Después de que los socios se despidieron, dejando un ambiente más tranquilo en el restaurante, Isabella y Leonardo se quedaron un rato más. La tensión de la cena aún colgaba en el aire, pero ahora había un extraño silencio entre ellos, como si ambos supieran que, a pesar de todo, habían cumplido con su papel.Leonardo tomó una copa de vino y la levantó hacia Isabella.—Lo hiciste muy bien esta noche, Isabella —dijo, con una pequeña sonrisa de reconocimiento—. Brindo por ti y porque sé que juntos vamos a sacar la empresa adelante.Isabella lo miró por un segundo, sorprendida por sus palabras, y luego levantó su copa, esbozando una sonrisa ligera, aunque algo cansada.—Gracias, Leo —respondió—. No te voy a mentir, me sentí muy incómoda en algunos momentos, pero... entiendo que esto solo es el comienzo de lo que nos espera.Ambos chocaron suavemente sus copas y tomaron un sorbo. El ambiente, aunque más relajado, seguía cargado de emociones no dichas.—Lo manejaste de forma excelente —con
Leonardo entró a su habitación rápidamente, cerrando la puerta tras de sí. Se apoyó contra la pared, respirando agitado, mientras su mente revivía cada segundo del beso que acababa de compartir con Isabella.Empezó a caminar de un lado a otro, con las manos en la cabeza, tratando de calmarse, pero su mente no dejaba de repetir lo mismo.—¿Qué fue lo que hice…? —murmuró, casi en un susurro, frustrado consigo mismo—. Esto se está saliendo de control. Isabella... ese beso…Se detuvo frente al espejo, mirándose a sí mismo, sin reconocer sus propios pensamientos.—¿Qué estoy diciendo? —sacudió la cabeza—. Me voy a volver loco. ¡Estoy casado con ella solo por el pacto! No debería… No puedo sentir esto. Valeria... Isabella… —se dejó caer en la cama, apoyando los codos en sus rodillas y enterrando el rostro entre sus manos—. Esto no estaba en los planes.El peso de la situación lo aplastaba, las emociones mezcladas, la responsabilidad hacia Valeria, el pacto con Isabella… y ahora, el inespera
Cuando Leonardo y Don Mario llegaron al hospital, apresuraron el paso hacia la recepción. Apenas llegaron, un médico salió de una de las salas y preguntó con calma pero firmeza:—¿Familiares de Doña Victoria Montiel?Don Mario y Leonardo se acercaron rápidamente, y el médico los miró con una expresión seria pero tranquilizadora.—Soy su esposo —dijo Don Mario con ansiedad evidente en su voz—. ¿Cómo está mi esposa, doctor?El médico asintió suavemente antes de responder.—Su esposa sufrió un infarto, pero por suerte fue atendida a tiempo. Está fuera de peligro ahora, pero deberá permanecer en observación por unos días para asegurarnos de que no haya complicaciones.Leonardo sintió cómo una gran tensión abandonaba su cuerpo, aunque la preocupación seguía latente.—¿Podemos verla? —preguntó con cautela.—Por el momento, solo uno de ustedes puede entrar. Está un poco débil, pero consciente. Tengan en cuenta que necesita descansar —explicó el doctor antes de guiarlos hacia la habitación.D
Después de terminar la cena, Don Mario se recostó en la silla, visiblemente más relajado.—Esta comida está muy rica, y sobre todo, porque vino con mucho amor —dijo, mirando a Isabella con aprecio—. Gracias, Isabella.—Es cierto —asintió Leonardo, sonriendo a Isabella.Isabella se sonrojó un poco, pero sonrió feliz por los elogios.—Me alegra que les haya gustado. Siempre es un placer ayudar.Leonardo miró a su padre y luego a Isabella. Sabía que necesitaban un momento para despejarse un poco del estrés del hospital.—¿Te gustaría dar un paseo por los pasillos? Tal vez así podamos despejarnos un poco —sugirió Leonardo.Isabella asintió, sintiéndose aliviada de salir un momento de la habitación.—Claro, me parece una buena idea —respondió, sonriendo de nuevo.Ambos se levantaron y salieron de la habitación, dejando atrás a Don Mario, que continuó disfrutando de la comida. Mientras caminaban, el ambiente del hospital era más tranquilo y menos tenso.—¿Te sientes mejor? —le preguntó Leon
