Después de terminar la cena, Don Mario se recostó en la silla, visiblemente más relajado.—Esta comida está muy rica, y sobre todo, porque vino con mucho amor —dijo, mirando a Isabella con aprecio—. Gracias, Isabella.—Es cierto —asintió Leonardo, sonriendo a Isabella.Isabella se sonrojó un poco, pero sonrió feliz por los elogios.—Me alegra que les haya gustado. Siempre es un placer ayudar.Leonardo miró a su padre y luego a Isabella. Sabía que necesitaban un momento para despejarse un poco del estrés del hospital.—¿Te gustaría dar un paseo por los pasillos? Tal vez así podamos despejarnos un poco —sugirió Leonardo.Isabella asintió, sintiéndose aliviada de salir un momento de la habitación.—Claro, me parece una buena idea —respondió, sonriendo de nuevo.Ambos se levantaron y salieron de la habitación, dejando atrás a Don Mario, que continuó disfrutando de la comida. Mientras caminaban, el ambiente del hospital era más tranquilo y menos tenso.—¿Te sientes mejor? —le preguntó Leon
Isabella entró al apartamento y se dejó caer en el sofá, agotada. Su nana la observó con preocupación y se acercó a ella.—¿Cómo te fue, mi niña? —preguntó la nana, sentándose a su lado—. ¿Cómo está doña Victoria?—Está estable, Nana, pero… toca esperar, y eso es lo que me angustia —suspiró Isabella, apoyando la cabeza en sus manos.La Nana le acarició el cabello con ternura.—Y, ¿cómo está Leonardo? —continuó la nana con voz suave.—Muy triste, Nana. Le duele ver a su madre en esa situación… Creo que nunca lo había visto así. —Isabella se mordió el labio, intentando contener las lágrimas—. Esperemos que todo esto pase rápido.La Nana la miró con una mezcla de preocupación y ternura.—Te veo muy triste, mi niña. ¿Qué es lo que te tiene así? ¿Es por doña Victoria, o hay algo más?Isabella bajó la mirada, incómoda con sus propios pensamientos.—No lo sé, nana… Es que no sé qué siento. Creo que me enamore de Leonardo…La Nana la observa con comprensión y le toma las manos con suavidad.—
Al día siguiente, Isabella se despertó muy temprano para ir a la empresa.—Buenos días, Nana, ¿cómo amaneciste? —Con una sonrisa muy calida.—Bien, mi niña, y ¿tú cómo te sientes hoy? —respondió ella con ternura.—Me siento mejor, Nana. —Tomando su taza de café—, te quedó muy rico el desayuno, Nana.—Me alegra que te haya gustado, mi niña —le dice la nana con una sonrisa cálida—. Que tengas un buen día en la oficina.Isabella asiente y toma su bolso, saliendo hacia la oficina. Al llegar, se acomoda en su espacio y respira profundo, lista para otro día de trabajo. Aunque mantiene su concentración en los papeles frente a ella, su mente inevitablemente se va hacia Leonardo y el complicado torbellino de emociones que siente.Justo entonces, escucha unos pasos y ve a Leonardo entrando en su oficina al otro lado del pasillo. Ambos se miran fugazmente, y ella disimula una sonrisa.—Buenos días, Isabella. ¿Cómo amaneciste? —pregunta Leonardo con una expresión algo cansada, pero aún cordial.—
Isabella, caminando rápidamente hacia la puerta de embarque, se detiene en seco al ver a Valeria en la fila. Intenta desviar la mirada y mantenerse a distancia, pero no puede evitar fijarse en que Valeria está conversando con un hombre mayor, de cabello canoso y porte distinguido. La situación le resulta intrigante, y, aunque sabe que no debería, observa un poco más.Mientras Valeria parece absorta en la conversación, el hombre le da un sobre blanco, que ella guarda cuidadosamente en su bolso. Isabella frunce el ceño, preguntándose qué tipo de asunto tienen entre manos.Sacudo mi cabeza, recordándome que no es asunto mío. Con un último vistazo, tomo mi maleta y sigo adelante, enfocándome en el viaje de negocios que tengo por delante.Valeria sonríe, guardando el sobre con disimulo. "Gracias por este pago. No se preocupe", murmura al hombre. "Buscaré más información; Leonardo nunca me niega detalles sobre la empresa".El hombre asiente, satisfecho, y responde en voz baja, "Espero que a
