Una especie amotinada.

—Ven, no te cortaré—. Elijah extendió su mano y ella dio un paso hacia él.

—Ya sabes. Si lo haces, te daré un pescozón— titubeante, ella permitió que él la agarrara, y no pudo terminar su amenaza cuando sintió el filo cortar la palma de su mano.

—Eres un desgraciado— su grito resonó en todo el salón, haciendo un eco qué hasta los guardias que estaban afuera se rieron divertidos.

—Pulga, quédate quieta— la reprendió Elijah, apretando su herida para que las gotas de sangre cayeran en el interior de la copa. Cuando ella vio que la sangre que caía dentro de esa copa creaba un resplandor dorado que iluminaba todo el espacio, dejó de luchar.

—Es hermoso— murmuró aturdida, alzando las cejas cuando Elijah se bebió el contenido de la copa, manteniendo los ojos cerrados mientras lo hacía, y se podían escuchar los gemidos que emitía, mientras que su cuerpo resplandecía en una luz verde mezclada con una sutil, pero casi invisible lila, que despertaba la curiosidad de todos.

Luego, él se realizó e
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