Isabella entró al apartamento y se dejó caer en el sofá, agotada. Su nana la observó con preocupación y se acercó a ella.—¿Cómo te fue, mi niña? —preguntó la nana, sentándose a su lado—. ¿Cómo está doña Victoria?—Está estable, Nana, pero… toca esperar, y eso es lo que me angustia —suspiró Isabella, apoyando la cabeza en sus manos.La Nana le acarició el cabello con ternura.—Y, ¿cómo está Leonardo? —continuó la nana con voz suave.—Muy triste, Nana. Le duele ver a su madre en esa situación… Creo que nunca lo había visto así. —Isabella se mordió el labio, intentando contener las lágrimas—. Esperemos que todo esto pase rápido.La Nana la miró con una mezcla de preocupación y ternura.—Te veo muy triste, mi niña. ¿Qué es lo que te tiene así? ¿Es por doña Victoria, o hay algo más?Isabella bajó la mirada, incómoda con sus propios pensamientos.—No lo sé, nana… Es que no sé qué siento. Creo que me enamore de Leonardo…La Nana la observa con comprensión y le toma las manos con suavidad.—
Al día siguiente, Isabella se despertó muy temprano para ir a la empresa.—Buenos días, Nana, ¿cómo amaneciste? —Con una sonrisa muy calida.—Bien, mi niña, y ¿tú cómo te sientes hoy? —respondió ella con ternura.—Me siento mejor, Nana. —Tomando su taza de café—, te quedó muy rico el desayuno, Nana.—Me alegra que te haya gustado, mi niña —le dice la nana con una sonrisa cálida—. Que tengas un buen día en la oficina.Isabella asiente y toma su bolso, saliendo hacia la oficina. Al llegar, se acomoda en su espacio y respira profundo, lista para otro día de trabajo. Aunque mantiene su concentración en los papeles frente a ella, su mente inevitablemente se va hacia Leonardo y el complicado torbellino de emociones que siente.Justo entonces, escucha unos pasos y ve a Leonardo entrando en su oficina al otro lado del pasillo. Ambos se miran fugazmente, y ella disimula una sonrisa.—Buenos días, Isabella. ¿Cómo amaneciste? —pregunta Leonardo con una expresión algo cansada, pero aún cordial.—
Isabella, caminando rápidamente hacia la puerta de embarque, se detiene en seco al ver a Valeria en la fila. Intenta desviar la mirada y mantenerse a distancia, pero no puede evitar fijarse en que Valeria está conversando con un hombre mayor, de cabello canoso y porte distinguido. La situación le resulta intrigante, y, aunque sabe que no debería, observa un poco más.Mientras Valeria parece absorta en la conversación, el hombre le da un sobre blanco, que ella guarda cuidadosamente en su bolso. Isabella frunce el ceño, preguntándose qué tipo de asunto tienen entre manos.Sacudo mi cabeza, recordándome que no es asunto mío. Con un último vistazo, tomo mi maleta y sigo adelante, enfocándome en el viaje de negocios que tengo por delante.Valeria sonríe, guardando el sobre con disimulo. "Gracias por este pago. No se preocupe", murmura al hombre. "Buscaré más información; Leonardo nunca me niega detalles sobre la empresa".El hombre asiente, satisfecho, y responde en voz baja, "Espero que a
La reunión comienza en una elegante sala de conferencias. Los socios están reunidos, y apenas Isabella entra, se ponen de pie para recibirla.Marcos —"Señorita Colmenares, un placer finalmente conocerla en persona". Habíamos escuchado mucho sobre su habilidad para los negocios.—El gusto es mío. Estoy muy emocionada de tener esta oportunidad y ver cómo nuestras empresas pueden crecer juntas."—dice Isabella con gran entusiasmo.Esteban—"La reputación de los Colmenares es de gran respeto en el sector". Nos han hablado muy bien de su manejo en finanzas y de su capacidad para resolver situaciones complejas, —dice él con una mirada de asombro y de ver a una mujer tan bella.—Aprecio mucho sus palabras. Mi enfoque siempre ha sido buscar estrategias que nos aseguren estabilidad a largo plazo y, si es posible, crecimiento exponencial. He revisado sus últimos reportes, y veo un gran potencial en la sinergia de nuestras empresas. —dice Isabella.Don Juan —"Eso es exactamente lo que necesitamos"