La reunión comienza en una elegante sala de conferencias. Los socios están reunidos, y apenas Isabella entra, se ponen de pie para recibirla.Marcos —"Señorita Colmenares, un placer finalmente conocerla en persona". Habíamos escuchado mucho sobre su habilidad para los negocios.—El gusto es mío. Estoy muy emocionada de tener esta oportunidad y ver cómo nuestras empresas pueden crecer juntas."—dice Isabella con gran entusiasmo.Esteban—"La reputación de los Colmenares es de gran respeto en el sector". Nos han hablado muy bien de su manejo en finanzas y de su capacidad para resolver situaciones complejas, —dice él con una mirada de asombro y de ver a una mujer tan bella.—Aprecio mucho sus palabras. Mi enfoque siempre ha sido buscar estrategias que nos aseguren estabilidad a largo plazo y, si es posible, crecimiento exponencial. He revisado sus últimos reportes, y veo un gran potencial en la sinergia de nuestras empresas. —dice Isabella.Don Juan —"Eso es exactamente lo que necesitamos"
Leonardo se dirige rápidamente a la habitación de su madre, y al abrir la puerta, ve a su padre con los ojos llenos de emoción, sosteniendo la mano de Doña Victoria, quien finalmente ha despertado. Sin poder contener su alegría, Leonardo cruza la habitación y la abraza con fuerza.—¡Mamá! —exclama Leonardo, sus ojos brillando por las lágrimas contenidas—. No sabes cuánto esperé este momento.Doña Victoria sonríe débilmente, acariciándole el rostro.—Hijo… estaba deseando verlos a los dos juntos —murmura ella, mirando también a Don Mario—. Gracias… por estar aquí.Don Mario coloca una mano en el hombro de Leonardo, conmovido al ver a su familia reunida.—Estamos todos aquí, amor. Te prometo que cuidaremos de ti, como siempre tú cuidaste de nosotros.Leonardo asiente, abrazándola de nuevo con ternura.—Recupérate, mamá. Te necesitamos más fuerte que nunca.Doña Victoria sonríe y, con una voz apenas audible, les susurra:—Con ustedes a mi lado, todo es posible.El momento queda cargado d
Isabella se mira en el espejo una última vez, ajustando su vestido elegante y asegurándose de que todo esté en su lugar. Respira hondo y sale de la habitación, con paso firme y decidido. Al llegar al vestíbulo del hotel, ve a Esteban esperándola junto a la entrada.—Buenas noches, Isabella. Te ves... deslumbrante —dice Esteban, dándole una mirada apreciativa mientras le ofrece su brazo.—Gracias, Esteban. Tú también estás impecable —responde ella, con una sonrisa.—Espero que esta cena sea una ocasión productiva para ambos —comenta Esteban mientras salen del hotel—. He oído mucho sobre tu habilidad para los negocios, Isabella, y estoy seguro de que esta alianza será algo especial.—Ese es mi objetivo —responde ella, con determinación—. Tengo algunas ideas que quiero compartir contigo. Creo que podrían hacer que el proyecto sea aún más rentable para ambas partes.Esteban la mira, intrigado.—Con gusto escucharé todo lo que tienes que proponer. Me gusta cómo piensas, Isabella. Eres una
Al día siguiente, el doctor revisó los últimos exámenes de Doña Victoria y finalmente le dio el alta. Leonardo y Don Mario la ayudaron a salir del hospital y la acompañaron hasta la mansión Montiel. Después de asegurarse de que su madre estuviera cómoda en casa, Leonardo se despidió.—Mamá, me voy a la oficina un rato. Cualquier cosa, llámame de inmediato.—No te preocupes, hijo. Aquí estaré descansando —respondió Doña Victoria con una sonrisa—. Y, por favor, llama a Isabella cuando tengas tiempo. Me gustaría verla pronto.—Lo haré, mamá. Prometido.Leonardo asintió, le dio un beso en la frente y salió hacia la empresa. Una vez en su oficina, se acomodó en su silla, tratando de concentrarse, aunque la preocupación seguía presente.Isabella llegó al apartamento después de su viaje y encontró a su nana esperándola con una sonrisa cariñosa.—¡Mi niña! ¿Cómo te fue en el viaje? —preguntó la Nana mientras la abrazaba.—Muy bien, Nana. La reunión con los socios fue un éxito. Creo que hemos