—Valeria… esto va a ser más difícil de lo que imaginé.Valeria (abriendo la puerta, sonriendo al verlo):—¡Leonardo! Qué sorpresa, no esperaba verte hoy. Pasa, ¿todo bien?Leonardo (entrando, intentando ocultar su incomodidad):—Sí, todo bien… bueno, en realidad, hay algo que tenemos que hablar. Algo importante.Valeria (con preocupación en el rostro):—¿Qué pasa, Leo? Pareces nervioso. ¿Ha sucedido algo en la empresa? ¿Con tu familia?Leonardo (mirando al suelo, buscando las palabras):—Es... es complicado. No sé cómo empezar esto. No quiero herirte, Valeria, pero tengo que ser sincero contigo.Valeria (poniéndose seria, sentándose en el sofá):—Me estás asustando, Leonardo. ¿Qué es tan grave que no puedas decirlo?Leonardo (con voz baja, evitando su mirada):—Mi familia... hemos estado pasando por muchas dificultades en la empresa. Y para resolverlas, han tomado una decisión que afecta a los do